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Entrevista a Louis Clichy, director y animador de Astérix: El secreto de la poción mágica

“Partir de una historia original con Astérix nos ha marcado el rumbo. Muchas personas tienen la mirada puesta en nosotros, para ver si lo hemos hecho bien o no”

¿Qué le animó a hacer esta segunda entrega de las aventuras de Astérix?

Louis Clichy/ En primer lugar, y pese a las dificultades que nos surgieron, la experiencia con Astérix: La residencia de los dioses fue fantástica, y yo estaba más que dispuesto a repetir la jugada. Sólo faltaba algo que aportara un poco de novedad y fue Alexandre quien dio con ello: hacer nuestra propia historia. Eso abría sin duda un montón de nuevas posibilidades. Yo estaba repleto de ganas.

¿Mantuvo contacto con Albert Uderzo y los titulares de los derechos de René Gosciny para saber qué les parecía?


L. C./ Sí. Hacer una obra original suponía un auténtico desafío. Nos preguntábamos si nos permitirían hacerlo, si iba a gustar, si no nos saldríamos del tema. Presentamos nuestro proyecto a Albert Uderzo y Anne Gosciny, ¡y les entusiasmó! Les vimos varias veces y vinieron a visitarnos a los estudios de Mikros para ver cómo progresaba la película pero también para comprobar que respetábamos la obra.

¿Cómo fue la creación de esta historia original?

L. C./ Alexandre me presentó su idea y me pareció realmente interesante. Trabajó concienzudamente sobre un primer boceto y después lo discutimos. Intercambiamos ideas haciendo tablas, planos, entre risas y discusiones. Yo hacía montones de esquemas para explicar puntos de vista. Él se retiraba a su rincón a escribir y así sucesivamente. Todo ello nos llevó un tiempo hasta que tuvimos una base, un álbum, a los que remitirnos.

¿Cuáles son los elementos esenciales a la hora de crear una historia original de Astérix?

L. C./ Es vital recuperar los personajes principales de la serie. En este caso, el verdadero héroe no es Astérix. Desviamos la historia hacia Panorámix, y su antagonista, el druida Malefix. Partiendo de ahí, teníamos todos los ingredientes de un buen cómic: poción mágica, romanos, golpes, César… incluso los piratas, que tuvimos que eliminar de la primera película por falta de tiempo. Introdujimos también al pescadero y al herrero. Es un dúo que ya nos gustó en Astérix: La residencia de los dioses.

¿Os seguís divirtiendo tanto con los pollos y los jabalíes?

L. C./ Para un animador, animar un animal es otro ejercicio apasionante puesto que no está constreñido por un diálogo. Aun así, hacemos que los jabalíes hablen un poco, aunque sea en su propio idioma. Los hemos transformado por completo. En todos los cómics suelen ser como piezas de caza. Aquí están integrados en el druidismo y hacemos que sean mensajeros. Fue divertido hacerlos aparecer a uno y otro lado. También nos lo pasamos muy bien con los pollos y los corderos.

¿Qué hace de Malefix un buen villano?

L. C./ En realidad, es bastante clásico en su villanía. Desde la infancia arrastra un trauma, resentimiento y frustración. Nadie le quiere, como suele ocurrir con los villanos. Devuelven una especie de odio porque sufren una gran carencia de afecto. Malefix compartió una cierta complicidad con Panorámix, pero ésta se ha deteriorado y transformado en odio porque Panorámix es el druida que ha triunfado, el que ha descubierto la poción mágica, el que ha sido querido por todos. Y, por el contrario, Malefix ha sido olvidado. Me gustó también trabajar en su diseño.

Dicen que un director tiene un estilo de dirección. ¿Cree que Alexandre Astier tiene un estilo para el doblaje?

L. C./ Alexandre no cambia en absoluto su forma de hacer las cosas porque se trate de una película animada, todo lo contrario. Se mantiene en la misma actitud de aquello que sabe hacer. Pero en el caso de Astérix, no hablamos de doblaje porque no doblamos una voz preexistente. Aquí, la voz está en el origen de todo. Es un teatro radiofónico en el que nos vamos a inspirar, y en el que fijaremos las voces para hacer la animación. Esa es la base de todo y todo ello en interés de hacer una película animada en francés. La actuación animada depende realmente de la voz. Los actores apenas cuentan con imágenes. Quizá cuenten con un vago diseño si se trata de un personaje nuevo. Es muy poco lo que saben con antelación, trabajan sobre la marcha y no tienen la necesidad de atenerse a una actuación preexistente ni de hacer imitaciones caricaturescas. La base del trabajo es por tanto bastante realista, y ya después nos movemos hacia ciertas formas de actuación para hacerlas más caricaturescas e integrarlas en la animación.

¿Cómo divide su trabajo con Alexandre Astier?

L. C./ De forma más o menos empírica. Él escribió un primer guión, al cual yo aporté elementos y sugerencias. La génesis de la escritura procede básicamente de él, mientras que yo aporto principalmente dibujos. Luego discutimos, y polemizamos -seamos sinceros-, sobre qué nos quedamos y qué eliminamos por problemas de estructura, de personajes, o de visibilidad de ciertos elementos.

Luego, la puesta en escena depende un poco más de mi sensibilidad, aun cuando Alexandre intervenga en cada paso. Yo estoy en contacto directo con los guionistas gráficos, que realizan la puesta en escena propiamente hablando, y Alexandre está ahí. Hago el montaje, y Alexandre está ahí. En animación, el montaje se realiza de forma previa, mediante lo que denominamos animática. Dado el elevado coste de la animación, uno debe estar seguro de los ochenta minutos que elabora. No escojo de entre ocho horas de metraje, al contrario, tengo algo bien definido que trabajo con mi montador. Después, Alexandre y yo explicamos a los animadores cómo han de ser las secuencias de animación y yo me encargo de llevarlas a buen término hasta el final del proceso de animación.

¿Cuál fue la mayor lección que aprendió con la primera película y que le haya servido en la segunda?

L. C./ Astérix: La residencia de los dioses fue, además de mi primer largometraje, el primer largometraje del estudio Mikros. Así que aprendimos cosas en lo referente al proceso de elaboración, lo que había que hacer, las personas con las que había que trabajar… Además, Alexandre vio las limitaciones y las ventajas de la animación y, con ello, ha trabajado siendo más consciente del proceso desde su comienzo hasta el fin de la cadena.

¿Cuál es el mayor desafío que ha tenido que afrontar en esta segunda aventura?

L. C./ Tener una historia original marcando el rumbo. Creo que muchas personas tienen la mirada puesta en nosotros. Veremos si lo hemos hecho bien o no. También supone un gran desafío permitirse hacer una película sin Albert Uderzo ni Ediciones Albert René, aun cuando obviamente están presentes en cada personaje. Luego he tenido desafíos muy técnicos. He querido darle un aspecto más propio de dibujo animado pese a que la imagen generada por ordenador implica un mayor realismo. Hay que hallar, por tanto, una homogeneidad en el diseño. Por ejemplo, para el cabello de Astérix, la idea no es que parezca cabello real sino un cabello que conserve el espíritu de los cómics. Todo ello son pequeños detalles que compondrán una imagen hermosa y que mostrarán que claramente se trata de una película de Astérix, y no de una película semi-realista o que recuerde a un videojuego. Por otra parte, estoy bastante satisfecho con el resultado en términos de renderizado e imagen.

La producción de un largometraje supone por lo general cuatro o cinco años. ¿Cómo conserva las energías para seguir adelante con esta aventura durante tanto tiempo?

L. C./ Es laborioso, en efecto. Siempre hay una importante parte industrial -en el sentido propio del término- que añade algo de contabilidad y productividad al asunto, con lo cual no siempre resulta muy interesante. Aparte, cuatro o cinco años es mucho tiempo. Actualmente, se tiende a reducir el tiempo de producción. Las películas se hacen ahora de manera un tanto empírica, un tanto precipitada, especialmente durante su último año -mientras que antes se empleaban unos dos años para terminar la producción-. Pero, para ser sinceros, no rendimos al 100% de nuestra energía durante los cuatro o cinco años. Sobre todo durante la preproducción.

Desde que hizo el primer largometraje, ¿ve a Astérix de una manera diferente?

L. C./ No creo tener una opinión diferente sobre Astérix, ya se trate del cómic o del personaje. Somos conscientes de que hemos dado un paso porque ya no partimos de un cómic pero creo que somos bastante coherentes con la historia. Astérix sigue siendo un personaje increíblemente interesante y me alegra perpetuarlo también de esta manera, especialmente con la voz de Christian Clavier. Es un personaje al que tengo aprecio. Siempre estamos ante un reto cuando se trata de estos héroes. Al cabo del tiempo, en efecto, Astérix ha pasado a ser un poco como Mickey Mouse, esto es, un icono, lo cual genera el miedo, no tanto de maltratarlo, sino de ser demasiado suave con él. En los cómics, Astérix empezó siendo bastante pícaro y sarcástico pero, después, se volvió muy afable, un tanto suave y correcto. He querido que se excitara un poco más, que tuviera auténticas discusiones con Obélix, y sobre problemas reales, no discusiones solo por hacer reír. En la película hay, pues, una verdadera ruptura con este personaje. Se merece salir de su zona de confort.

¿Tiene algún chiste o frase preferida en esta segunda entrega?

«Impecable, impagable» [N.T.: traducción libre de un juego de palabras. El texto original dice «Impeccable, deux peccables» (literalmente, «impecable, dos “pecables”»). La traducción oportuna corresponde a la de la versión traducida del guion].

Fuente: Vértice Cine

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