Casablanca (1942), de Michael Curtiz (parte 3): La reescritura de los Epstein

· En la capital del Estado, una vez finalizada su jornada, los dos hermanos robaban horas a la noche para continuar el trabajo del guion de Casablanca.

Para resolver los problemas del primer borrador de MacKenzie y Kline, el productor Hal Wallis contrató a los hermanos Epstein, que tenían una merecida fama como «reescritores» de guiones. Julius y Philip Epstein, los gemelos más famosos de Hollywood, habían trabajado con acierto en la reelaboración de Four daughters (1938), No time for comedy (1940) y El hombre que vino a cenar (1941). Su fuerte era la brillantez en el diálogo y el colorido en los personajes secundarios.

Trabajando contra reloj

Cuando ellos comenzaron su trabajo, a finales de febrero, el tiempo empezó a ser un factor esencial. Wallis había ya echado el ojo sobre Humphrey Bogart, que tenía contrato con la Columbia a partir de septiembre. El rodaje debía comenzar, por tanto, esa misma primavera: en abril o principios de mayo. Y los Epstein, además, habían sido contratados por Capra para trabajar en Washington sobre su documental Why we fight.

En la capital del Estado, una vez finalizada su jornada, los dos hermanos robaban horas a la noche para continuar el trabajo del guion de Casablanca. Su principal aportación fue la transformación de Rinaldo en un personaje clave en la historia. Cambiaron su nombre a Luis Renault, y le dieron más y más frases ingeniosas a lo largo del guion. Por entonces no existía la famosa casa de automóviles, por lo que ellos reclamaron luego numerosas veces la autoría de la marca. Pensando en Claude Rains, su actor favorito, construyeron un personaje de alivio cómico para una trama decididamente tensa en lo político y en lo romántico. También construyeron su relación con Rick, y llenaron al personaje central con toques de humor y de un más suave cinismo.

El 2 de abril de 1942 remitieron a Wallis el primer tercio del guion: justo hasta el comienzo del flashback de París. Se intuía ya la versión definitiva, con un Rick más consistente, una variada gama de personajes de apoyo y un diálogo ciertamente cautivador. Sin embargo, el problema seguía siendo Luis Meredith, la mujer voluble y sensual, de origen americano, que no encajaba de ninguna forma en la historia.

Por esto, tras el primer envío de los hermanos Epstein, Wallis contrató al más veterano guionista de la Warner, Howard Koch, para revisar esas páginas y reestructurar la trama. Debía poner atención, especialmente, en cuatro puntos: el problemático final, el flashback de París, las escenas románticas y algunos aspectos del carácter de Rick.

Un nuevo perfil protagonista

Bogart, ya en nómina para esas fechas, había manifestado muy claramente que su personaje era demasiado frío, hostil y autocomplaciente como para que la audiencia se identificase con él. Los Epstein habían suavizado sus asperezas y sustituido algunos rasgos negativos por una especie de independencia y una cierta filosofía neutral. También su historia pasada había sido retocada, eliminando su anterior matrimonio y su carrera como abogado -algo esencial en la obra de teatro-. Los dos hermanos habían dejado su vida deliberadamente vaga.

Koch acabó de perfilar el personaje. Le llenó de una cierta humanidad, redondeó algunas de sus frases e incluyó referencias a su lucha con los republicanos en España y a la venta de armas en Etiopía.

El 11 de mayo, tras un mes y cinco días de trabajo, Koch envió un informe a Wallis sobre la situación del guion: la historia funciona en términos generales; pero, desde su punto de vista, los Epstein habían enfatizado en exceso el humor y el ingenio en los diálogos. Ahora había que compensar la historia y reforzar el melodrama para hacer de él la pieza básica de todo el relato.

Con el visto bueno del productor, Koch escribió en diez días otra versión entera del guion mientras los Epstein terminaban la suya. Una semana antes de empezar el rodaje, Casey Robinson fue requerido para dar su opinión sobre ambas versiones. Sus comentarios fueron sumamente clarificadores, y el curtido escritor de la Warner pasó de inmediato a trabajar en la versión definitiva de la historia.

A pesar de los progresos, el guion continuaba siendo la pesadilla de Wallis, que tenía en esos momentos muchos otros problemas de la producción en los que pensar.

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