McQueen: Memento mori
· Son muy útiles los insertos de vídeos domésticos que nos muestran al propio McQueen haciendo comentarios y payasadas propias de un chico gordote del East End londinense.
El genio de Alexander McQueen no fue fruto de la casualidad. Aunque este documental podría haber sido mucho más técnico -es decir, mucho más preciso en el acercamiento a las claves estéticas del trabajo del gran diseñador- hay que agradecer que el relato tenga el tono y el ritmo adecuados para contar su itinerario profesional.
Empiezo de este modo la crítica de una película que me ha interesado mucho. Para el profesional de la moda y para los entendidos en estilismo y en alta costura se queda un poco corta, aunque para ellos será fácil rellenar los huecos. Con todo, es asombroso que se hable tan poco de la enorme influencia que el cine tuvo sobre la obra de McQueen y viceversa (como ya comentamos en FilaSiete). O de su revolucionaria manera de cocinar el clasicismo para lograr modernidad de vanguardia, audaz y airada, rompedora y sorprendente, gamberra y agresiva, líricamente trágica. Un festival de hallazgos.
El genio indudable de McQueen (sería un tremendo error dudar de la calidad de su trabajo por su pirotecnia escénica con frecuencia estridente y provocativa, underground y arrabalera; en otras ocasiones de un logrado barroquismo de neones y metalistería) creció gracias a un proceso de formación que comenzó como aprendiz haciendo chaquetas en una sastrería londinense de Savile Row y le llevó al poco tiempo a estudiar en una de las mejores escuelas de moda del mundo y más adelante a viajar a plazas claves del diseño como Milán y París para aprender de otros maestros. McQueen era una esponja y se quedaba con todo para usarlo después con una creatividad deslumbrante.
Como apunta Mariam Vizcaíno, jefe de la sección Estilismo y Cine de nuestra revista, «la puesta en escena de sus colecciones puede resultar amenazante, excesiva, desgarradora, agresiva, demoledora, desfasada muchas veces, pero como el punk obedece unas reglas de estilo propios que son intachables y tienen la belleza de lo terrible, de lo que se abisma y asusta, pero es tan verdad como todo lo demás».
El encuentro con una mujer de la alta sociedad, Isabella Blow, le abrió puertas como suele ocurrir en el ámbito de la moda. Blow compró la colección de graduación de McQueen en la prestigiosa escuela St. Martins College of Art & Design de Londres.
Lee, que era el nombre por el que le llamaban sus padres y cinco hermanos, llegó a Givenchy primero y a Gucci después, con fama de ser un hooligan. La película lo muestra. Son muy útiles los insertos de vídeos domésticos que nos muestran al propio McQueen haciendo comentarios y payasadas propias de un chico gordote del East End londinense que corre y corre y corre, en busca de algo que llene su vida, que haga ver a sus padres que ha elegido bien, que ha escogido una profesión que le permita materializar su pasión por la belleza atormentada.
Se nos ahorra el infierno de drogas, sexo promiscuo, soledad, depresiones e infelicidad que vivió una persona con una capacidad de trabajo impresionante que, como suele ocurrir en esos casos, se mezcló con una vida desmadrada. Conmovedora resulta la figura de su madre a la que siempre quiso con locura.
La enorme tristeza que desprende la película no impide disfrutarla. El dominio de la línea, la forma, el movimiento, el volumen, el tempo y el ritmo de muchas de las creaciones de McQueen queda suficientemente representado y permite a los que lo conozcan menos acercarse a su talento volcánico, a esos borbotones de brutal lirismo que caracterizaron un trabajo marcado por un fascinante sentido de la angulación y la geometría.
Ficha Técnica
- Dirección: Ian Bonhôte, Peter Ettedgui,
- Guion: Peter Ettedgui,
- Intérpretes: Alexander McQueen,
- Fotografía: Alexander Alexandrov, Will Pugh
- Montaje: Cinzia Baldessari, Otto Burnham
- Música: Michael Nyman
- Duración: 111 min.
- Público adecuado: +18 años
- Distribuidora: Vértigo
- Reino Unido, 2018
- Estreno: 8.6.2018