Operación Anthropoid: Héroes y villanos en un acogedor sepia

· El excelente reparto (sobre todo Cillian Murphy y una desaprovechada Anna Geislerová) mantiene viva la trama de Operación Anthropoid.

Siempre funciona. La Resistencia (así, con mayúsculas) a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial se ha confirmado como uno de los recursos narrativos más eficaces para recuperar la estética (y la ética) del género épico en su estilo más puro. Buena parte del mérito lo tienen los nazis, que con su sofisticada brutalidad moral se convirtieron en los perfectos antagonistas, encarnación del mal absoluto.

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Probablemente el británico Sean Ellis (que había levantado muchas ex­pectativas por trabajos como Cash­back, The Broken o la muy exótica Metro Manila) era muy consciente de ello cuando escogió para su nueva película la historia del atentado con­tra Reinhart Heidrich, general de las SS muy merecidamente bautizado como «El Carnicero de Praga». Su descripción de la llamada Operación Anthropoid pretende ajustarse a los hechos con una fidelidad que lleva a veces a una cierta planicie cinematográfica. Desde el aterrizaje en los hermosos bosques de Bohemia de los dos patriotas checos exiliados en Londres, hasta el clímax del atentado, pasando por su infraestructura en Praga, la primera hora de la película transcurre con una austeridad muy británica que puede llegar a inducir al sopor.

Las sospechas en el interior de la resistencia checoslovaca y los demasiado obvios romances no ayudan a alzar el vuelo de la trama, pero el encanto invencible del escenario compensa la espera: aunque uno de los personajes asegura que “la guerra no es romántica” (excusatio non petita…), la Praga de los años 40 (¡sin turistas!) se muestra más sugerente que nunca en una época en que los héroes y heroínas se desplazan en bici en vez de en deportivos último modelo y no hackean ordenadores, sino que tiran tazas de café al suelo para despistar con el ruido de la loza al soldado alemán en su rastreo entre los veladores. Por supuesto, la fotografía prima unos maravillosos tonos pastel, explotando con todo el derecho del mundo y la maestría de los cineastas británicos esa extraña nostalgia que solo sentimos con determinadas películas (y algunos aromas).

El excelente reparto, sobre todo Cillian Murphy (Origen, En el corazón del mar, Transcendence) y una desaprovechada Anna Geislerová, mantiene viva la trama como puede hasta que, llegado el clímax del atentado, la acción se dispara, magníficamente rodada por cierto. Llega después otro pequeño bache en el ritmo que culmina con una fenomenal última media hora, de épica pura y dura. Quizá demasiado dura, de hecho, con una violencia inevitable dado el contexto, pero que puede herir sensibilidades. La música, ausente hasta el momento, excepto algún pequeño apunte sentimental, comienza a sonar suave, inquietante, has­ta el único final posible, feliz pe­se a todo.

En retrospectiva, surge la sospecha de que Ellis quiere anestesiar el estado de ánimo del espectador para resaltar la tremenda épica del final, para darle el merecido homenaje al sacrificio enorme realizado por los héroes: las consecuencias de cualquier lucha contra el mal absoluto son enormes. Quizá. Yo hubiera preferido una película más redonda, pero, en cualquier caso, agradezco la eficaz inmersión en uno de los escenarios más sugerentes del cine, cada vez más fascinante por su creciente distancia con una actualidad que de tan compleja a veces se torna mezquina.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Sean Ellis
  • Montaje: Richard Mettler
  • Música: Robin Foster
  • Diseño de producción: Morgan Kennedy
  • Vestuario: Josef Cechota
  • Duración: 120 m.
  • Público adecuado: +18 años (V)
  • Distribuidora: Alfa
  • Reino Unido (Anthropoid), 2016
  • Estreno: 16.12.2016
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