Pernille Fischer Christensen, directora danesa de Alguien a quien amar, habla de su película, que se estrena en España el 24 de octubre.
¿Háblenos del protagonista, Thomas?
Thomas es un hombre que ha luchado para conseguir la libertad absoluta, pero a la vez ha forjado los barrotes de su propia cárcel. De una forma brutal, se le presenta la oportunidad de dar un gran salto interior.
¿Es una historia de amor?
Desde luego, en el sentido de que trata de decir sí al amor. Thomas tiene un terrible miedo a vivir. Teme todo lo malo que puede pasarle, pero mucho más aún, todo lo bueno. ¿Qué me ocurrirá si me pasa algo bueno? En mis películas puede decirse que la bondad es sinónimo de amor.
¿Thomas ha dado la espalda a todos y a todo para refugiarse en la música?
Más bien en el trabajo. Es el clásico mito del artista que lo sacrifica todo, pero también es, generalmente hablando, uno de los dilemas del hombre moderno, la idea de que el trabajo libera. Permite echar a un lado lo que antes era una obligación, por ejemplo la familia. En esta película se examina si significa realmente algo ser parientes. De pronto, Thomas descubre que debe cuidar de un niño, concretamente de su nieto. Hasta ese momento siempre ha podido escoger de quién rodearse. También es propio del momento que vivimos. Siempre me sorprende que la familia moderna sea algo que se puede tener o apartar según apetece.
Pero sí escoge al reparto…
El reparto de la película es tremendo. Mikael Persbrandt tiene una presencia muy física. Siempre insiste en sumergirse totalmente en su personaje, no tiene miedo, es apasionado, sensible. La valentía suele ser una cualidad de los actores con los que trabajo, como Trine Dyrholm. Nada le asusta nunca. He trabajado con ella en varias ocasiones durante los pasados quince años y me parece que ha tenido que ver con mi forma de dirigir. Y encima, es muy musical.
Todos sabíamos que Trine Dyrholm sabe cantar, pero ¿sabía cantar Mikael Persbrandt?
Por eso digo que es valiente, y por eso le admiro. Nunca había cantado profesionalmente, pero se tiró de cabeza y acabó siendo una estrella del rock de lo más creíble.
Ha creado su propia estrella del rock.
Bueno, en cierto modo. Reuní a algunos de los mejores talentos musicales de Escandinavia, y juntos, con la ayuda de Mikael, creamos el personaje. Nos hemos esforzado en conseguir un sonido escandinavo auténtico. Trabajé mucho en conceptualizar la expresión musical y las letras adecuadas, la forma en que la música apoya y lleva parte de la historia.
Pero, ¿también es una película visual?
También nos esforzamos en crear la mitología que rodea a una estrella. Debía ser apuesto, y Mikael Persbrandt lo es, no cabe duda. Tanto por dentro como por fuera. Y tiene una voz preciosa. Pero también queríamos que Thomas fuera bello de una forma atemporal y que la belleza le importara. Puede decirse que el diseño de la película es una extensión de Thomas.
Por eso pensamos que el espectador debía sentir todas las texturas, los objetos de la película. Hay que sentir la tela de la camisa de Thomas, las joyas que apenas tocan su piel, notar las flores que brillan en una escena y están marchitas en otra. Me apasiona meterme en los detalles, me interesa la luz, el sonido, los peinados, los colores de las paredes, los zapatos, los botones. Intento que todos los detalles del encuadre tengan un significado. En realidad, son trucos que se aprenden pintando.
Thomas no está nada contento con tener que volver a Escandinavia para grabar su nuevo disco, pero ¿qué significó para usted rodar en el campo danés?
Mucho. Fue fantástico rodar en el campo danés en pleno invierno. Los paisajes invernales en Dinamarca son muy emotivos. Se esconde algo debajo de la nieve. Los sonidos cambian. Se oye la respiración en el silencio. Es un paisaje desnudo, vacío. Pero también es mágico, la nieve nos incita a jugar y volvemos a ser niños.
En un momento de la película, Thomas le dice a su hija que ya es demasiado tarde para crear una infancia feliz.
Sí, y es verdad, pero nunca es tarde para cambiar la forma en que vemos nuestra infancia. No se puede usar una infancia infeliz como excusa para seguir pasando mierda a la siguiente generación. Todos nosotros, cada generación tiene la obligación de conseguir que la siguiente esté un poco mejor. Hay que intentarlo por lo menos, especialmente en esta época.
No solo las estrellas del rock se refugian en la música o en Los Ángeles y apartan sus responsabilidades con la excusa de que están demasiado ocupados con el trabajo o consigo mismos. Y tampoco solo los hombres. En esta película, los personajes luchan con temas universales, como las adicciones, el abandono, el consuelo, la familia y el amor.
¿No se trata de una película moralizante?
No, no, para nada. Me gustaría que estuviéramos abiertos a la idea de que atreverse a ser responsables también implica ser libres. Y en definirnos como seres humanos, no por lo que rehusamos hacer, sino por lo que aceptamos hacer.
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