Granujas de medio pelo: La chispa del Allen más ligero

Woody Allen ha recuperado su cine más ligero. El realizador que mejor sintetiza genialidad y productividad -rueda una película al año- muestra en Granujas de medio pelo un perfil de comediante hábil y con gancho. Un timador de poca monta y menos cerebro planea el golpe perfecto: alquilar un local pegado a un banco de Nueva York para, con una tienda de galletas como tapadera, cavar un túnel. Tras convencer a su escéptica esposa y reclutar una banda de delincuentes tan entusiastas como poco brillantes, se ponen manos a la obra.

Por unas surrealistas circunstancias -que no conviene concretar aquí para no matar lo mejor de la película-, la patética banda acaba forrándose de dinero. Comienza entonces Woody Allen a explotar otra veta narrativa, ésta con moraleja incluida: los avatares del protagonista y su mujer como nuevos ricos.

- Anuncio -

El principal motor de la trama pasa a ser el intento de ésta última por ingresar en la alta sociedad, lo que provocará un paulatino distanciamiento con su marido y la irrupción de un oportunista y petulante aristócrata, que encarna, por supuesto, Hugh Grant. Aunque quizás menos dinámica, hay en esta parte episodios realmente divertidos, especialmente con las espeluznantes exhibiciones de mal gusto de los millonarios de nuevo cuño.

En definitiva, no estamos ante una obra maestra, ni siquiera ante una película notable. Pero, pese a algunas caídas de ritmo, el rostro y los gestos de Woody Allen siguen provocando hilaridad con sólo mirarlo, los diálogos marca de la casa son chispeantes y hay algunas situaciones surrealistas que merecen muy mucho la pena.

Ficha Técnica

  • Fotografía: M. Poirot-Delpech
  • Música: David Sinclair
  • País: EE.UU.
  • Año: 2000
Suscríbete a la revista FilaSiete