Sebastián Cordero, director de «Rabia»
Sebastián Cordero, director de Rabia | El realizador ecuatoriano de 38 años ha sido el gran triunfador del Festival de Cine Español de Málaga con su tercera película, Rabia.
¿Cuál fue el origen de esta película?
Sebastián Cordero: Cuando acabé Crónicas (2004), Berta Navarro -una de las productoras- y yo nos quedamos con ganas de hacer algo más juntos. Estábamos buscando una idea para desarrollar, cuando un día ella leyó la novela argentina en la que está basada esta película. Fue una coincidencia rara, porque una amiga mía me regaló esa misma novela recomendándomela. Muy poco tiempo después, Berta me dijo que se la acababan de ofrecer, que estaban disponibles los derechos. La leí y conecté, inmediatamente. La ví muy potente, muy cinematográfica.
¿Por qué la historia se desarrolla en España, cuando no es así en la novela original?
Sebastián Cordero: En un principio me planteé ubicar la película en Buenos Aires. Y prescindir del tema de la inmigración. Era la misma historia, un conflicto de clases, pero sin inmigrantes. Berta me propuso que modificáramos un poco el argumento pensando en España y con inmigrantes. Por una parte, iba a ganar mucha fuerza, la historia iba a crecer más. Y además, a ella le permitía armar sin problemas el proyecto. Después de haber hecho El laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2006) con Telecinco, tenía las puertas abiertas en España. Y le venía muy bien hacer un proyecto aquí.
¿Qué fue lo que más te atrajo de la novela para realizar la adaptación?
Sebastián Cordero: Me fascinó el personaje de José María. En la novela es un personaje igual de cuestionable, igual de machista, igual de caótico, pero a la vez te identificas mucho con él. Hay algo dentro de su situación que te engancha. Y me encantó la idea de poder contar una historia de alguien escondido en la sombra, en la periferia, contar la historia de seres que son, de alguna forma, invisibles en la sociedad pero llevado un grado más allá. Aquí José María está intencionalmente escondido, mientras que Rosa es alguien que vive en una casa, trabajando, es un elemento esencial de la familia, y sin embargo esta familia habla de ella como si no estuviera allí. Era muy importante reflejar la marginación voluntaria o involuntaria.
La casa tiene un papel muy importante en la historia…
Sebastián Cordero: Efectivamente. Cuando leí la novela, me pareció que había un potencial muy grande en este sentido. Me gustó mucho la idea de trabajar en una casa, trabajar las texturas, el silencio, los sonidos de ésta… darle vida. Lo veía tan cinematográfico todo… Y lo vi como un reto. Decidimos filmar una película en la que la mayoría de la historia se desarrollara en una casa.
Es interesante la evolución de los personajes, sobre todo el principal, José María. ¿Se puede hablar de algún modo de redención? Porque se plantea un cambio profundo.
Sebastián Cordero: Sí. Cambia totalmente. Se ve la decadencia, la degradación… A mí me interesa mucho la dualidad dentro del ser humano: la luz, la sombra y todos los puntos intermedios. Y dentro de esa faceta básica del ser humano, encuentras lo más humano y lo más animal, lo más elevado y lo más primario. Y ésta es la historia de dos personajes muy diferentes: Rosa es totalmente luz, es alguien que tiene una visión del mundo, sin quizá ser consciente, muy tolerante, tal vez demasiado tolerante; aguanta todo. José María es alguien que espera a que le caiga una chispa para saltar y explota.
El matrimonio y los dos hijos también presentan unos roles interesantes.
Sebastián Cordero: Para mí fue un gran gusto armar la familia. Sentí por un lado que allí había un montón de elementos que yo veía cercanos a mi familia o a familias cercanas. No es que mi familia sea como la de la película, pero siempre me ha parecido increíble percibir cómo funcionan las relaciones de amor y odio a la vez. Poco tiempo antes de empezar a escribir el guión, tuvimos una reunión familiar y lo estuve considerando. Hay dinámicas que sólo las personas que te conocen de niño te sacan. También hay mucho cariño y mucho amor. Y a la vez, cada personaje tiene su dolor, tiene secretos, cosas escondidas. Y me parecía muy interesante poder jugar con eso, a través de personas que están espiando en la intimidad de esa familia.
Para acabar, quería preguntarte acerca del género. Tu película anterior, «Crónicas» (2004), también es un thriller. ¿Te sientes a gusto en este género y piensas seguir cultivándolo?
Sebastián Cordero: A mí me cuesta pensar en términos de género. De hecho, Rabia tiene mucho de thriller pero también tiene mucho de otros géneros. Ratas, ratones, rateros (1999) es una película de adolescentes, de pérdida de la inocencia. Es mi película, como todo cineasta latinoamericano, influida por Los olvidados, de Buñuel. Pero más que el tema del thriller en sí, a mí lo que más me interesa es la tensión dramática: que una película, una vez que te enganche, sea del tono que sea, te coja hasta el final.
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