Pánico nuclear: Patrioterismo e infantilismo

Tom Clancy es el productor ejecutivo de esta película de la Universal, cuya dirección se ha encomendado a un tipo bastante discreto. Basada en la novela de título homónimo (The sum of all fears), Pánico nuclear es un tecnothriller catastrófico que fantasea sobre un conflicto entre Rusia y Estados Unidos, cizañado por un grupo neonazi. Como casi todo el mundo sabe, Clancy escribió dos o tres buenas novelas (La caza del submarino rojo, Tormenta roja y Juego de patriotas) y luego puso en marcha la tricotosa para entregar periódicamente a la imprenta -sólo o en colaboración- una novela de tropecientas páginas. A la vez, Clancy imparte conferencias en West Point y Langley, vende derechos cinematográficos, gana pasta y recibe besos, abrazos y homenajes de la Asociación del Rifle, las Agrupaciones de ExCombatientes y los fabricantes de armas.

Pánico nuclear nos presenta a un joven Jack Ryan (Ben Afleck guaperas y discretísimo actor) que tras abandonar el Cuerpo de Marines a causa de una lesión, estudia Historia e ingresa en la CIA. Especializado en geopolítica rusa, Ryan se convertirá de la noche a la mañana en el niño bonito del jefe de la CIA, un elegante Morgan Freeman. La película hace gala de una ingenuidad sonrojante, con bastantes situaciones tan ridículamente inverosímiles (la entrada en el almacén ruso, la reunión de jerifaltes nazis, el ambiente de parvulario de la oficina de la CIA, la relación sentimental de Ryan y la doctora, la increíble estupidez y la falta de carácter de la cohorte del Presidente de los EE.UU., etc., etc., etc.) que uno se pregunta si no estarán haciendo parodia.

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El buen hacer de Freeman es lo único salvable del rutinario trabajo de un reparto mediocre muy mal dirigido, que se limita a dar gritos y correr por los pasillos de unos decorados deficientes, resultado de un pobre diseño de producción. Al igual que K-19 -lo nuevo de Harrison Ford que llegará a final de agosto- la película se beneficia de la posibilidad de rodar en Moscú, poniendo una acertada nota de exotismo. Hay un par de secuencias de acción (escasa en la película) bien rodadas. El resto es relleno de situaciones muy vistas y leídas, de best seller reciclado de cuarto nivel.

Los atentados del 11-S parecen estar detrás de la aceptable respuesta del público norteamericano a una película elemental donde las haya, que deja claro que la fórmula de llevar la acción de un escenario a otro a un ritmo trepidante, con profusas descripciones del funcionamiento y despliegue táctico de la maquinaria bélica, funciona bastante mejor en papel que en celuloide. Los asiduos de Clancy le encontrarán campando por sus fueros: aviones espías, sofisticados aparatejos, políticos de sainete, malos malísimos, militares virilmente esforzados envueltos en la consabida marcialidad estentoria del «Señor sí Señor», barras y estrellas, banderas al viento, sueños y delirios imperiales. Un mix anodino, embutido de patrioterismo, memez e infantilismo a partes iguales.

Ficha Técnica

  • País: EE.UU. (The Sum of All Fears, 2002)
  • Fotografía: John Lindley
  • Música: Jerry Goldsmith
  • Estreno en EE.UU.: 9 de agosto de 2002
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