Control

Película dura, seca y brillante, cuyo atractivo trasciende a los desconocedores por completo de Joy Division. Corbijn, curtido en la industria del videoclip, se estrena en la dirección cinematográfica con muy buena nota

Control (2007)

Control: El vocalista de Joy Division

Nadie pone en duda que Joy Division ha sido una de las bandas más influyentes de los últimos treinta años. No hay más que darse una vuelta por locales alternativos de las grandes ciudades españolas o británicas para darse cuenta de la impronta dejada por este grupo salido de las barriadas de Manchester. Y eso que sólo pudieron sacar dos discos de estudio a la calle, ya que su vocalista y miembro más carismático, Ian Curtis, se suicidó a la corta edad de 23 años. Su historia pedía a gritos un biopic, y han sido dos personas cercanas a Curtis, especialmente una, las que lo han sacado adelante. Control toma como referencia Touching From a Distance, la autobiografía de Deborah Curtis, la viuda del cantante, que también ejerce labores de coproductora. Y el director es el debutante Anton Corbijn, un holandés que se mudó a Inglaterra para trabajar como fotógrafo para un revista de música en 1979, y que fue el responsable de varias de las imágenes más célebres que se tomaron del grupo.

A pesar de mostrar los orígenes de la banda y otorgar una gran importancia a las canciones, el peso de la película recae sobre todo en la tempestuosa relación entre Curtis (Sam Riley) y su mujer (Samantha Morton), que se casaron siendo aún adolescentes, y en retratar la actitud vital de un hombre al que su exacerbada introversión y tendencia a sufrir ataques epilépticos le impidieron sentir cualquier atisbo de felicidad.

En ese sentido es curioso y notable, y más teniendo en cuenta quienes son los responsables, que estemos ante uno de los biopics menos indulgentes de la historia del cine. No se idealizan ni se trivializan las circunstancias que condujeron al suicidio del ídolo, simplemente se presenta como un hecho inevitable y a la vez inexplicable. El filme no emociona simplemente porque no lo pretende, porque muestra que las tragedias a veces no tienen explicación, y que no hay que buscarles un sentido ulterior ni reducirlas a argumentos banales, como el sempiterno discurso de la incapacidad para sobrellevar el éxito. Es una película dura, seca y brillante, cuyo atractivo trasciende a los desconocedores por completo de Joy Division.


Corbijn, curtido en la industria del videoclip, se estrena en la dirección cinematográfica con una muy buena nota. Con la ayuda de Martín Ruhe, compone una de las estéticas en blanco y negro más bellas de los últimos años, que además es totalmente funcional a la hora de mostrar el ambiente industrializado y opresivo del Manchester de finales de los setenta, y que sin duda va acorde con la manera de ver la vida del protagonista. Otro casi neófito, Sam Riley, en cuanto a mimetización física y gestual se refiere, compone una interpretación que está cuando menos a la altura de la encarnación de Joaquin Phoenix de Johnny Cash en En la cuerda floja.

Ficha Técnica

  • País: EE.UU./Reino Unido/Australia/Japón, 2007
  • Fotografía: Martin Ruhe
  • Montaje: Andrew Hulme
  • Música: Joy Division
  • Duración: 121 min.
  • Público adecuado: Adultos
  • Distribuidora: Avalon
  • Estreno: 8 de abril de 2009
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