La ciénaga: Martel nos deja sin respiración
Silencio sepulcral. Espectadores clavados en sus butacas. Desde la primera escena de La ciénaga, Lucrecia Martel nos saca de la sala para enclavarnos en un caluroso verano argentino de tormentas tropicales y hacernos sentir angustia, humedad, claustrofobia. En pleno campo, aislada por el alcohol y por la propia naturaleza, vive Mecha, una cincuentona que deambula cual zombi entre los miembros (muchos y muy bien coreografiados) de su familia. Martel hurgará en ellos, en los sinsabores de sus rutinas y en las relaciones familiares.
Esta ópera prima revela a una cineasta con toque de distinción, a una creadora de ambientes complejos y densos de difícil elaboración. Sin música pero con sonidos que nos atrapan para no soltarnos, con un montaje determinante y acertado, con matices que enriquecen la pantalla, con destellos de humor negro y con unos personajes que emanan naturalidad y compromiso, Martel talla una atmósfera opresiva y sudorosa, adictiva.
Mirada personal con talento y valentía
Hasta el título es inquietante. En La ciénaga acechan la tormenta y la catástrofe. Lo aterrador es que cuando estalla la segunda, en los últimos minutos, nadie se sobresalta. La tragedia queda relegada a un segundo plano por la absorbente fuerza del resto de la cinta. Así, Lucrecia Martel irrumpe en el séptimo arte con una mirada personal, con una huella de talento y valentía que eleva el cine a cotas poco transitadas.
Ficha Técnica
- Dirección: Lucrecia Martel,
- Guion: Lucrecia Martel,
- Intérpretes: Mercedes Morán, Graciela Borges, Martín Adjemián, Leonora Balcarce,
- Fotografía: Hugo Colage
- Dirección de Arte: Graciela Oderigo
- País: Argentina