Mike Newell, director de Grandes esperanzas
Mike Newell: «Grandes esperanzas es la historia de unos jóvenes que reciben malos tratos por parte de unos mayores que fueron maltratados».
En el marco de la IX edición del Sevilla Festival de Cine Europeo, estuvimos con el director británico, autor de películas como La máscara de hierro, Un abril encantado, Harry Potter y el cáliz de fuego o El amor en los tiempos del cólera, todas ellas adaptaciones de novelas. Ahora se estrena Grandes esperanzas, nueva versión de la novela de Dickens.
¿Por qué hace esta película, por el bicentenario de Dickens o por un interés personal?
Mike Newell/ No ha sido por el aniversario. Cuando era universitario estudié Literatura Inglesa y desarrollé un particular amor por Dickens. En aquel momento no estaba nada de moda estudiar a este autor. Yo lo estudié, tenía una voz tan personal que era muy fácil de reconocer. Me encantó esa voz… Cincuenta años después me ha venido esta oportunidad. Grandes esperanzas es una historia muy rica, de amor, de fantasmas, un melodrama también. No acaba nunca, es una mina de la que siempre se saca riqueza.
¿Era necesaria una nueva versión de Grandes esperanzas? Ya existen muchas adaptaciones teatrales y cinematográficas…
M. N./ He visto siete o diez versiones televisivas y cinematográficas. Ya hace 70 años, David Lean hizo una gran adaptación. Es posible que alguien no entienda que se haga de nuevo o piense que no se aproxima para nada al maestro. Pero hay un enfoque que no se había mostrado y que es muy moderno: Grandes esperanzas es la historia de unos jóvenes que sufren malos tratos por parte de unos mayores que a su vez fueron maltratados. Habla sobre el paso del mal de generación en generación, y del hecho de que la gente no pueda escapar de ello. Mi intención es enseñar que estos dos jóvenes –Pip y Stella– son infelices porque han sido unas víctimas obligadas a seguir caminos equivocados: Pip no tenía que haber sido un caballero y Stella no tenía que haber sido una dama, es la hija de un convicto.
¿Es entonces ésta su aportación, su voz personal?
M. N./ Sí. Mi visión es que estamos ante una terrible equivocación. Pip y Stella son personajes a los que les han arruinado la vida. Yo quería mostrar cómo se puede llegar a cometer tan gran error, engañarse uno mismo y conducirse al desastre.
Sin embargo, como su título indica, es una obra esperanzada, llena de buenos sentimientos.
M. N./ Cierto, pero porque ellos aprenden. Pip sufre un viaje emocional. Cambia sus motivaciones continuamente. Primero es feliz con Joe, luego infeliz. Después, cuando cree que ha conseguido serlo en Londres, se da cuenta de que no e intenta volver a casa para recuperar el amor, pero ya no hay nada para él. Hay un dicho: ‘la vida es lo que transcurre mientras estamos haciendo otras cosas’. Pues esto es lo que le sucede a Pip. El espectador pasa toda la película diciéndole: ‘¡no lo hagas, no lo hagas! ¡Oh!, lo ha hecho…’.
Hay personajes –Joe, Biddy– que son muy buena gente, pero Pip, Magwitch, la Srta. Havisham, no son buenos. Estela también es una víctima y tampoco es buena. Dickens hace que exista gente maravillosa, son simples, no tienen don de palabra ni casi pueden expresarse. Y, sin embargo, influyen en los demás.


En esta película y en otras trabaja con grandes actores. Hábleme de su relación con ellos.
M. N./ Ninguno es fácil. Cada actor tiene su propio idioma y tienes que descubrirlo. Ellos quieren saber por qué el personaje hace lo que hace, la motivación. Muchas veces lo saben mejor que tú y tienes que apartarte y dejarles hacer. Otras, necesitan tu ayuda. Lo importante es la comunicación.
En esta película hay un reparto generacional. Empecé con la Srta. Havisham y pensé en Helena Bonham Carter, y, aunque nunca habíamos trabajado juntos, me pareció perfecta para el papel porque es una ‘gran histérica’. Por ejemplo, estaba de vacaciones, muchísimo después de haber acabado la película, y recibí una llamada suya. La había visto y estaba horrorizada con el resultado de su maquillaje. Me llamaba para ver si se podía corregir con efectos digitales. Luego tuve que buscar una pareja ideal y todo ese elenco de personajes de apoyo, porque en las historias de Dickens hay muchos y muy ricos. No hay ninguno malo.
Decía Eisenstein: «Cuando éramos niños no nos dábamos cuenta de este mecanismo, y al ser adultos raramente hemos releído las novelas de Dickens. Ahora, al convertirnos en realizadores de filmes, nunca encontramos el tiempo suficiente para mirar debajo de las cubiertas de estas novelas y buscar qué es, exactamente, lo que nos había cautivado en ellas». Griffith, por lo visto, se dio más cuenta de ello. ¿Qué es Dickens para el cine?
M. N./ Hay gente que es como una vela, que da luz. Y Dickens lo fue durante muchos años. No hay nadie que a su muerte haya producido tanto. Y tenía un modo de narrar único. Cuando se ponía a escribir desplegaba una energía enorme que lo desbordaba. Escribió auténticos guiones, con fotogramas inolvidables para tu mente. La escena del barco de vapor, por ejemplo, está escrita con frases cortas, como disparos: ‘Magwitch cae al agua. Y después Pip se tira. Y después…’ ¡Lo corta, lo corta todo el tiempo! Sus descripciones, por ejemplo, son vivísimas. Su visión de Londres, maravillosa y terrible a un tiempo. Esta ciudad era el centro del mundo, visceral, llena de ruidos, de grandeza y miseria. La gente llegaba pensando que iba a comerse Londres y era Londres quien la devoraba, como Saturno devora a sus hijos.
Jane Eyre, Los miserables, Anna Karenina, Grandes esperanzas, ¿por qué le siguen fascinando al cine las novelas del XIX?
M. N./ Hay muchas razones, pero pienso que una de ellas es porque la literatura del XIX se interesa más por el ‘por qué pasa’ que por el ‘qué pasa’. Esto es nuevo. Todavía no se ha descubierto la psicología, no saben la respuesta pero se preguntan. La cuestión de la motivación es muy importante. Hay más en los personajes y en la acción de lo que parece a primera vista: todo un paisaje detrás del rostro, debajo de la piel.
Usted lleva casi cincuenta años haciendo televisión y cine. Ha tocado todos los géneros: drama, aventura, juvenil, adaptaciones de clásicos, comedia romántica, apocalíptico, acción… No se ha encasillado.
M. N./ Y me encantaría hacer una del oeste (risas). Es una necesidad que tengo, y que confunde a la gente e irrita a la crítica, porque no pueden etiquetarme. Próximamente haré Reykjavik, una historia política, casi contemporánea, sobre Reagan y Gorbachov. Seguro que piensan: ‘va a fastidiar el género’. Creerán que no tiene consistencia, pero a mí me parece consistente actuar así. Yo no puedo centrarme en un género. Me gusta contar historias que tienen un personaje central maravilloso con problemas. Hugh Grant, en Cuatro bodas y un funeral, por ejemplo, es una persona encantadora con un problema horrible: no es capaz de comprometerse; y Harry Potter es un héroe contemporáneo pero tiene un problema: que el más poderoso quiere tres gotas de su sangre. Si tienes un personaje interesante puedes hacer una gran historia. Eso pasa en Grandes esperanzas: hay un personaje maravilloso y luego le ponemos un montón de problemas que le afectan y le dan forma, que le influyen. En eso estoy con Dickens.
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