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Entrevista a Stéphane Aubier y Vincent Patar, directores de Pánico en la granja

Stéphane Aubier y Vincent Patar, directores de Pánico en la granja

Entrevista a Stéphane Aubier y Vincent Patar, directores de Pánico en la granja: «Los pequeños detalles de la vida cotidiana, y eso queda patente en Pánico en la granja, son los que alimentan nuestro trabajo».

¿Qué papel tenéis cada uno de vosotros dos cuando creáis «a cuatro manos»?

Vincent Patar / Es difícil precisarlo. Cuando estamos inmersos en el trabajo, no nos tomamos el tiempo de analizar las cosas. Evidentemente, somos complementarios. Cuando Stéphane aporta mucho a los decorados, yo intervengo más ante la cámara, para la puesta en escena. Es día a día, hablando siempre mucho, como vamos dando luz a los proyectos, jugando al ping-pong con nuestras ideas, devolviendo la pelota sin parar.


En Pánico en la granja, los personajes, los objetos, no están hechos en la misma escala. No es lo normal en una película…

Stéphane Aubier / Había dos razones para hacer eso. La primera: ¡es que nos divertía tanto! Y la segunda, porque queríamos lograr un resultado lo más espontáneo posible, sin tener en cuenta las proporciones. Por ejemplo, cuando los personajes entran en la casa, ésta parece minúscula, pero cuando están en el interior parece inmensa. Nos gusta que los personajes tengan cada uno una proporción distinta, nos parece más interesante que tener que respetar y reproducir la realidad.

¿Pretendíais que no quedara demasiado «perfilado», demasiado fluido?

S. A. / En cuanto a la serie, también ocurría por falta de tiempo; había que darle caña al asunto. Pero sí, forma parte de ese lado bruto que nos gusta tanto. Pero para la película, trabajamos la imagen con más detalle.

V. P. / Para que saliera bien la adaptación a la gran pantalla, teníamos que afinar la calidad de nuestro trabajo, trabajar con mucho cuidado, pero desde luego mantuvimos toda la espontaneidad tanto en la animación como en la forma de contar. Tenía que resultar natural, no tenía que notarse el lado laborioso, el trabajo meticuloso que necesita el cine de animación.

Vuestro humor se acerca al absurdo, y también es un poco «british», ¿no?

S. A. / Hace poco descubrí la primera creación de los Monty Python, la serie televisiva Flying Circus. Ya entonces eran increíblemente innovadores, sus ideas eran sencillas pero geniales, y me ha encantado eso. Pero nosotros no nos hemos inspirado en ellos. La serie se ha comparado en ocasiones con el universo de Tati o de Buster Keaton. Pero nosotros reivindicamos nuestro propio universo con sus propias justificaciones, con una ruptura con lo psicológico total, personal y extraña.

¿Entonces de dónde viene vuestra inspiración?

V. P. / ¡De todo lo que nos rodea y nos divierte! Lo que ocurre en la calle, en una foto de un periódico, etc. Son los pequeños detalles de la vida cotidiana los que alimentan nuestro trabajo.

A lo largo de vuestra carrera habéis utilizado diferentes técnicas de animación: recortes de papel, objetos animados, plastilina… ¿Cuál preferís?

S. A. / Lo que hacemos en Pánico en la granja se corresponde bastante bien con lo que siempre hemos querido hacer, es decir, una libertad máxima con una técnica sencilla y a la vez completa, ya que utilizando un decorado no muy complicado logramos desarrollar todo un universo.

¿Cuál fue para vosotros la apuesta artística que os incitó a hacer un largometraje?

V. P. / Contar y desarrollar una historia más larga y mejor construida que unos sketches. Además, queríamos conservar la técnica de animación de la serie, que era muy nerviosa, pero también queríamos conseguir calmar un poco el ritmo… a la vez que conservar la rigidez de los personajes. Era complejo.

S. A. / Queríamos desarrollar los diferentes universos evocados en los cortos, tomándonos el tiempo de mostrar las cosas.

¿Cuál fue la idea de partida para la película Pánico en la granja?

V. P. / La historia que escogimos para desarrollar estaba inspirada en Ladrones de cartas. Es el episodio que más triunfó en el Festival, tanto entre los críticos como entre el público. Los héroes de Pánico en la granja descubrían un mundo paralelo: la Atlántida.

S. A. / Esa coexistencia de dos mundos diametralmente opuestos y desconocidos el uno para el otro genera una energía y un aliento que son necesarios para hacer un largometraje. El hecho de embarcar a nuestros personajes en la aventura del descubrimiento de ese mundo desconocido nos proporcionó el lado «aventurero» que necesitábamos para ir más allá de la serie.

¿Cómo les ha sentado a vuestros personajes pasar del corto (5 minutos) al largo (1 hora y 15 minutos)?

S. A. / Para que el paso de un formato al otro saliera bien, era imprescindible que desarrolláramos la psicología de los personajes y los lazos que los unen. ¡Ver durante cinco minutos a Indio o a Steven enfadarse con Cowboy no es lo mismo que acompañarles durante más de una hora! Reforzamos y precisamos la relación que une a los dos hermanos enemigos que son Indio y Cowboy, tratamos de humanizar a Caballo (a través de su idilio con Madame Longrée) o intentamos explicar los estados de ánimo de Jeanine o el Gendarme… Esperamos que el «alargamiento» haya funcionado… ¡El público decidirá!

¿Hay otros autores del mundo de la animación con el que podáis compararos? ¿Alguna influencia?

V. P. / Siempre existen influencias. Siempre hay personas cuyo trabajo te inspira. En el campo de la animación, por ejemplo, autores como Mark Baker han sido importantes. Más recientemente, las animaciones de «PES» (Adam Pesapane) son estimulantes. También hay personas cuyo universo nos es familiar: South Park, de Trey Parker y Matt Stone, o Futurama, de Matt Groening. Si nos remontamos más allá en el tiempo, las animaciones de Terry Gilliam para el Flying Circus de los Monty Python o las películas de Georges Pal nos han influenciado en cuanto a su desmesura (en técnica o en absurdo). Georges Pal, por ejemplo, anima a miles de figurines de madera con decorados fastuosos. Tal técnica puesta al servicio de un universo muy poético nos impresiona mucho.

Contadnos cómo nacieron Indio, Cowboy y Caballo.

V. P. / ¡El origen de los personajes está en las tiendas de antigüedades y los mercadillos callejeros! Como están de moda los juguetes de dinosaurios y de personajes manga, los niños se habían olvidado de los indios y los vaqueros, los animales de granja… Así que nosotros recuperamos a todos esos huérfanos, que no eran pocos. ¡Tan sencillo como eso!

En general, los indios y los vaqueros son enemigos. ¿Cómo se hicieron amigos?

S. A. / Indio y Cowboy tuvieron que hacer las paces porque vivían en la misma caja de juguetes…

Cuando trabajásteis sobre el guión, ¿qué proporción hubo de buenas y de malas ideas?

V. P. / Sólo tuvimos buenas ideas… Y las ideas que no pudieron incluirse en el largometraje se reciclarán. No desechamos nada, eso está claro. ¡Se despilfarra demasiado en esta sociedad moderna! (risas)

Hay una gran tradición de tebeos en Bélgica. ¿Y de animación?

S. A. / Sí, desde hace mucho tiempo Bélgica es un país pionero en tebeos. Cuando en los años 40 nacieron Spirou y Tintín, el tebeo en seguida se convirtió en parte importante de la cultura belga. Los autores clásicos como Hergé, Franquin, Morris, Peyo y Tillieux marcaron nuestra infancia. En los años 80, la relativa inocencia de esos clásicos se vio contaminada en nuestra mente por una nueva generación de autores que solían aparecer en las revistas Metal Hurlant o l’Echo des Savannes. Tramber (William Vaurien y Pypo), Kamagurka & Herr Seele (Cowboy Henk), Charlie Schlingo y otros nos insuflaron un espíritu más rockero. La revista Métal Hurlant mezclaba géneros: cine de serie B, contracultura, música.

V. P. / Hubo otro héroe que nos influenció profundamente: Rasmus Klump de Vil y Carla Hansen, una pareja sueca. El universo tan libre y poético de Petzi, Pingo y Riki fue primordial. No podríamos dejar de citar el universo de Gary Larson o el reciente Pinocho de Winschluss. En Bélgica, los tebeos y la animación han andado de la mano desde el principio. Morris, Franquin y Peyo comenzaron trabajando en estudios. Y a la inversa: sus tebeos fueron en seguida adaptados a la animación en estudios de Bélgica. En ese sentido, el mundo del tebeo y el de la animación van de la mano en Bélgica.

¿Os ha ocurrido que habéis grabado escenas enteras que no se han incluido en la película?

S. A. / Muchas veces. Al menos hay un cuarto de hora de escenas que no se han incluido en el montaje final de la película. Eso, en ficción, es normal. En animación, es una pérdida inmensa. Pero mira, tampoco en cuanto a eso tiraremos nada. Todo se reciclará en extras del DVD, escenas inéditas, etc.

Fuente: Sherlock

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