Solas: La grandeza de lo cotidiano

Dos mujeres solas. Un vecino solo. Un novio chulo solo. Un perro solo. El destino y la esperanza. Cerrarse en uno mismo, abrirse a los demás. La lucha contra la soledad.

El novel Benito Zambrano pasea su cámara por la vida de dos mujeres, madre e hija, que han de convivir por un tiempo. María, la hija, con una vida áspera, llena de rencor. La madre, intentando reconducirla con las armas de la comprensión y la entrega, llena de pequeños detalles.

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De esta forma, este director sevillano de Lebrija muestra con trasfondo y hondura una crónica social de la clase baja. Y lo hace con sencillez, sin grandes alardes técnicos ni excesivos medios, basando su fuerza en la propia trama y en la correcta actuación de los protagonistas. María Galiana, transmitiendo dulzura y entrega a su hija y a todos los demás; Ana Fernández, reflejando el patetismo de una desesperada; Carlos Álvarez-Novoa, con la elocuencia de sus ojos, de su rostro cansino y barbudo, buscando amistad y compañía.

Las escenas, localizadas en unos pocos interiores, están salpicadas de diálogos realistas, a los que no se les escamotea ningún vocablo de la calle, con palabras y frases crudas; y todo con un valiente acento andaluz, muy sevillano.

Solas es una historia de hoy, contada en primeros y medios planos, en la que destaca la fuerza de una madre, que se da a su hija, que se da a un marido ingrato e injusto, que se da a los demás. Este es el agua que cala en el espectador, y traspasa la piel hasta llegar a su interior; espectador al que no se le conmueve, pero se le retrata el heroísmo oculto de lo cotidiano, la grandeza de las cosas pequeñas.

Benito Zambrano remata su obra con una dedicatoria final, compendio de la obra: «A mi madre, a todas las madres».

Ficha Técnica

  • País: España, 1999
  • Fotografía: Tote Trenas
  • Música: Antonio Meliveo
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