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Casablanca (1942), de Michael Curtiz (parte 5), un Víctor ideal para Ilsa

Paul Henreid accedió a ese maldito papel de Víctor el día 1 de mayo de 1942, pero puso a su vez una condición: cobrar lo mismo que Bogart y Bergman

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Casablanca (1942), de Michael Curtiz (parte 5): Dudas apremiantes en el casting

· Paul Henreid accedió a ese maldito papel de Víctor el día 1 de mayo de 1942, pero puso a su vez una condición: cobrar lo mismo que Bogart y Bergman.

Si conseguir a Ilsa había sido difícil, encontrar a un Víctor idóneo parecía poco menos que imposible. Para ese papel, Hal tenía dos nombres en su mente: Philip Dorn y Paul Henreid; y los dos presentaban enormes problemas. Dorn estaba bajo contrato con la MGM y empezaba a trabajar inmediatamente en Niebla en el pasado. Henreid, por el contrario, estaba disponible, pero no congeniaba en absoluto con la idea.

El actor austríaco, que acababa de llegar al estrellato en Hollywood merced a Joan of Paris y al todavía no estrenado La extraña pasajera, solo se contentaba con papeles protagonistas. Y el personaje de Víctor Laszlo, pese a todo su atractivo, estaba muy por debajo de Ilsa y Rick. Henreid no quería plantearse una vuelta atrás y rechazó de plano la oferta.

Refugiado en Casablanca o en Europa


Wallis se tiraba de los pelos, porque el personaje parecía hecho a la medida de ese actor. Como LaszloHenreid era de origen austríaco, refugiado del Tercer Reich, y también un vehemente detractor del nazismo.

Mientras seguía el tira y afloja entre ambos, Hal Wallis consideró otras posibilidades que no fructificaron: Nils Asther, que acababa de firmar un contrato con la Paramount; Jean-Pierre Aumont, actor francés recién emigrado a los Estados Unidos; Joseph Cotten, bajo contrato con un Selznick al que ya no podía pedir más.

En ese momento, los acontecimientos de la II Guerra Mundial -que fueron siempre propicios a la película- vinieron una vez más en su ayuda. Puesto que Austria había entrado a formar parte del Tercer Reich, todos los ciudadanos de ese país que estuvieran sin trabajo debían salir del territorio americano. Y Paul Henreid, que estaba a punto de terminar La extraña pasajera, se vio de repente en un callejón sin salida: o aceptaba ser refugiado en la ficción
de Casablanca, o lo sería realmente en algún recóndito lugar de Europa.

Paul accedió a ese maldito papel el día 1 de mayo de 1942, pero puso a su vez una condición: cobrar lo mismo que Bogart y Bergman. Según la leyenda, insistió también en que Ilsa debería quedarse con él al final de la película; pero a esas alturas nadie podía asegurar un solo punto del guion, pues el borrador seguía dando vueltas sin encontrar su forma definitiva.

¿Y si Sam fuera una cantante?

Por si esto fuera poco, semanas antes de empezar el rodaje todavía no contaban con un actor adecuado para el papel de Sam, el pianista. Este importante personaje, punto de unión entre Rick e Ilsa, era también un confidente clave para la subtrama del protagonista; sin él, la transformación de Rick se venía abajo.

Como no había un candidato claro, alguien propuso una solución desesperada: transformar ese personaje en una cantante de color. Wallis pensó seriamente esta posibilidad durante los meses de febrero y marzo: la cantante estaría siempre junto a Rick, y proporcionaría a este un sucedáneo del afecto que sintió por Ilsa. Un mal sucedáneo, sin duda, pero el tiempo apremiaba y había que hallar una solución. La que fuera. Afortunadamente para el filme, productor y director abandonaron la idea en abril, y en mayo encontraron el actor ideal: Dooley Wilson, un actor de teatro con recursos y con notable experiencia.

En realidad, a veinte días del comienzo de la filmación, todavía quedaba mucho por hacer. Los demás actores seguían sin confirmar y algunos decorados sin terminar de construir. Por otra parte, el guion seguía cambiando cada día, cada hora. Las redacciones del borrador se contaban entonces por decenas, y los cambios en el diálogo, por millares.

La víspera de aquella fatídica fecha, previendo las complicaciones que se avecinaban, Jack L. Warner envió a Michael Curtiz una nota que pretendía ser esperanzadora: «Atravesamos días turbulentos, pero yo sé que tú podrás con el rodaje en las siete semanas previstas. Confío en ver otra vez al viejo Curtiz que yo siempre he conocido, y estoy seguro de que vamos a hacer una gran película».

Casablanca (1942), de Michael Curtiz (parte 1)

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