Midnight in Paris: Mr. Allen goes to Paris
Reconozco que entro a cada pase de prensa de una película de Woody Allen un poco condicionado. He padecido durante años, en clases, bares, sobremesas y situaciones diversas, personas con una acusada tendencia a poner los ojos en blanco, entrar en trance mitómano y renunciar a distinciones y matices cuando hay que hablar o escribir sobre las películas del realizador neoyorquino de 75 años. Me parece que Allen tiene algunas películas muy buenas, bastantes buenas, otras malas y algunas bastante malas. Es lo que tiene haber dirigido tanto, como se dice ahora.
Midnight in Paris resulta una película de muy buen nivel, de lo mejor que ha hecho Woody Allen en los últimos 20 años. Es una comedia deliciosa, con un guión ingenioso que incluye un sentido del humor fino, con una ironía socarrona que obvia el sarcasmo y corrige la tendencia, últimamente acentuada, de este cómico brillante -ombliguista y autorreferencial como pocos– a subirse al púlpito para largarnos sermones con camuflaje festivo y dar en el morro a quien no le cae bien.
La última película de Allen, producida por Mediapro y Jaume Roures (en su momento, escribí que habían hecho el ridículo pagando el turismo de Allen y su troupe en dos bellas ciudades mientras rodaba un esperpento titulado Vicky Cristina Barcelona y una cosa tan anodina e irregular como Conocerás al hombre de tus sueños, ahora no tengo reparo en señalar que tendrán el honor de haber producido una de las mejores películas de Allen), tiene un envidiable sentido del ritmo, una estupenda puesta en escena y una factura brillante, todo al servicio de unos actores magníficos, muy bien dirigidos por Allen.
En este último sentido, es muy notable lo que el director ha logrado con el protagonista Owen Wilson (un actor que generalmente me pone muy nervioso), que encarna a la perfección el estereotipo de americano en París. Rachel McAdams, Marion Cotillard y los demás cumplen admirablemente, en intervenciones más o menos largas, también en los cameos (memorable el Dalí de Adrien Brody obsesionado con el rinoceronte).
Pero lo más sorprendente de este guión de Allen es que, en comedia blanca o si se prefiere con pH poco ácido, es de lo mejor que ha escrito en toda su carrera. Está bien construida, hay una estructura sólida, unas formas de paso inteligentes y un tempo vivaz. Hay sagacidad de cómico viejo y experimentado en la manera de introducir personajes en las tramas en tres tiempos, y de mostrarnos a gente muy conocida con la mirada de un cliché de americano forrado en París que Allen ha explotado a conciencia.
Lo que podría parecer un relleno de segunda unidad para ganar metraje (esos abundantes planos iniciales de un París esplendoroso al que termina llegando la lluvia) cobra sentido cuando la película termina, es la manera de mirar París de bastantes norteamericanos.
La metáfora de la medianoche y de la llegada del viejo Citroën, incluso el cartel de la película que parece incoherente al meter ese cielo de Van Gogh sobre el Sena… Vale, el cielo es el de Saint-Remy-de-Provence, pero el cuadro está en el MOMA y Allen está empeñado en contar su versión de Un americano en París…
Todo encaja en una comedia que, como todas las grandes, sabe hablar con profundidad de la vida, de las personas, de la vida de los personajes que se parece a la de algunas personas perfectamente identificables del entorno de los espectadores.
Se pueden pensar muchas cosas divertidas y jugosas mientras se ve esta película, sobre la relación entre ciudades y cine que han tenido mucho trato, sobre el homo turisticus chancleticus, sobre lo duro que es vivir rodeado de manadas de gente que saca fotos y que escucha explicaciones, sobre las peregrinaciones laicas y la mitomanía insaciable de la posmodernidad…
Y se te viene a la cabeza un librito extraordinario del gran Joseph Roth, Las ciudades blancas y los maravillosos paisajes, con figuras de ese escritorazo sevillano llamado Manuel Chaves Nogales, el sarcasmo displicente de Waugh en «The sword of honor» y la saña de la Nemirovsky que ajusta cuentas con París y con los parisinos en ese monumento literario que es «Los perros y los lobos»…
Podría objetarse que la película no es más que un aseado revival de otras películas de Allen (La rosa púrpura del Cairo es una película muy distinta, me parece algo evidente, su tono es muy distinto), que los gags son refritos, que los personajes están vestidos con ropa ya usada por otros de Allen… pero no. Cuando piensas despacio el asunto, te das cuenta de que no es verdad. Afirmar que, por enésima vez, el personaje de Owen Wilson es, sin más, un alter ego de Allen, es una simpleza.
En fin, tenemos a un Woody Allen renacido, que hace muchas cosas -algunas bastante arriesgadas- en una película muy amena que seguramente será bien recibida por el público. Una película que sufrirá, me temo, quizás más que ninguna de las suyas, que críticos, comentaristas y espectadores desalmados se crean con derecho a destripar su argumento.
Ficha Técnica
- Dirección: Woody Allen,
- Guion: Woody Allen,
- Intérpretes: Kathy Bates, Adrien Brody, Marion Cotillard, Owen Wilson, Rachel McAdams, Michael Sheen, Nina Arianda, Mimi Kennedy, Kurt Fuller, Carla Bruni,
- Fotografía: Darius Khondji
- Montaje: Alisa Lepselter
- País: EE.UU./España
- Año: 2011
- Duración: 100 m.
- Público adecuado: +16 años
- Distribuidora: Alta
- Estreno: 13.5.2011
Midnight in Paris