Wim Wenders, La sal de la tierra
Win Wenders, el realizador alemán, retrata al fotógrafo brasileño Sebastião Salgado con la ayuda de su hijo Juliano en La sal de la tierra.
¿Hace cuánto que conoce a Sebastião Salgado? ¿Le había impresionado su trabajo antes de conocerlo?
Ya hace casi 25 años que conozco a Sebastião Salgado. Hace tiempo compré dos fotos suyas que me conmovieron profundamente. Las enmarqué, y desde entonces están colgadas encima de mi escritorio. Esas fotografías me llevaron a visitar poco después una exposición llamada At Work. Desde entonces, he sido un admirador incondicional del trabajo de Sebastião, a pesar de que sólo lo conocí en persona hace cinco o seis años.
¿Cuál fue el catalizador del proyecto La sal de la tierra?
Nos reunimos en su oficina de París. Me hizo visitar su estudio y descubrí Génesis. Era un nuevo e interesante punto de partida de su trabajo y como siempre, un proyecto de enorme envergadura con una extensa trayectoria. Me fascinó su compromiso con el trabajo y también su determinación. Después volvimos a vernos y descubrimos que a ambos nos gustaba el fútbol, y empezamos a hablar de fotografía en general. Un día, me preguntó si me interesaría acompañarle a él y a su hijo Juliano en un viaje sin una meta concreta y para él que necesitaban el punto de vista de un outsider.
Una vez que decidió codirigir La sal de la tierra con Juliano, el hijo de Sebastião Salgado, ¿tuvo que resolver muchos problemas? ¿El enorme volumen de material, o la elección de las fotografías? Aparte de las secuencias de Juliano filmando a su padre, ¿descubrió otros materiales de archivo?
Lo cierto es que el mayor problema fue la abundancia de material. Juliano ya había acompañado a su padre en muchos viajes alrededor del mundo. Así que había horas y horas de imágenes documentales. Yo tenía pensado acompañar a Sebastião en al menos dos «misiones»: al norte de Siberia y en una expedición en globo sobrevolando Namibia. Pero tuvimos que cancelarlos porque me puse enfermo y no pude viajar. Así que empecé a centrarme en su trabajo fotográfico, y grabamos varias entrevistas en París. Pero a medida que descubría su trabajo tenía más preguntas. Y por supuesto, tuve acceso a una ingente cantidad de imágenes de archivo.
Su presencia en la película es cálida y discreta: ¿dónde se desarrollaron las entrevistas a Sebastião Salgado? ¿Y qué criterio siguieron para elegir las fotografías?
¿Le animó a comentar sus fotografías recordándole el lugar y el momento en el que se tomaron? Una mina de oro brasileña, la hambruna en el Sahel, el genocidio de Ruanda, etc. Casi todas son imágenes trágicas. ¿Le parecieron en algún momento «demasiado bellas», como algunos le han reprochado?
En el «cuarto oscuro» recorrimos durante una buena semana toda la obra fotográfica de Sebastião, en orden más o menos cronológico. Para él fue muy difícil estar detrás de la cámara y para nosotros también porque algunos de los relatos y viajes son muy inquietantes, y algunos realmente terribles. A Sebastião le pareció que estaba volviendo a esos lugares, y para nosotros, todos esos viajes «al corazón de la oscuridad» también fueron abrumadores. A veces teníamos que parar y yo me iba a dar un paseo para distanciarme por un momento de lo que acababa de ver y oír.
En lo que se refiere a si sus fotografías son demasiado bellas o estéticas, no estoy nada de acuerdo con esas críticas. Cuando fotografías la pobreza y el sufrimiento tienes que darle cierta dignidad al sujeto y evitar caer en el voyeurismo. No es fácil. Sólo se puede lograr si estableces una buena relación con la gente que está delante de la cámara, y consigues entrar en sus vidas y en su situación. Muy pocos fotógrafos lo consiguen. La mayoría llegan a un sitio, hacen unas cuantas fotos y se largan. Sebastião no trabaja así. Pasa tiempo con la gente a la que fotografía para comprender su situación, vive con ellos, simpatiza con ellos, y comparte sus vidas en la medida de lo posible. Empatiza con ellos. Hace este trabajo para la gente, para darles voz.
Las imágenes tomadas sobre la marcha y las fotografías al estilo «documental» no pueden transmitir las mismas cosas. Si encuentras la forma de transmitir una situación de forma convincente, estarás más cerca de un lenguaje que corresponde a lo que estás ilustrando y al sujeto que está delante de ti. Cuanto más te esfuerces en hacer una «buena foto» más nobleza tendrá tu sujeto y más destacará. Creo que Sebastião sabía cómo revestir de dignidad a toda esa gente que se ponía delante de su cámara. ¡Sus fotografías no son sobre él sino sobre toda esa gente!
En La sal de la tierra, ¿trabajó basándose en un guión o la película se estructuró durante el montaje?
Escribí las líneas generales de la película, y al final el «cuarto oscuro» actuó como dispositivo conceptual. Pero en general, como ocurre en todos los documentales, debes intentar filmar material en el momento y no perderte lo que está pasando delante de ti por culpa de decisiones que has tomado previamente. Es lo que ocurrió cuando fui a Brasil y filmé a Sebastião y Lélia (su mujer) en Vitória, la ciudad donde viven, o en el interior del Instituto Terra. Tuve que dejarme guiar por lo inesperado y estar listo para rodar cuando se presentaba la ocasión. Este es el otro aspecto de mi aportación a esta película: entablar un vínculo entre la extraordinaria «otra vida» de los Salgado y el cuerpo de trabajo fotográfico. En cierto sentido, su compromiso ecológico y sus esfuerzos por regenerar la selva tropical atlántica son, en un mi opinión, tan importantes como las fotografías de Sebastião. Por esa razón, tuve la impresión de que estábamos haciendo dos documentales al mismo tiempo, que después montamos en una sola película.
El documental representa el retrato de un hombre y va de su vida a su obra. También es un estudio entrañable de la relación padre-hijo. ¿Este aspecto dual se planteó desde el principio?
Sí, nuestra película tuvo varias dimensiones desde el primer momento. La relación padre-hijo también formaba parte del proyecto desde su inicio. Hubiera podido convertirse en un obstáculo para la película. Y creo que los Salgado -padre e hijo- no se equivocaron al querer que participara en la película para evitar ese riesgo. Pero lo cierto es que es una parte muy entrañable de la película.
Una de las características más reconocibles de Salgado es que sólo utiliza el blanco y negro. ¿Cómo lo justifica él? En sus películas (En el cuerso del tiempo, la percepción de nuestro mundo por los ángeles en El cielo sobre Berlín, El estado de las cosas), usted lo utiliza con gran eficacia. ¿Esa particularidad les acercó?
Sí, la verdad es que me identifico totalmente con su uso del blanco y negro. De hecho, la parte de la película que filmé también es en blanco y negro para que encajara mejor con sus fotografías. En algún momento abordamos este tema en nuestras entrevistas. Pero al final no conservamos ese segmento en el montaje definitivo. Me di cuenta que se podía comprender ese aspecto de su trabajo sin necesidad de más explicaciones.
Ambos tienen en común la fotografía ya que usted es un reconocido fotógrafo (y, al igual que Salgado, un fan de la cámara Leica), y muchos de los personajes de sus películas (Philip Winter en Alicia en las ciudades, Tom Ripley en El amigo americano, o Travis en París, Texas) mantienen un vínculo con fotografías o la fotografía. ¿Salgado conocía su trabajo tanto como usted el suyo?
Salgado tomó muchas fotografías mientras estábamos rodando, incluso del equipo técnico. Así que puede que tenga el honor de aparecer en algunas de sus fotografías. Pero no creo que conozca mis películas tan bien como yo conozco sus fotografías. Y esa fue la razón principal por la que quise hacer esta película. El era el sujeto de mi película y no al contrario.
A lo largo de La sal de la tierra se pone de manifiesto la presencia y la importancia de Lélia Wanick Salgado, su mujer, en la vida y la obra de Salgado. ¿Desempeñó un papel activo en la realización de La sal de la tierra?
Llevan 50 años trabajando juntos. Lélia aporta una gran energía a Sebastião, algo muy necesario para sus trabajos y sus exposiciones. Además, emprenden juntos sus grandes proyectos fotográficos. Por lo tanto, era lógico que formara parte intrínseca de la película. Es una mujer extraordinaria, muy fuerte, muy directa, honesta y encantadora. Y muy divertida. ¡Los Salgado se ríen muchísimo!
La última parte de la película es un viaje inesperado, a la vez íntimo y con un enorme contenido ecológico: el regreso de la familia Salgado al rancho familiar de Aimorés en Brasil. Un paisaje espectacular devastado por la deforestación, y la increíble apuesta de los Salgado. Una apuesta que está empezando a dar frutos ya que han replantado dos millones de árboles. Para Salgado el hombre y para el fotógrafo de los conflictos humanos más dramáticos, ¿podríamos hablar de un final feliz?
Quedó claro desde el principio que teníamos que contemplar el hecho de que los Salgado tienen otra actividad además de la fotografía: su compromiso con la ecología. Así que siempre supe que debía contar dos historias al mismo tiempo. Una que contaría que el programa de reforestación que han emprendido en Brasil, y sus casi milagrosos resultados, han tenido un final feliz para Sebastião, después de toda las desgracias de las que fue testigo y de la depresión en la que se sumió al volver de Ruanda por última vez. No sólo ha dedicado Génesis, su último trabajo monumental, a la Naturaleza, sino que también se puede decir que la Naturaleza le ha permitido no perder la fe en la Humanidad.
© Caramel