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La Bella y la Bestia (1991), de Gary Trousdale, Kirk Wise (parte 4)

Brien McEntee, quien dedicó meses a estudiar cuidadosamente el estilo visual de Bambi -a la vez realista y estilizado- para recrear las escenas de bosques y campiñas

La Bella y la Bestia

La Bella y la Bestia (1991), de Gary Trousdale, Kirk Wise (parte 4): La preproducción del filme

· Making Of de La Bella y la Bestia: Durante diez semanas, el equipo de artistas trabajó en la historia y experimentó el diseño de ambientes y personajes. Y cerca de seiscientos animadores y artistas iban a dar vida a la variada gama de personajes.

La génesis más antigua de La Bella y la Bestia se remonta a los años cincuenta, época en la que Walt Disney investigaba con especial empeño las posibilidades del cuento de hadas. Tras me­ses de trabajo, el proyecto fue archivado por dificultades técnicas, como tantas otras historias en aquel período.

Muchos años después, a principios de 1989, el productor de la Dis­ney Don Hahn se encariñó de nuevo con la idea y organizó una expedición a Londres de un grupo de dibujantes y animadores. Su proyecto, todavía latente, era retomar esa olvidada fábula y resolver las dificultades que la habían hecho inviable, pero para ello necesitaba investigar previamente las posibilidades de recrearla visualmente.


Durante diez semanas, el equipo de artistas trabajó en la historia y experimentó el diseño de ambientes y personajes. Se inspiraron en los pintores del romanticismo francés -Fragonard y Boucher, sobre todo- y se empaparon a fondo en los paisajes, la historia y el folklore europeos. Un viaje adicional al norte de Francia, con la visita de pueblos y castillos del siglo XVIII, remató la inicial tarea de ambientación y acabó por definir el nuevo proyecto.

El principal problema que debían afrontar residía en la propia fábula de Beaumont. Con su marcada opción por lo mágico y lo simbólico, dejaba poco espacio para el dibujo de tipos y situaciones. En palabras del propio Hahn, «contar esa historia era todo un desafío. En el cuento original, el padre de Bella aparece en el castillo y corta una rosa. La Bestia se enfurece y le condena a muerte, pero accede a dejarle marchar si él envía a su hija en su lugar. Siguiendo pasivamente las instrucciones de su padre, Bella se deja conducir hasta el castillo, y el resto de la historia es básicamente dos personas cenando juntas cada noche y la Bestia preguntándole a la joven si quiere casarse con él. Eso no nos gustaba. Nosotros queríamos infundir energía al relato, creando escenarios de mayor dramatismo y una heroína mucho más activa».

Efectivamente, en la nueva versión que redactaron es Bella quien acude valientemente al castillo para rescatar a su padre, quien se ofrece a ocupar su puesto como prisionera y quien planta cara a los arranques destemplados de la Bestia. Tras su intento de escapada y el encuentro con los lobos -del que sale ilesa gracias a la intervención de su raptor- Bella decide regresar al castillo para cuidarle, pues ha quedado terriblemente herido por salir en su defensa. El romance cobra así una mayor fuerza dramática.

Con las nuevas ideas y ambientaciones, el resultado del periplo in­glés se saldó muy positivamente. El estudio vio con buenos ojos el  nue­vo proyecto, que recibió luz verde definitiva en diciembre de 1989, pero sugirió que la orientación debía ser revisada. Tal como se planteaba, la historia era básicamente un drama con unos leves toques de música y de humor. Tras estudiar detenidamente el asunto, los ejecutivos de la Disney decidieron reconvertir el tono de la historia para hacer de ella un musical. Querían seguir la más pura tradición del estudio, y con­trataron al equipo Alan MenkenHoward Ashman (compositor y letrista, respectivamente, de La Sirenita) para musicalizar el nuevo filme.

Ashman pasó a ser co-productor de la película junto con Hahn. Y mientras éste organizaba el equipo de dibujantes y artistas, aquel contrataba a la guionista Linda Woolverton para reestructurar la trama y situar en ella las seis nuevas canciones. La historia se vio enriquecida con este tándem, pues Ashman tuvo la feliz idea de transformar los objetos encantados de la fábula (espejos, luces, etc.) en criaturas vivas con personalidad propia: la tetera -con voz de Angela Lansbury-, el candelabro y el reloj de mesa. Estos personajes, como era ya tradición en los filmes de la Disney, conducen y aconsejan a la desconcertada heroína durante su estancia en el castillo, y este cambio contribuyó decididamente a desarrollar la parte central del relato.

Al mismo tiempo, Linda Woolverton trabajó por su cuenta el personaje de la Bestia, dándole mayor fuerza y presencia. A diferencia del cuento clásico, el pivote narrativo de la cinta no es ya una dulce muchacha encerrada en un castillo, sino una horrible bestia que necesita redimirse de su pasado. Y a diferencia también de otras películas de la Dis­ney, el protagonista no tiene enfrente un claro y cruel antagonista, sino que debe luchar contra sí mismo en una dramática pugna interna. El pro­yecto estaba ya completado. Ahora había que vestirlo ade­cua­da­men­te.

Nuevos escenarios y ambientes

Hahn, mientras tanto, coordinaba el diseño y animación de ambientes. Contrató como director artístico a Brien McEntee, quien dedicó meses a estudiar cuidadosamente el estilo visual de Bambi -a la vez realista y estilizado- para recrear las escenas de bosques y campiñas.

McEntee trabajó también un uso simbólico de los colores, que juegan un papel decisivo a la hora de contar la historia. Así, desde la secuencia inicial Bella aparece distinta al resto de los lugareños, y eso lo advertimos visualmente porque es la única que viste de azul, mientras los demás lucen colores grises, ocres y anaranjados. Su deseo de aventuras, de escapar a la vida anodina y provinciana de su pueblo, se plasma en el contraste cromático de luces y colores.

También el paso del tiempo actúa en la escena como expresión de contenidos anímicos. Las estaciones, por ejemplo, son una metáfora de los cambios que se producen en los personajes, y un símbolo también de la carrera contrarreloj de los sentimientos humanos.
La película empieza en otoño, con colores pardos y un sentimiento de decadencia y de nostalgia. Bella no se encuentra a gusto, y sueña con una vida distinta, llena de acción y colorido. Cuando su padre se pierde en el bosque, percibimos algo de ese frío y duro invierno que se avecina, invierno que se hace claramente palpable cuando Bella irrumpe en el castillo y es encerrada en lugar de su padre. La soledad de la muchacha se enfatiza con las primeras nieves que caen al otro lado de su ventana.

Cuando su relación con la Bestia empieza a cambiar y empiezan a intercambiarse detalles de afecto, en los alrededores de la mansión las nieves empiezan a fundirse y a transmitir nueva vida. El frío entorno desaparece. Gastón, lleno de furia y encabezando una alborotada turba, aparece después en el castillo en medio de una agitada y tormentosa noche. Y al final, cuando el hechizo se esfuma y la Bella y el Príncipe se reúnen al fin, la primavera empieza a florecer y hay un nuevo despertar de flores y de colores.

Para todo el aspecto visual, McEntee reunió a catorce artistas que dibujaron hasta el detalle los 1.300 fondos del filme. Junto a ellos, cerca de seiscientos animadores y artistas iban a dar vida a la variada gama de personajes, a cual más complicado y laborioso. De todos ellos, el más difícil de visualizar era, sin duda, el personaje central: la Bestia.

La Bella y la Bestia (1991), de Gary Trousdale, Kirk Wise (parte 1)

La Bella y la Bestia (1991), de Gary Trousdale, Kirk Wise (parte 2)

La Bella y la Bestia (1991), de Gary Trousdale, Kirk Wise (parte 3)

La Bella y la Bestia (1991), de Gary Trousdale, Kirk Wise (parte 5)

 

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