Tomb Raider

A la segunda va la vencida

· La propuesta del noruego Uthaug, que maneja un guion firmado por la creadora de la historia del videojuego, bebe sin complicarse de las tramas escritas para las dos últimas entregas de la saga Tomb Raider.

No es la primera vez que se adapta un videojuego a la gran pantalla. Roar Uthaug (La ola) dirige el nuevo reboot de Lara Croft, protagonizado por una Alicia Vikander que cumple sin especiales méritos. Es justo indicar que Angelina Jolie era una versión más pobre y con menos profundidad, pero quizás el juego buscase eso precisamente.

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En 1996 veía la luz el primer cartucho de la saga Tomb Raider, un juego de plataformas que permitía al jugador interactuar con el escenario y las mecánicas para acercar a Indiana Jones a las consolas. Tenía personalidad propia e innovaba, pero, con las primeras entregas fílmicas, la evidente escasez de recursos narrativos condenó la saga.

La propuesta de Uthaug, que maneja un guion firmado por la creadora de la historia del videojuego, bebe sin complicarse de las tramas escritas para las dos últimas entregas de la franquicia, forzando guiños incoherentes y fuera de cualquier contexto para progresar. Pasado el primer acto, abundan los clichés, los diálogos insustanciales y un abusivo dinamismo en el montaje.

Ciertamente, en el arranque intentan dibujar a una Lara vulnerable, cercana a la Jessica Jones de Krysten Ritter o a la guerrera Gal Gadot, que rompía los estereotipos en Wonder Woman. Pero al poco, la cinta acumula secuencias de acción acompañadas con una funcional banda sonora compuesta por Junkie XL (Mad Max). Al abuso de los diálogos explicativos y los personajes planos, se suma un defecto recurrente en este subgénero: la incoherencia interna del personaje protagonista. Así, cuando Lara mata por primera vez, se tortura y se muestra confusa respecto a la violencia. En la siguiente secuencia ya es una killer fría y sin remordimientos.