Blancanieves: Dos orejas y salida a hombros

Pablo Berger borda su adaptación del tradicional cuento de los hermanos Grimm con una cinta que desborda sentimiento y belleza visual.

Nunca te habían contado la historia así, dice el eslogan promocional de la película -muda y en blanco y negro- de Pablo Berger. Y suena pretencioso. En primer lugar porque, solo en los últimos meses, nos han contado Blancanieves de dos formas radicalmente distintas, una en clave cómica y la otra a modo de cinta bélica. Y en segundo, porque la estrategia estética de Blancanieves es la misma que The artist, la notable y sobrevalorada ganadora de la última edición de los Oscar.

Suena pretencioso… y, sin embargo, no lo es en absoluto porque esta Blancanieves no solo es superior -y radicalmente diferente- a las otras dos adaptaciones recientes del cuento, sino que le da un par de vueltas a la cinta de los Wenstein.

Pablo Berger convierte a Blancanieves en la hija de un torero en la España de los años 20 y, siguiendo la his­toria a pies juntillas, consigue que el cine español ten­ga, por fin, un retrato duro, veraz, tierno y dramáti­co a la vez de lo que es el alma hispana. O, para ser más exac­tos, del alma hispana a principios del siglo XX, an­tes de la guerra que rompió a España por la mitad.

Blancanieves, de Pablo Berger
Blancanieves, de Pablo Berger

Berger arriesga, se sale de la falsilla guerracivilista y ambienta la historia un poco antes y se pone a beber a los escritores del 98 y a extraer de ellos un retrato que, como todos, es solo un reflejo, pero un buen refle­jo de lo que es el espíritu español. Un espíritu apasiona­do, sensible y sentimental. Cainita. Tan religioso como fes­tivo y que, por eso, une la fe a la fiesta. Dramático. A ratos, oscuro. Luchador, vanidoso y risueño. Y no lo di­ce Berger, lo dicen en esta Blancanieves, Valle Inclán y Unamuno, Machado y los Álvarez Quintero.

La contradicción hispana aparece en este cuento con to­da su fuerza, con el nervio de la pluma de quienes me­jor han sabido describirla: y ahí está el esperpento y la risa, la melancolía y la lucha hasta la sangre, las du­das de fe y los sacramentos. Qué bien ha leído Berger. Qué bien ha reescrito el cuento -dibujando con mi­mo a cada personaje perfectamente interpretados por un reparto sobresaliente- y qué bellamente lo ha «colo­rea­do» (sirva la paradoja).

Porque, si la historia es buena, el envoltorio visual pa­rece la obra de un genio. Una fotografía arrebatadora, una banda sonora -apoyada también sobre la base de la me­jor música clásica española- soberbia y un montaje más exacto que un relojero suizo: clavado al segundo. Hay escenas montadas de tal forma que uno siente el im­pulso de levantarse de la butaca y gritar olé. Y lo dice alguien que no tiene entre sus virtudes el patriotismo y que siempre abominó de los toros. Alguien que duran­te las dos horas que duró la película sintió el hechizo de ser española -a pesar de los pesares-, entendió un po­co más su historia -con sus claroscuros- y atisbó la be­lleza de lo que llaman la fiesta. Olé por Berger. Bra­vo, maestro.

Ficha Técnica

  •  Kiko de la Rica
  • Fernando Franco
  •  Alfonso de Vilallonga
  •  Wanda
  •  99 minutos
  • Mayores de 16 años (erotismo)
  • Estreno: 28/09/2012
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