Ritmo salvaje

Ritmo salvaje: Mejor, al videoclip

Tres son los coproductores de Ritmo Salvaje: André Benjamin, Antwan A. Patton -integrantes ambos del dúo musical Outkast, que en este caso protagonizan la película- y Bryan Barber, director y guionista del filme, que debuta en el cine tras haber dirigido una buena parte de los videoclips del grupo. Tras vender millones de copias de sus discos y recoger varios Grammys, el dúo decidió que era el momento de hacer una película.

Ritmo Salvaje cuenta la historia de dos amigos afroamericanos del sur de los EE.UU. en mitad de los años treinta. Desde muy jóvenes sus vidas pasan por un local musical de la zona con poco prestigio. Rodeados de gangsters, alcohol y prostitutas, los dos amigos tratarán de sacar adelante el local y sus carreras musicales.

No negamos que Bryan Barber tenga destreza dirigiendo videoclips, pero demuestra con esta cinta serias dificultades para escribir un guión. La historia de Ritmo salvaje es ramplona, simple y está compuesta a trompicones. Barber empieza con una crónica social de burdel (por cierto con una óptica machista brutal) para después probar fortuna con el cine de gangsters…. Cuando lleva un rato en este registro decide pasarse a la telenovela sentimental: una historia absolutamente tópica que, a pesar de todo y visto lo anterior, se agradece. ¿Que cómo pasa de un registro a otro? Muy sencillo, con un videoclip: este formato le permite hacer todo lo que la lógica narrativa impide, desde resucitar a un muerto perforado por las balas hasta copiar el final de Moulin Rouge.

La música tampoco ayuda demasiado al conjunto: se hace reiterativa, al igual que las coreografías, empeñadas en que lo único que brille sea el mal gusto. Con este conjunto quedan desaprovechados unos buenos bailarines, un más que correcto reparto y una destacable ambientación.