El arco

El arco: Comunicación no verbal

El arco | Conocimos al coreano Kim Ki-duk con La isla y Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera. Después llegaron los premios, el Oso de Plata para Samaritan girl; el León de Plata y el Fipresci de San Sebastián para Hierro 3.

En El arco vuelve a situar la acción en un espacio cerrado, igual que hizo en La isla y Primavera, verano… Aislamiento de la civilización, una barca en la que viven un anciano y una adolescente. Un espacio pequeño al que puede acceder personas de fuera pero del que nunca escapan sus habitantes. Y tampoco cambian los problemas de comunicación. Al igual que en Hierro 3 los personajes se comunican sin palabras.

Ki-duk materializa la inocencia y la pureza en una niña que espera a cumplir los diecisiete años para casarse con el anciano que la cuida, de esta manera habla del paso de la niñez a la madurez, del sentimiento de posesión que destruye todo, tema que parece obsesionar al director, y que está presente en todas sus películas. La actriz que interpreta a la joven protagonista, la misma que trabajo con él en Samaritan girl, llena la pantalla con solo su presencia: puedes mirarla sin descanso, sin pestañear. Ki-duk, lo sabe y le dedica largos planos. Ocurre algo parecido a lo que pasaba con Zhang Ziyi en El camino a casa: es casi imposible dejar de mirar a la protagonista de El arco mientras se columpia rozando el mar con los pies al ritmo de la música que toca su amo.

La realización es impecable en todos los sentidos, al servicio de una narración poética, la más poética de Ki-duk, con un argumento delicadamente abstracto salpicado de humor, que gana en intensidad mientras se encamina a un final nada convencional.

El arco cansará a los espectadores que se agobian con el ritmo pausado y el simbolismo del cine oriental. Y encandilará a los seguidores del director coreano.