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Un doctor en la campiña

Lilti vuelve a usar su experiencia como médico para contar una historia que seduce por su normalidad, por los implícitos, por la renuncia al efectismo pirotécnico

Un doctor en la campiña (Thomas Lilti, 2016)

Un doctor en la campiña: La vida misma

· La película se estrenó hace dos meses en Francia y roza el millón y medio de espectadores. Se mantiene en 350 salas. En la primera semana la vieron 520.000 personas.

Hay películas que son la constatación de que siguen existiendo productores, distribuidores y exhibidores dispuestos a creer en un cine sencillo, pero no por ello simple. Un cine que convenientemente promocionado puede llegar y gustar a muchos espectadores.

Un doctor en la campiña (Medicina de campaña es el ingenioso y polisémico título original) cuenta algo muy normal y hace de esa normalidad una virtud cinematográfica. Un veterano médico rural en la campiña francesa tiene muchos años de experiencia y conoce bien a sus pacientes. La vida misma requerirá que trabaje con una colega que llega procedente de la ciudad para ayudarle.


La película se estrenó hace dos meses en Francia y roza el millón y medio de espectadores. Se mantiene en 350 salas. En la primera semana la vieron 520.000 personas. Es una trayectoria que se comprende a película vista. Porque es de esas que es muy fácil recomendar, por la sencilla razón de que gustan.

Thomas Lilti demostró talento en su anterior película, Hipócrates, también sobre un médico. En aquel caso, un joven interno que empieza su residencia en el hospital parisino que dirige su padre. En Un doctor en la campiña usa herramientas similares, pero más y mejor calibradas para construir una historia con personajes carismáticos, una trama ingeniosamente cotidiana y conflictos muy bien escritos.

Lilti vuelve a hacer un casting excelente. Los actores están muy cómodos en sus personajes porque el guion de Baya Kasmi y el propio Lilti tiene equilibrio y talento, una mirada humanista y profunda sobre la realidad, mucho más del que parece: cuando vean la película, si quieren, piensen un rato mientras cenan o toman algo, lo fácil que hubiera sido llevar esta película por otros derroteros, usar otro tono, plantear otras situaciones, tensar las subtramas, etc.).

Como siempre, quiero respetar al espectador, suponiendo que me lee antes de ver la película. Conectar con el médico que interpreta François Cluzet y con los entrañables personajes que le rodean es una experiencia no solo agradable, sino enriquecedora. Porque en ese viaje, podemos redescubrir el encanto de lo cotidiano, donde no hay héroes con superpoderes, sino personas normales que pueden ser mejores o peores porque son libres, con una libertad condicionada, pero libres para elegir. Y deciden ser mejores. O no.

Cuando el cine se asoma al tremendo misterio del bien (infinitamente superior al del mal, que no es más que ausencia e inercia, por mucho que fascine al homínido contemporáneo) y lo hace con talento, hay fiesta. Y vaya si la fiesta -que no es sino la liturgia de la alegría- es importante.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Nicolas Gaurin
  • Montaje: Christel Dewynter
  • Música: Alexandre Lier, Sylvain Ohrel, Nicolas Weil
  • Duración: 102 min.
  • Público adecuado: +16 años
  • Distribuidora: Caramel
  • Francia (Médecin de campagne), 2016
  • Estreno: 27.5.2016
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