BSO: El Gran Hotel Budapest
Después de siete intentos frustrados, Alexandre Desplat (París, 1961) logró hace unos días el Oscar a la mejor música por su trabajo en El Gran Hotel Budapest, la última película de Wes Anderson, con quien ya había trabajado en Fantastic Mr. Fox y Moonrise Kingdom. Está claro que el compositor se encuentra cómodo en un universo tan peculiar.
Hay que tener en cuenta que Desplat es uno de los compositores con más talento del panorama actual pero, como otros músicos de cine, tiene el peligro de una trayectoria demasiado prolífica. En 40 años de carrera ha musicalizado 158 películas, algunas tan olvidables como Godzilla, Mr. Magorium y su tienda mágica o Tamara Drewe, y otras tan imprescindibles como El árbol de la vida, Los idus de marzo o El velo pintado.
Desde el tema inicial de El Gran Hotel Budapest, el Corals’Rothe-Zäuerli, queda clara la intención de Desplat de sumergir al espectador en un mundo diferente, una república inexistente de sensibilidad grotesca con ecos eslavos. El compositor logra transmitir con este comienzo el tono nostálgico y decadente que transmite el hotel imponente y solitario, rodeado de montes nevados. También con The Alpine Sudetenwaltz se detiene en ese ambiente de aristocracia degradada que con tanta ironía retrata Anderson.
Pero quizá el tema más característico es Mr. Moustafa, una composición de cuerda que se repite en diferentes ritmos a lo largo de la película. Desplat utiliza en esta recurrente melodía algunos instrumentos muy cercanos a la cultura húngara y rusa como la famosa balalaika. La superposición de ritmos de cuerda de este tema es prodigiosa, al igual que en la Overtura de Mr. Gustave.
No podían faltar en una película de Anderson la música incidental en la que Desplat impone un ritmo y una comicidad muy personal y circense, combinando palmas, percusión y timbales en temas como The Lutz Police Militia o A Dash of Salt Ludwig.
La banda sonora también incluye algunas versiones del Concierto para mandolina y cuerda pulsada de Vivaldi en el que se utiliza el clave, otro instrumento muy recurrente en la música de la película.
Solo la generosa diversidad de la composición de Desplat hace que la constante utilización de la música no resulte repetitiva. Más bien la banda sonora se convierte en el vehículo más adecuado para guiar al espectador en una historia tan original.
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