En mil pedazos

Basada en el libro autobiográfico de James Frey, la cinta describe el infierno personal del adicto y pone el dedo en varias dolo­ro­sas llagas

En mil pedazos (Sam Taylor-Johnson, 2018)

En mil pedazos: El efecto de las drogas

· En mil pedazos | La directora Sam Taylor-Johnson (Cincuenta sombras de Grey) somete a prueba a su marido a quien da el papel de Frey; acierta con el casting, ya que borda el papel.

En mil pedazos cuenta unos meses en la vida de James Frey en su momento más bajo: su estancia en una clí­nica de rehabilitación en Minnesota, al borde de la muer­te, por abuso de drogas y alcohol. Esos dos meses fue­ron una experiencia dolorosa y enriquecedora. La película se basa en el libro autobiográfico de James Frey, pu­blicado en 2003, que fue un best-seller en Estados Uni­dos. Posteriormente surgió una polémica cuando se des­cubrió que ese relato «biográfico» contenía pasajes muy exagerados, cuando no totalmente inventados. La po­lémica literaria, ciertamente, no debería afectar a la va­loración de la película.

En mil pedazos es una película bien realizada, con al­gunos momentos impresionantes, que describe el infierno personal del adicto y pone el dedo en varias dolo­ro­sas llagas; en primer lugar, la típica negación de la rea­lidad con la que el adicto no se reconoce enfermo; en segundo lugar, la falta de ganas de recuperarse, James declara abiertamente que disfruta con las drogas y no tiene intención de dejarlas al salir de la clínica; fi­nalmente, la necesidad de una motivación lo bastante gran­de para soportar la prueba de dejarlo. En mil peda­zos propone dos, el amor y la espiritualidad.


Por lo demás, estamos ante una película dura, en la línea de tantas historias sobre drogadicción; la cura de James pasa por momentos dramáticos tanto por su la­mentable condición física como por su distorsión de la rea­lidad, su falta de motivación, las condiciones de la clí­nica, y sus compañeros. Cada uno de esos puntos es un elemento pivotal del guion: la relación con su her­ma­no, con los cuidadores de la clínica -ex adictos todos ellos-, con otros internos: John, homosexual; Leonard, pa­triarcal y bondadoso; el juez, reincidente; Lilly, su mo­tivación y su dolor; el arreglo de la nariz y de la boca se­rán espeluznantes.

La clínica de Minnesota fue fundada y es dirigida por sa­cerdotes, pero no es necesario ser religioso para ser acep­tado en ella. A medida que se van superando fases y el paciente ve la realidad con más claridad, se puede te­ner una conversación abierta con el sacerdote o con otra per­sona de la institución. En el caso de James, hostil al cris­tianismo, solo habló con los cuidadores y el Tao fue un sustituto espiritual del tratamiento.

La directora Sam Taylor-Johnson (Cincuenta sombras de Grey) somete a prueba a su marido a quien da el papel de Frey, acierta con el casting, ya que borda el papel, y no duda en mostrarlo desnudo -muy brevemente-. Una serie de secundarios de lujo como Billy Bob Thorn­ton (Fargo), Giovanni Ribisi o Juliette Lewis completan el panorama con solvencia.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Jeff Cronenweth
  • Montaje: Martin Pensa
  • Música: Atticus y Leopold Ross, Claudia Sarne
  • Duración: 113 min.
  • Público adecuado: +18 años (VX)
  • Distribuidora: eOne
  • EE.UU. (A Million Little Pieces), 2018
  • Estreno: 13.9.2019
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Reseña
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Historiador y filólogo. Miembro del Círculo de Escritores Cinematográficos. Ha estudiado las relaciones entre cine y literatura. Es autor de “Introducción a Shakespeare a través del cine” y coautor de una decena de libros sobre cine.
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