Crítica de Antidisturbios

  • La serie de Sorogoyen y Peña se acerca a unos hechos que no nos resultan ajenos ni indiferentes: influyen y mucho en el hoy y ahora de un país llamado España.

Una serie. Se trata de contar una historia y contarla bien. La ficción tiene más o menos apoyos en la realidad pero los tiene. La realidad menos cotidiana, por lo general, nos llega filtrada, tratada por los medios de comunicación, muy aficionados a cocinar literariamente la información escrita y audiovisual.

Cuando ves una serie o una película y lo que cuenta te cae cerca, es lógico que te interpele. No es lo mismo que ocurra en Chicago o tenga lugar en una comisaria de Moratalaz y una corrala de Lavapiés.

Los que cuentan tienen libertad para contar y los espectadores -si cabe, aún más los especialmente concernidos- libertad equivalente para opinar sobre lo que se cuenta. Es algo que parece evidente, pero en el contexto audiovisual español las cosas se desmadran. O no se desmadran, simplemente deben ser así y hay que acostumbrarse: los creadores, los espectadores, los críticos profesionales, los periodistas de opinión, los colectivos profesionales o las asociaciones cuando comentan una serie pueden opinar y debatir con libertad, pero no deberían olvidar que es eso, una serie.

Una historia de corrupción

Cuando produces una serie, normalmente no quieres dar un mitin, pero la ideología, las convicciones, los juicios, las simpatías y antipatías los llevas puestos. Antidisturbios es una historia de corrupción y eso no es ninguna novedad. Cuando has cocinado un guion, escrito y reescrito muchas veces, los creadores y los productores piensan en el público, en la manera de gustar. Son los llamados valores de producción.

La serie de Sorogoyen y Peña se acerca a unos hechos que no nos resultan ajenos ni indiferentes: influyen y mucho en el hoy y ahora de un país llamado España. Ocupación de inmuebles, manifestaciones, violencia en el mundo del futbol, corrupción endémica en las instituciones públicas, abusos de poder, actuación de la policía en ese paisaje. Son asuntos que se tematizan en esta serie de Caballo Films para Movistar+. Se trata de levantar una estructura dramática, hecha de personajes y conflictos que se desarrollan en seis episodios. Se nota y mucho que han cambiado el foco, que han reescrito la historia, que hay subtramas encajadas a martillazos.

Lo que no ha cambiado es la deriva narrativa de su trayectoria como guionistas. La serie tiene un tratamiento muy similar a sus trabajos anteriores. No les va el drama, les va la tragedia griega. Los personajes más que sufrir, están torturados, hasta el punto de que el desequilibrio patológico es la clave de su ser. Basta recordar Stockholm, Que Dios nos perdone, El Reino y Madre.

Se trata de victimizarlo todo. Todo está podrido. Los personajes están intoxicados. Parece claro que lo que puede parecer una historia policial -más concretamente sobre la praxis policial en el uso legítimo de la fuerza y la obediencia debida-, lo es menos sustancialmente de lo que cabría esperar, tras un  primer capítulo impresionante. En realidad, la serie se parte en dos: están el 1 y el 5 y el resto es otra cosa.

Tragedia asfixiante

Una vez más, Sorogoyen y Peña llevan el relato al terreno de la tragedia asfixiante, con una visión del ser humano profundamente tortuosa y pesimista. Hasta el momento, son incapaces de retratar la bondad, son incapaces de trabajar por contraste. La afinidad la dominan con maestría. Escriben con talento y tienen sentido del ritmo. Este relato seriado tiene una estructura, unos viajes interno y externo sólidos, relaciones tóxicas, con atmósferas conseguidas. En Antidisturbios no hay personajes honrados, ni la más mínima concesión al humor, a la cordialidad sincera porque estropearían el espectáculo. Todo jefe por definición es un desalmado o un cínico desengañado. Todo hombre es proclive a la violencia. Las relaciones de pareja siempre están dañadas.

La historia profesional de los seis integrantes del furgón de la UIP tiene poco peso en el relato. El personaje de Laia Urquijo se apodera del discurso y termina por convertir a los policías en figurantes del viaje hacía la corrupción de un personaje altamente improbable: una inspectora de asuntos internos frente al tenebroso mundo masculino (otra constante de Peña y Sorogoyen) que vive con un memo que parece haber venido de regalo con un mueble de IKEA.

El lenguaje audiovisual de Sorogoyen y su equipo es muy bueno. La serie tiene una calidad evidente, que en las escasas secuencias de acción es notable. La planificación, la edición de sonido, la fotografía y el diseño de producción -incluyendo el acierto en las localizaciones- son de primer nivel. Los actores hacen un trabajo encomiable.

Antidisturbios: Una serie es una serie

Quiero ser coherente con lo que he escrito al principio: una serie es una serie. Podríamos traer aquí los retratos de colectivos profesionales varios que, cuando se ficcionan, siempre (casi siempre) causan risa a los aludidos: médicos y profesores, por citar dos recurrentes.

No aprecio mala fe en los guionistas, simplemente han contado una historia sin pretender retratar una institución. Me hubiera gustado que hubiese más contraste y variedad, que no habrían quitado interés al relato: se lo habrían dado. Porque, vaya si no es interesante la vida de un tipo que se traga la porquería de un país, que difícilmente puede llevar una vida matrimonial, que suele tener un mando político que te utiliza con fines bastardos, que debe estar en una forma física excelente o te echan de la unidad, que sabe que su vida depende del que tiene al lado… Con todo, Antidisturbios es una buena serie.

No comparto, en fin, la suerte de irenismo pragmático (y de moral pret-a-porter) que señala que nadie debe extrañarse de determinadas conductas: cada cual haga lo que quiera en su vida privada, lo importante es que en lo profesional cumpla y me preste un servicio eficaz.

Yo no lo veo así: vida hay una y lo que se hace, se hace; marca y nos define. Si le pegas a tu mujer, si no controlas la bebida, si te drogas, si admites la prevaricación, si te lías con un investigado, nunca serás un buen policía, un buen profesor, un buen abogado, un buen juez o un buen albañil. Aunque puedas ser un personaje resultón en una serie.

Ficha Técnica

  • País: España, 2020
  • Dirección: Rodrigo Sorogoyen, Borja Soler
  • Fotografía: Álex de Pablo, Diego Cabezas
  • Música: Olivier Arson
  • Duración: 1 temporada (6 capítulos de 44 a 63 minutos)
  • Emisión en España: Movistar+
  • Público adecuado: +18 años (VX)
Suscríbete a la revista FilaSiete