Punch-drunk love: Un cuento bien contado

Paul Thomas Anderson (California, 1970) se llevó con esta su cuarta película el premio al mejor director en el último Festival de Cannes. Con el antecedente de la muy laureada Magnolia (1999), Punch-drunk love explora una singular historia de amor, que tiene bastantes puntos en común con uno de los pétalos de Magnolia, el que incoaba una impensable historia de amor entre un gordo y paternal policia y una jovencísima drogadicta.

Anderson repite localizaciones en el celéberrimo Valle de San Fernando, la región californiana que vió nacer al gran Steinbeck, para contar con su peculiar y brillante-chocante estilo impresionista tan propio del cuento o relato breve la llegada del amor, que todo lo puede y todo lo soporta, a la vida anodina de un tipo medianamente peculiar (Adam Sandler) que trabaja en un almacén de chuches y golosinas y compra cientos de botes de salsa que regala viajes gratis en avión.

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La película hace honor a su título (algo así como Embriagado de amor). Es embriagador el talento visual de Anderson -el diseño de producción es muy notable- que logra varios momentos bellísimos y algunos francamente divertidos, muy en línea con la vena narrativa de bastantes cuentistas norteamericanos de final del XX (puede consultarse la magnífica antología realizada por Richard Ford, que ha traducido Planeta). Muy alto es el nivel actoral: Emily Watson está sencillamente perfecta, una actriz en plena madurez con unos recursos dramáticos envidiables; Philip Seymour-Hoffman ensancha la película cada vez que aparece, y el coro de secundarios aporta la variedad sin la que Anderson se siente incómodo. Es meritoria la audacia de Anderson para escribir su historia para el otras veces insoportable Sandler, que compone un personaje muy querible.

Fiel al estilo narrativo kitsh, que le es característico, Anderson -la influencia de Salinger es acusadísima- sigue jugando con las casualidades y las coincidencias, aunque se muestra menos caleidoscópico y barroco que en Magnolia (recuerden la lluvia de ranas mientras todos cantan Save me), situándose en la onda de LaButte en Persiguiendo a Betty.

El tono circunstancialmente soez de la trama del teléfono erótico, encaja mal en una comedia romántica sobre la dificultad de mantener el equilibrio en un mundo que se deshumaniza por momentos, y quiere prescindir de los débiles porque son poco rentables. Espero equivocarme, pero veo a Anderson estancado. Cada vez le pesa más su dependencia del vídeo músical, que practicó en los inicios de su carrera. Gustándome la película, considero el premio a la mejor dirección en Cannes, a todas luces, una exageración.

Ficha Técnica

  • País: EE.UU., 2002
  • Fotografía: Robert Elswit
  • Montaje: Leslie Jones, Dylan Tichenor
  • Música: Jon Brion
  • Estreno en EE.UU.: 11 de octubre de 2002
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