Casablanca (1942). Parte 2: El primer borrador
· Casablanca (1942), de Michael Curtiz | Evidentemente la obra no funcionaba en su estado presente, pero tenía detrás un enorme potencial como melodrama y Hall B. Wallis, de la Warner, no quería dejar escapar esa oportunidad.
El 8 de diciembre de 1941, el día después del ataque a Pearl Harbour, una copia de Everybody Comes to Rick’s llegó a las manos de Stephen Karnot, analista de historias de la Warner Brothers. Su trabajo consistía en leer cada día dos o tres guiones o piezas de teatro y evaluar sus posibilidades cinematográficas. Y esta vez, Karnot supo que tenía en sus manos una obra especial.
Una historia para Humphrey
En lugar de un informe rutinario, escrito en quince minutos, Karnot empleó tres días en elaborar una sinopsis de una página y otra de veintidós para enviárselas a Hall B. Wallis, uno de los más afamados productores de la Warner. Junto a ellas, Karnot adjuntó unos breves y sugerentes comentarios: «Excelente melodrama, lleno de colorido y acertado en su ambientación. Clima tenso, suspense, conflicto externo y psicológico al mismo tiempo. La acción es cautivadora y el diálogo chispeante. Un posible box-office para Bogart, y quizás para Mary Astor«.
Cuando Wallis leyó aquellos folios, se interesó de inmediato por la historia. Evidentemente la obra no funcionaba en su estado presente, pero tenía detrás un enorme potencial como melodrama y él no quería dejar escapar esa oportunidad. Disimulando su vivo interés por la obra, remitió diversas copias a escritores y guionistas del Estudio, quienes se manifestaron favorables pero no demasiado entusiastas. El único realmente enamorado por la historia fue Aeneas MacKenzie, que unos días más tarde envió la siguiente respuesta:
«Creo que podemos hacer una gran película de esta pieza. Pero no será sin un gran esfuerzo, porque ciertas caracterizaciones -como la de Rinaldo (más tarde Renault, el personaje de Claude Rains)- necesitan una definición más sólida; y algunas situaciones básicas plantearán problemas con la censura. Todo ello, sin embargo, puede superarse porque detrás de la acción y de su entorno está la posibilidad de un tema excelente: la idea de que cuando la gente pierde sus ideales, necesita ser golpeada por dentro para que empiece a luchar. Esto es lo que le ha sucedido a Francia y también a Rick Blaine«.
Cuando Wallis leyó estas líneas, ya estaba totalmente decidido a hacer la película. Todavía no contaba con el visto bueno de sus jefes ni se habían comprado los derechos de la obra, pero el 1 de enero de 1942 él había hecho suyo el proyecto y lo había rebautizado con el título que ya sería definitivo: Casablanca. La aventura de su caótica producción no había hecho más que comenzar.
«Escríbelo otra vez, Sam…»
El primer problema que el propio Wallis tuvo que afrontar fue la reescritura de la trama. Por encima de sus muchas similitudes con el futuro filme, la obra teatral presentaba lagunas ciertamente notables en la relación de los personajes.
La fiel esposa de Víctor, el activista checo, aparecía allí como una mujer de dudosa moralidad y de origen americano: Lois Meredith. Ella y Rick se habían conocido en París y habían mantenido un prolongado romance durante un año, a pesar de que ella sabía su condición de casado y padre de dos hijos. Por el contrario, cuando Rick descubre que ella vive con otro hombre, sufre una fuerte convulsión y abandona todo para irse a vivir solo a Casablanca. Cuando, años más tarde, Lois aparece accidentalmente en su nightclub, Rick descubre que ella no ha cambiado: Víctor no es su marido y en esa primera noche accede fácilmente a acostarse con él para intentar obtener los visados.
Como Aeneas había vaticinado, la trama requería arreglos drásticos. Así expuesta, el público nunca creería que Lois amó realmente a Rick, nunca simpatizaría con los personajes y, lo que es peor, nunca creería que ella fue en París el gran amor del protagonista. La premisa básica de la historia se venía abajo estrepitosamente.
Tal vez por su inicial entusiasmo, o quizás también por su facilidad con personajes y ambientes europeos, Aeneas MacKenzie fue seleccionado para escribir el primer borrador de la historia. Durante seis semanas, él y Wally Kline desmenuzaron la obra en piezas para reescribir la estructura y cada una de sus partes.
Empezaron a trabajar el 9 de enero, aunque la Warner no dio su visto bueno hasta tres días más tarde; y el 23 del mes siguiente remitieron las últimas páginas a Wallis. Su trabajo consistió, básicamente, en adaptar la trama a una forma más cinematográfica (con otros escenarios, además del Rick’s Café), alterar sucintamente los personajes y añadir pequeñas escenas. Los problemas de fondo, sin embargo, continuaban latentes.
Casablanca (1942), de Michael Curtiz (parte 1)
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