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Fantasía de Disney: música, cine y vanguardia

Se estrenó el 13 de noviembre de 1940 y cumple 80 años

Fantasía (Walt Disney, 1940)

80 Aniversario de Fantasía de Disney: música, cine y vanguardia

· Fantasía de Disney: El proyecto tuvo su origen fundamentalmente en la bajada de popularidad de Mickey. El pa­to Donald estaba ganando las preferencias del público, des­plazando al icónico ratón.

Después de Blancanieves y Pinocho, el tercer largometraje de Disney fue el más experimental y controvertido, Fantasía. Se estrenó el 13 de noviembre de 1940 en el Broadway Theater de Nueva York. Mientras, es­taban en producción Dumbo (1941) y Bambi (1942), «con las que el estudio creó cinco obras maestras que re­definieron el arte de la animación y sus posibilidades (…) a menudo emuladas, pero nunca superadas». Así de rotundo se expresa John Canemaker, uno de los ma­yores expertos en animación. Es un periodo de vértigo creativo para Walt Disney: «Fantasía se hizo en una época en la que creíamos que debíamos explorar co­sas nuevas. Nos sentíamos los responsables del géne­ro de la animación y pensábamos que podríamos ir más allá de las tiras cómicas, que podríamos hacer algo emo­cionante, entretenido y bello con la música, las imá­genes y el color. Así que lo intentamos».

El proyecto Fantasía de Disney tuvo su origen en dos circunstancias. La pri­mera fue la bajada de popularidad de Mickey. El pa­to Donald estaba ganando las preferencias del público, des­plazando al icónico ratón. Por este motivo, Disney le daba vueltas a un corto en el que Mickey sería protagonista y recobraría notoriedad. Lo harían al estilo de las Silly Simphonies, un nuevo tipo de corto anima­do con una integración distinta de imagen y sonido. Si a partir de 1928, con Steamboat Willie’s, en las aven­turas animadas de Mickey la música debía adaptarse a la acción, con las Silly Simphonies se amplía la im­portancia de la música. No solo se trataba de ilustrar pe­lículas con canciones, sino de combinar la música y la animación dándoles la misma importancia para proporcionar una experiencia nueva.


En la idea parece que tuvo mucho que ver Carl Stalling, compositor que llevó durante un tiempo la dirección musical del estudio. Los argumentos de la nue­va serie eran muy variados, estrenándose en 1929 con la macabra The Skeleton Dance. Aunque esta nueva idea contó al inicio con la reticencia de los distribuido­res, fue un éxito de público, así Disney decidió utilizar este formato para la nueva y extraordinaria aven­tura de Mickey.

La historia y la música elegidas fueron El aprendiz de brujo, un viejo tema que Goethe había empleado co­mo base para el poema Der Zauberlehrling, a partir del cual el músico francés Paul Dukas compuso L’Appren­ti-Sorcier en 1897. Disney compró los derechos en julio de 1937 y puso a trabajar en el guión a Perce Pear­ce. La duración de la película sería de nueve minutos, llegando a costar la producción 125.000 dólares, cuatro veces más que un corto normal. Estaba cla­ro que no podría venderse como un producto convencional, que tendrían que idear algo para com­pensar los desorbitados gastos.

La segunda circunstancia que hizo posible Fantasía se dio cuando coincidieron en el restaurante Chasen de Beverly Hills, Disney y Leopold Stokowski. El com­po­sitor ruso era muy conocido en Holywood por la inter­pretación que hacía de piezas clásicas, convirtiéndolas en apoteosis sonoras. Director de la Philadel­phia Or­chestra, componía también bandas sonoras. En es­te en­cuentro, en el que mostraron mutua admiración por sus trabajos, Walt, que deseaba prestigiar el gran regre­so de Mickey, tuvo la oportunidad de hablar­le de El apren­diz de brujo y pedirle que dirigiera la música. La coin­cidencia no pudo ser más afortunada, por­que al pa­recer Oskar Fischinger, un artista alemán de la vanguardia cinematográfica, ya le había pro­puesto al director de orquesta que participara en una animación de la Tocata y fuga de Bach que quería fil­mar.

Stokowski le planteó a Disney llevar la idea mu­cho más lejos. Realizar un largometraje a partir de cor­tos ani­mados que ilustrasen piezas célebres de la mú­sica clá­sica. El proyecto, que entusiasmó a ambos, se llamó ori­ginariamente La película concierto. Lo explicaba Stokowski en 1964: «en la creación de Fantasía, la mú­sica ha sugerido la atmósfera, el color, el dibujo, la ve­locidad y el tipo de movimiento de todo lo que aparece en pantalla. Disney y todos nosotros, que hemos tra­bajado con él, creemos que a toda hermosa composición le corresponden hermosas imágenes visibles. La mú­sica está por naturaleza en continuo movimiento, y este movimiento puede sugerir la atmósfera del cuadro que evoca”.

Las distintas piezas en la película necesitaban algún ne­xo para darle coherencia al largometraje. La solución la encontraron en Dems Taylor, popular experto en mú­sica que presentaba las emisiones de radio desde el Me­tropolitan Ópera. Sería la voz en off que dialoga con el espectador presentando las distintas piezas.

El proceso de selección de los temas musicales fue ar­duo, tanto que incluso algunos de ellos ya animados, como el Claro de luna de Debussy, fueron eliminados del montaje definitivo.

Finalmente, la película se dividió en siete partes prin­cipales. La primera era una introducción que culminaba con un arreglo de la Tocata y fuga en re menor de Bach, dirigida por la orquesta de Stokowski; después venían extractos de la Suite de El cascanueces de Tchaikovsky; luego, El aprendiz de brujo, seguido de La consagración de la primavera de Stravinski. La quin­ta pieza fue la Sinfonía número seis de Beethoven, la Pastoral. Después, La danza de las horas, de la ópera La Gioconda de Amilcare Ponchielli, y en el tramo final se combinaron Una noche en el Monte Pelado de Mussorgsky con el Ave María de Schubert.

Cada fragmento tenía su propio equipo técnico, con un estilo visual distinto. Disney quiso llevar la experi­men­tación hasta sus últimas consecuencias y dio cabi­da a la animación abstracta. En 1935, durante un viaje a Europa que hizo con su hermano Roy, tuvieron oportunidad de ver lo que se hacía en la animación experi­men­tal, muy vinculada a las artes plásticas. Uno de es­tos autores, Blanc-Gatti, se entrevisto con él en Pa­rís y le propuso hacer juntos una película de ar­te abstracto. Disney rechazó la propuesta convencido de que los artistas del estudio serían capa­ces de hacerlo por su cuenta. Sin embargo, después del encuentro con Stokowski, contrató a Fischinger co­mo especialista en efectos de animación, siendo el ar­tista conceptual de la Tocata y fuga. El cineasta alemán ya era reconocido por sus cortos abstractos, uno de ellos, Komposition in Blau, fue premiado en Venecia en 1935.

Walt tuvo contacto con creadores de vanguardia en dis­tintos momentos de su carrera. Uno de ellos fue el di­rector de cine ruso Serguéi Eisenstein. Este era fan de Walt Disney. Afirmaba que era el único director en los Estados Unidos que utilizaba el sonido adecuadamente. De hecho en 1930 visitó Hollywood y a Disney, que le enseñó el estudio regalándole una tira original de cómic protagonizada por Mickey con la dedicatoria «a mi amigo Eisenstein«.

Fantasía fue también la oportunidad de experimentar con el sonido, llevándolo a otro nivel. Inventaron un nuevo sistema de sonido que llamaron Fantasound. Con­sistía en grabar la música con varios micrófonos y re­producirla en igual número de altavoces, creando un efecto estereofónico.

Disney, con esta película, quiso como siempre llevar un gran espectáculo a todo el mundo. Pero en este ca­so habría que sumarle la audacia de intentar populari­zar hallazgos y recursos nuevos del cine y el arte de van­guardia. Quiso borrar fronteras entre lo culto y lo po­pular.

«Creo que hago películas para el gran público y no pa­ra unos pocos privilegiados. Eso fue así en el caso de Fantasía. Los puristas del mundo musical fruncieron el ceño al verla. Algunos de los críticos dijeron: ¿Por qué Disney tiene que ponerle imágenes a la músi­ca? ¿No podemos escuchar la música e imaginar noso­tros las imágenes?

Pero hubo una gran parte del público que, al ver las imá­genes de Fantasía, se familiarizó con la música clásica y les ayudó a interesarse en otros clásicos. Creo que la película contribuyó a la iniciación de mucha gen­te, que despertó su interés. Pero no llueve a gusto de todos».

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