El sastre de la mafia

Chicago, años cincuenta. Leonard es un sastre inglés que dejó Londres por la ciudad de Al Capone a causa de una tragedia personal. Confecciona ropa elegante y, al parecer, sus principales clientes son gánsteres, tal vez porque son los que tienen dinero para pagar trajes a medida de primera calidad. Leonard es un hombre discreto y educado, y una familia mafiosa se aprovecha de su amabilidad.

El sastre de la mafia es la opera prima del escritor Graham Moore que, además de la dirección, ha contribuido a buena parte del guion. La película está construida como una obra de teatro: una sola localización, la sastrería; casi siempre en el taller. Las otras dos salas que se utilizan están comunicadas con el taller por una gran puerta. Ese taller es un mundo donde vemos a Leonard trabajar, dedicando los cinco sentidos a su arte. Atiende a sus clientes sin perder nunca la compostura, y cuida de su recepcionista como si se tratara de su hija.

Leonard está interpretado, de lujo, por Mark Rylance (El puente de los espías); junto a él están Zoey Deutch, Dylan O’Brien, Johnny Flynn y Simon Russel Beale, cada uno excelente en su puesto, pero solo le roba la pantalla la actriz nigeriana Nikki Amuka-Bird, en su breve aparición.

La puesta en escena es primorosa y el ritmo es lento, tal vez en demasía, pero se trata de que el espectador capte una trama compleja que se revela, principalmente, a través de gestos. Además, no podía ser menos, nada es lo que parece y el tempo facilita asimilar los cambios.

El sastre de la mafia es una notable opera prima, con algunas imperfecciones menores, pero con una puesta en escena y una interpretación excelente que compensan con creces esos pequeños fallos. Un auténtico homenaje al cine clásico de gánsteres con una historia original.