El séptimo día: El don de la libertad
Hace unos años España se conmovió ante los asesinatos cometidos en un pueblo de Extremadura… Hoy aquellos hechos, en parte modificados por razón de arte, quedan recogidos en El séptimo día.
Hubiera sido un crimen -de otro tipo- que la dirección estropeara el buen guión de Ray Loriga, pero no ha sido el caso. Bastaba con la profesionalidad que Carlos Saura (Goya en Burdeos) posee, con la magnífica fotografía de los cegadores paisajes naturales, con la espléndida música moderna y muy de la tierra, y con el extenso cuadro de actores, todos en su papel; bien que, por su calidad y modo, los asesinos y la instigadora parecen sacados de un drama de Federico García Lorca; los otros, la gente del pueblo y las víctimas, materiales o morales, son muy de hoy. Con todo esto, el guión parece haberse expresado bien y plenamente.
Cabría decir, en el buen sentido de la palabra, que el guión tiene valores literarios, mejor, poéticos. Estos valores enriquecen el qué cinematográfico del mismo guión, y van expuestos sobre todo en el texto narrativo -voz en off- de la protagonista, la jovencísima Yohana Cobo. Ella es la que, en una de sus felices frases, da el sentido al título de la historia.
Supongo necesaria esta voz narrativa, porque la larga y vieja enemistad de los Fuentes y los Jiménez, que lleva a repetidos crímenes, sería un tanto complicada y prolija sin el recurso abreviador de la narración. Y aun así, el papel que en el transcurso del tiempo juega cada personaje a veces tarda en encontrar su sitio en el tablero del espectador (lo digo por experiencia propia y ajena), y eso que el ritmo es lento…
No sé con claras razones por qué, pero sí con seguridad que esta película no es sólo una atroz crónica de sangre, de ofensas y de venganzas rurales… Está llena de sugerencias, de vida familiar armónica, de amor y de camaradería y amable vecindad, de contrastes de luz en lo hermoso cotidiano, y el enfrentamiento de lo negro del odio, que enloquece, que se alía con lo demoníaco… Pues, ciertamente, Juan Diego, José Luis Gómez, Victoria Abril, Ana Wagener y Ramón Fontseré forman el grupo lorquiano, más que lorquiano, tenebroso y demoníaco. Los otros, aunque no todos exentos de graves culpas -que, con acierto, quedan en la película en una cierta indefinición-, son lo luminoso. Y a la cabeza de esta luz está la casi niña Yohana Cobo, que halla su paz cerca del mar (ya aludí a la fuerza poética de la narración en off).
Tal vez, la belleza de los lugares y de las personas, de todas, cada una en su estilo, atenúe o disuelva la que podría haber sido materia de morbosidad extrema, y no lo es: la dirección artística estuvo en manos de Rafael Palmero.
Junto a eso, en la historia fílmica no hay determinismo ciego, de tragedia antigua, sino libertad. Me parece que llega al ánimo, y conmueve, lo que nos dice El séptimo día: Que la maldad de los actos humanos es debida a una elección personal, que se exacerba en la locura, que al satanizarse se hace avasallante y atroz, inhumana.
Ficha Técnica
- Dirección: Carlos Saura,
- Guion: Ray Loriga,
- Intérpretes: Ramon Fontserè, Juan Diego, José Garcia, Victoria Abril, Ana Wagener, José Luis Gómez, Eulàlia Ramon, Yohana Cobo, Irene Escolar,
- Fotografía: François Lartigue
- Montaje: Julia Juániz
- Música: Roque Baños
- Distribuidora: Lola Films
- Fecha de estreno: 23.04.2004
España, 2004