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Centauros del desierto (1956), de John Ford (parte 2). Comanches y vaqueros

Centauros del desierto (1956)

Centauros del desierto, de John Ford (parte 2): Transformación de la historia

Centauros del desierto (John Ford) | En el proceso hasta llegar a esa historia definitiva, Nugent ha introducido algunos cambios significativos. Uno de los más importantes reside en el comienzo.

En la película, el núcleo principal de la trama lo constituye la búsqueda de las niñas secuestradas por los indios por parte de Ethan y sus hombres.

«No entienden que persigamos esto hasta el final»

El primer día la caza resulta infructuosa. A la mañana siguiente son atacados por los comanches, pero logran ponerse a salvo cruzando un río. Es entonces cuando Clayton y el resto de los hombres deciden volver: son pocos para enfrentarse a los indios, y demasiados para pasar inadvertidos ante ellos. En consecuencia, solo tres prosiguen la búsqueda, y los tres por distintos motivos: Ethan, por el odio y el afán de venganza, Martin, por su sentido de la fidelidad, y Brad, por el amor a la muchacha. En su marcha, encuentran el rastro de cuatro indios que se han separado del resto. Ethan lo sigue y vuelve alterado y sin capote. Por la noche, Brad cree haber visto a los indios y a Lucy, pero Ethan le desengaña: él encontró el cadáver de Lucy por la mañana, al final de aquel rastro, y la ha enterrado tras envolverla con su capote. Desesperado, Brad inicia una carga suicida contra un campamento comanche, que divisan en la lejanía. Ethan detiene a Martin, y ambos oyen los disparos que acaban con la vida del joven.


Los dos vaqueros continúan ahora la búsqueda. Pasan los meses, y durante una nevada, Martin se manifiesta abatido: piensa que han fracasado por completo. Pero Ethan responde que los comanches no son constantes, y no pueden comprender que se pueda perseguir algo sin descanso. Añade que ellos no descansarán, y que los encontrarán «tan cierto como que la Tierra da vueltas».

De regreso al hogar de los Jorgensen, Martin descubre que Laurie, la hermana de Brad, sigue enamorada de él. Ethan le conmina a que se quede, y se marcha temprano a la mañana siguiente, pero Martin no quiere dejarle solo en la búsqueda y sale tras él. Tras varios años y muchas peripecias, una pista les lleva finalmente hasta el campamento donde está Debbie, que viste como una india y se considera parte de aquella tribu. Para el asalto final, se les une un destacamento de Rangers del séptimo de caballería, al mando de un joven teniente.

Antes del ataque, Martin se desliza hasta la tienda de la muchacha para salvarla, pero se tropieza con Scar y lucha con él hasta matarlo. Debbie escapa durante la carga de los soldados. Ethan la detiene y, al verla como una india, está a punto de matarla, pero disipa su odio y, cogiéndola en brazos, como si fuera su hija, le dice: «Vámonos a casa, Debbie«.

El filme se cierra con el regreso al hogar de los Jorgensen: Laurie sale a recibir a Martin, con quien pronto va a casarse, y la comunidad se apresta a celebrarlo. Pero Ethan no pertenece a ese mundo; es un hombre desarraigado, y en el último plano le vemos partir hacia el horizonte, mientras la puerta de los Jorgensen se cierra tras él.

De la novela al guion

En el proceso hasta llegar a esa historia definitiva, Nugent ha introducido algunos cambios significativos. Uno de los más importantes reside en el comienzo: la novela empieza cuando la familia Edwards, al anochecer, descubre que los indios se preparan a atacarles. Otro corresponde al final: Ethan muere en la novela a manos de una comanche a la que ha confundido con Debbie, y ésta, tras ser hallada en el desierto por Martin, parece recuperar con él un antiguo amor de la infancia. La reescritura dibujada por Nugent elimina el triste final de la obra literaria y permite dibujar un protagonista inadaptado, que llega a un hogar y se marcha de otro sin haber echado raíces ni haber compartido afectos. Además, esa apertura en negro, con la puerta abriéndose para ver a Ethan en lontananza, tiene ahora una perfecta simetría con el final: mientras vemos a Ethan marchándose a lo lejos, la puerta de los Jorgensen se cierra hasta la completa oscuridad.

Otros cambios introducidos por el guionista afectan a los personajes, pero no a la estructura. En la novela, Martin no tenía sangre india, Ethan regresaba al hogar de los Edwards inmediatamente después de la guerra (sin haber sido proscrito ni mercenario), Laurie se casaba con otro cowboy, y Martin atacaba el campamento comanche junto con los Rangers, sin mantener un duelo con Scar. La nueva definición de escenas y personajes hace la historia más redonda y la caracterización más atractiva.

Además, es claramente perceptible una visión muy distinta respecto de los comanches. Mientras en el filme se nos muestran fieros y despiadados, en la novela podemos apreciar rasgos de humanidad. Así, en la destrucción del campamento indio, LeMay escribe que «un gran número de comanches -la mayoría, mujeres, niños y ancianos- corrían hacia el desierto como hojas impulsadas por el viento». Lo cual podría interpretarse como una cierta actitud crítica hacia la masacre de los Rangers.

Con todo, la principal transformación acontece en el personaje de Ethan, que en la novela se llama Amos. LeMay lo dibujaba lleno de odio hacia los indios, hasta el punto de obsesionarse al final con matar a Debbie porque, a sus ojos, se había «contaminado» al mantener relaciones sexuales con los comanches. Más que racismo, lo que vemos en el filme es un profundo desarraigo, un individualismo desencantado que escapa a todo lazo de afecto y que le sume en un pesimismo existencial.

Centauros del desierto (1956), de John Ford (parte 1)

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