Entrevista a Volker Schlöndorff, una madurez llena de frutos: «Mantuve la actitud de Max Frisch, no quisimos añadir nada, ni juzgar, ni inventar al personaje principal»
El veterano director alemán Volker Schlöndorff estrena una película, Regreso a Montauk, en la que se pregunta por la vida con marco autobiográfico.
Hace tiempo que Volker Schlöndorff ha perdido ese aire serio, solemne, intimidante que tuvo; ahora es un hombre afable, sonriente, cercano. Me parece que refleja la distancia que hay entre El tambor de hojalata y Diplomacia. Antes de empezar recuerdo que aunque el cuerpo me pide preguntarle sobre la obra de Margarethe von Trotta, que fue su mujer, la conversación irá por otros derroteros; Regreso a Montauk, obra de madurez, da para hablar de lo humano y de lo divino.
El gran tema de la película sería la ficción, ¿no? Por una parte el protagonista es un escritor, pero además trataría de la vida entendida como ficción, de los recuerdos como una manera de ficcionar la vida.
Volker Schlöndorff/ Me gusta la expresión “La vida entendida como ficción”. [Se ríe, se ríe mucho a lo largo de esta entrevista]. Creo que ese es el problema, y es mi problema, porque el escritor -o el guionista- vive en dos mundos a la vez; por una parte vive, tiene sus opiniones, políticas y otras, y por otra escribe ficción y toma parte de su vida y la transforma en ficción; si algo no le gusta, pues lo reescribe. Al final está tan confundido que ella le dice: “estás soñando, y no solo en tus libros, sino en la vida.” Esa frase lo define. Se trata de una deformación profesional. Al cabo de un tiempo es un reflejo inevitable, conoces a alguien y lo conviertes en un personaje de ficción, y si no te gusta ese personaje, lo reescribes. Pero en la vida real no puedes hacer eso, cada vez que haces algo es definitivo, no se puede dar marcha atrás y rehacerlo. Cuando tomas una decisión, tienes que vivir con ella.
Toda escritura es autobiográfica. ¿Cuánto de esta historia es autobiográfica?
Volker Schlöndorff/ Es difícil cuantificar. En primer lugar, la necesidad de contar la historia es autobiográfica; viví en Nueva York en los ochenta. Conocí a alguien que puedo considerar el amor de mi vida (sea lo que sea lo que signifique esa expresión). La volví a ver 15 años después. Muchas de las situaciones y buena parte de los diálogos han sido tomados de la vida real. Pero ella es completamente distinta de Nina Hoss. Ella no vivió la vida que describe en su monólogo, sino algo completamente distinto. También son reales un montón de esos interesantes intercambios que tiene con Clara, pero fueron en un contexto diferente. También mi co-guionista introdujo muchas cosas reales, aunque lo le sucedieron a él. En definitiva, el punto de arranque es lo que dice el libro: “si entonces hubiera sido más sensato ahora estaría viviendo con ella. No fui sabio, pero, ¿podría haberme comportado de otra manera en ese momento? Debe haber una razón, no sé”.
Perdone, cuando el protagonista lee esas frases, la cámara está enfocando a Clara, sí, dice Volker, y el efecto es que él le está dando una bofetada.
Volker Schlöndorff/ Cierto, se trata de un hombre muy poco fiable porque es tan egoísta que no se da cuenta del efecto de sus acciones en ella. Su amigo le dice “ten un poco más de tacto” con toda la razón. Usted ha puesto el dedo en la llaga. Cuando hacía esta película, en la sala de montaje me decía, “voy a contar la historia desde el punto de vista del hombre”, pero al ver el material rodado me di cuenta de que estaba del lado de las mujeres, y no en el mío. Decidí que lo iba a dejar así. En cuanto a Nina Hoss, ella me conmovió; me enamoré de Nina, no de la actriz, sino de Rebeca, el personaje que ella estaba interpretando hasta el punto de que olvidé a mi propia Rebeca.
Max Frisch escribió la novela en 1991. ¿Cuánto de la obra de Max está en esta película?
Volker Schlöndorff/ Para empezar está el título. El libro original era un diario. Max dijo que iba a estar dos días en Montauk y que no quería inventar nada. Solo recordar su vida. Es un relato autobiográfico, próximo a un ensayo, imposible de manejar, sin recurrir a continuos flashback, así que al final decidí utilizarlo como punto de partida, una estancia en Nueva York y el encuentro con personas del pasado y del presente. Pero mantuvimos la actitud de Max Frisch, no quisimos añadir nada, ni juzgar, ni inventar al personaje principal, sino describir su conducta. [Se ríe]. No pensé que al final iba a ser tan demoledor para él. Creí que al final sería más comprensivo con él. Pero las mujeres son tan fuertes, y se hacen más fuertes con la historia, que al final él encoje. [Risas].


El hecho es que las mujeres son más sensatas frente a la vida; el hombre, artista, lo tiene todo menos claro. ¿Cree que el carácter artístico hace más complicadas las relaciones personales o es un tópico asociado al artista?
Volker Schlöndorff/ Si lo plantea de una forma tan radical, creo que es muy difícil vivir la vida de artista y la real al mismo tiempo. Si mira a la vida de escritores, por ejemplo Nabokov, todo parece convertirse en material para el siguiente libro. Especialmente si es algo muy emotivo, entonces la necesidad de contarlo se hace más urgente. Así que me parece que es difícil convivir con escritores.
¿Más que con directores?
Volker Schlöndorff/ Hablaba de los artistas en general. Los directores tenemos que ser más abiertos porque tenemos que trabajar continuamente con otra gente, somos comunicadores. Pero el escritor vive en su ficción, a menudo muy aislado, centrado en sí mismo. No quiero generalizar, pero creo que a veces tienen que ser egoístas. [Risas]. Tenemos que ser más abiertos o nadie querrá trabajar con nosotros. [Risas].
A un nivel profundo, la historia es de lamento, soledad, tal vez de arrepentimiento, ¿no?
Volker Schlöndorff/ Sí, no arrepentimiento en un sentido religioso, quiero decir que no es fácil vivir con tus errores en cuanto te das cuenta de lo que has hecho. Y por eso me da pena Max, cuando lo ves al final, en el avión, solo, ahora tiene que vivir con la conciencia de todo el daño que hizo no solo a Rebeca, sino también a sí mismo. No debe ser nada fácil. Yo, de alguna manera, lo superé al hacer la película. [Risas]. Él está ahí arriba y las ha perdido a las dos, eso es seguro. Cuando hice la película no era consciente de las implicaciones morales. Solo quería “soltar” la historia. No es sano vivir mirando hacia atrás. No se debe vivir mirando hacia atrás, pero a partir de una cierta edad no se puede evitar porque no quieres ver lo que se avecina, sabes demasiado bien lo que es. Entonces prefieres mirar hacia atrás y pensar si hubiera vivido de un modo diferente… Y creo que eso no es solo para escritores, eso le pasa a todos los hombres.
Eso es lo que cuenta al principio de la película: “Mi padre me dijo que… lo que hiciste mal y lo que podrías haber hecho y no hiciste”.
Volker Schlöndorff/ Exacto, “lo que deberías haber hecho”.
Ha hecho un retrato bastante condenatorio del hombre.
Volker Schlöndorff/ Por eso no creo que sea un retrato condenatorio, no tenemos la libertad de ser más que como somos. Es muy fácil enamorarse, es muy difícil vivir con alguien. Por eso hay tantas pérdidas, tantos errores. Casi toda la literatura trata de esto, la música trata de esto. Casi toda la música es nostálgica. Tiene un efecto nostálgico, pero para eso está el arte. Ponemos nostalgia en los libros, en las películas, en la música, y continuamos nuestras vidas en el mundo real.
En la película vemos al artista en plena promoción de su libro, y es entrevistado, y repite las mismas frases [risas… “a eso iba”], claramente eso es idea suya.
Volker Schlöndorff/ Sucedió por casualidad, habíamos rodado la escena de la entrevista, luego había que rodar otra y no teníamos escrito el contenido de la nueva entrevista, hubo que improvisar. [Ríe]. “Estoy demasiado cansado para escribir, di lo mismo que dijiste ayer [ríe]”. El resultado fue asombroso, no esperaba que el público se reiría tanto. Y es exactamente lo que sucede en la realidad. Cuando era más joven intentaba inventar una nueva respuesta a cada pregunta, al final no decía más que incoherencias. Lo cierto es que no tenemos un público que lea o escuche dos veces una entrevista. La segunda entrevista viene a ser un chiste interno.
Aparte de esto tenemos la imagen del artista hacia el público, la imagen glamurosa, los eventos.
Volker Schlöndorff/ Sí, hay que hacer estas promociones, cada vez hay más; cuando empecé eran una cosa pequeña, tres entrevistas bastaban; ahora los “media” se han multiplicado y todo cambia, pero hay que hacerlo, así que intento disfrutar con ello. Recuerdo que hace tiempo en EE.UU. estábamos sentados con el distribuidor y nos dijo, “estas son las respuestas que hay que dar [ríe]”. Luego el evento resulta aburrido, respondes muchas veces a la misma pregunta, y dices lo primero que se te pasa por la cabeza; a veces repites algo que ya has dicho anteriormente, a veces resulta ser algo completamente distinto. Al final es algo que te afecta, acabas pensando: “lo he dicho bien, mal, que me he perdido sobre la película”. La semana pasada tuve una experiencia extraña, mostraban 11 películas mías en el festival de La Rochelle, y tenía que presentarlas, y tenía un público fantástico. A eso de las diez de la mañana presenté una que había realizado hace treinta años, después de la comida presenté otra que había rodado hace diez años, por la noche presenté una que realicé el año pasado, al día siguiente, por la mañana, presenté El joven Torless, que había rodado hace cincuenta y un años. Y cada vez tenía que pensar en las circunstancias en que lo había realizado, los porqués y los cómos… Al final, ya no sabes cuándo vives, qué edad tienes y cada detalle. Yo necesito una o dos semanas para reponerme de estas giras promocionales. Por una parte, es muy bonito para tu ego ser reconocido, ser entrevistado, pausas para firmar autógrafos como si fueras alguien importante, pero hay que pagar un precio muy elevado. [Risas].
Háblenos del casting, ¿cuándo los eligió?
Volker Schlöndorff/ Primero fue Stellan, lo había visto en la entrega de premios europeos -me importa la academia europea-, él entregaba un premio y estuvo genial en el escenario, fue una gran actuación, divertida, elegante, adecuada, así que pensé “me gustaría trabajar con este hombre”. Luego, cuando estábamos buscando al escritor alemán, no encontré ninguno que me gustara, y pensé, está Stellan, basta convertir al personaje en un nórdico que vive en Berlín, hay muchos. Ese fue el primer paso, y la parte de Nina fue casi simultánea, pero esto es un secreto profesional. Le pregunté a Stellan, “¿conoces a Nina Hoss?”. Y me dijo, “no personalmente, sino por las películas”. “¿Crees que podrías trabajar con ella?”. Le di otros dos nombres alternativos -no sé qué habría hecho si hubiera elegido uno de los otros [risas] porque mi favorita siempre fue Nina-. Pero sabía que iba a ser algo tan delicado que lo mejor era que ellos convinieran y se aceptaran el uno al otro. Ella leyó el guion al día siguiente y dijo que lo haría, con una condición: “No quiero saber quién es, no me des más información sobre ella y su contexto”. Sé todo de ella, su infancia, su adolescencia, porque está basada en un personaje real, pero no hace falta saberlo. Es lo contrario al Método.
Ha funcionado de maravilla…
Volker Schlöndorff/ A mí también me lo parece. Surgen unas preguntas psicológicas interesantes, ¿por qué accede a acompañarlo al final? Tengo una interpretación. Y Nina también. En una entrevista yo di mi versión de por qué fue con él a Montauk, y ella me tomó aparte y me dijo, “no fue por eso en absoluto” [risas]. Y me dio su versión y, como siempre, [más risas] las mujeres tienen razón.
Stellan es el más conocido en EE.UU., ¿qué aportó a su personaje que le va bien?
Volker Schlöndorff/ Bueno, lo que sucedió en las calles de Nueva York, sin cortar las calles, simplemente avanzando por ellas y entrando en un café y sentarse mientras el cámara está rodando sin parar y el jefe de producción hablando con el propietario preguntando si puede hacer la película. Cuando llegaron a un acuerdo, ya habíamos terminado de rodar lo que necesitábamos, salvo por la gente que llegó y le pedía un autógrafo. Tiene razón, no tenía ni idea de lo famoso que era en EE.UU. Pero era por Los Vengadores y Piratas del Caribe, no por Lars von Trier. Podía ser un famoso escritor que la gente reconocía. Pero, es curioso, de momento el público norteamericano ha sido reacio a esta película y creo que es por algún reparo ético. De alguna manera no concuerdan con nuestra historia, pero no sé por qué.
Hablando de América, en la película se muestran diferencias entre Europa y EE.UU. ¿Nos puede dar su opinión de la evolución de nuestros dos continentes?
Volker Schlöndorff/ Eso es una larga pregunta y no tengo una respuesta corta. Estuve en Nueva York por primera vez a comienzos de los sesenta y tuve la impresión de que no había estado nunca en una ciudad tan europea. Supongo que era como Berlín o Viena antes de la Guerra. Toda la civilización europea que fue destruida en la guerra parecía sobrevivir allí. Ahora no queda nada de eso. Nueva York se ha vuelto más cosmopolita, más asiática y menos cultural, más ciudad del dinero y del consumo. Con mucha energía, pero muy lejos de Europa. Y Europa parece estarse confinando en Europa, las relaciones transatlánticas han cambiado. Ahora hay otros emigrantes, no son europeos. Y Europa recibe otros emigrantes.
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