Making of de Sonrisas y lágrimas (parte 5): La auténtica María Von Trapp en la pantalla
· Making of de Sonrisas y lágrimas | Durante el rodaje, la verdadera María von Trapp viajó hasta allí para conocer a los actores, y el director quiso darle un pequeño rol en el filme.
A pesar de estos contratiempos, Julie Andrews hizo gala de un espléndido buen humor en todas las situaciones. Bajo un diminuto paraguas, aguantó horas y horas de lluvia, a la espera de un breve instante de sol que le permitiera entrar en escena. Para una breve secuencia, aprendió a tocar la guitarra con gran destreza. Su sonrisa era siempre tan entusiasta que su taciturno compañero en la película, Christopher Plummer, se ponía de mal humor en cuanto la veía. Llegó a decir que ver su rostro cada mañana era como sentirse golpeado por una tarjeta de felicitación navideña.
Durante el rodaje, la verdadera María von Trapp viajó hasta allí para conocer a los actores, y el director quiso darle un pequeño rol en el filme. Cuando Julie Andrews canta I have confidence, en su viaje desde la Abadía de Nonnberg a la villa Von Trapp, la protagonista pasa por debajo de un arco en el centro de Salzburgo; entre las sombras, tras ella, está la verdadera María Augusta Von Trapp. Filmar esos pocos segundos requirió 37 tomas en total. Y al terminar, María le dijo al director: “Acabo de abandonar mi ambición de toda la vida de trabajar en el cine”.
De todo el clan de los Trapp, tan solo ella y su hija Rosemarie conocieron a Julie Andrews y a Christopher Plummer. Ningún otro miembro de la familia pudo saludarles nunca, aunque sí conocieron a los actores que dieron vida a los niños. Gracias a la película, en los años siguientes muchísimos turistas acudieron a Salzburgo para conocer los lugares donde tuvo lugar la historia y donde se filmó la cinta; y, en agradecimiento, el alcalde de la ciudad entregó en 1998 una Medalla de Honor a cada uno de los hermanos. En ese acontecimiento pudieron conocer a sus “dobles” en la pantalla, que también fueron invitados a aquel festivo homenaje. Al parecer, casi todos mantuvieron después el contacto con su actor “gemelo”.
Tras cinco meses de duro rodaje, la claqueta sonó por última vez. Y la película entró en fase de edición y sonorización. La banda sonora, compuesta para el musical de Broadway por Rogers y Hammerstein II, fue añadida sin apenas cambios en muy pocos días. Antes de que terminara el año 1964, la película estaba lista para su estreno.
Making of de Sonrisas y lágrimas: Éxito internacional
La premiére mundial de Sonrisas y lágrimas tuvo lugar en Nueva York, el 2 de marzo de 1965. La acogida por parte de la crítica no pudo ser más favorable, aunque casi todos los elogios se los llevó Julie Andrews. A los pocos días, Hollywood Reporter, poco dado a enaltecimientos desmedidos, señalaba con énfasis en su reseña: “Esta actriz no es solo una estrella, es una deslumbrante constelación de estrellas”.
También la respuesta del público fue entusiasta. Tras veintidós semanas de proyección ininterrumpida, la película había superado el récord de taquilla que desde hacía 25 años ostentaba Lo que el viento se llevó. En Estados Unidos se exhibió durante cuatro años y medio seguidos, y llegó a recaudar la impresionante cifra de 163 millones de dólares. Por eso The Sound of Music pasó a ser conocido en el mundillo de Hollywood como “The Sound of Money”.
En consonancia con esa respuesta, el filme despertó fenómenos de adhesión popular absolutamente desmedida. Hubo un señor que vio decenas de veces la película: en el mismo cine, en la misma butaca. Años después cuando la sala iba a ser derruida, compró esa butaca que tanto añoraba y se la llevó a su casa.
Quizás el caso más llamativo fue el de una mujer de Gales que vio la película 307 veces durante los primeros nueve meses de exhibición. Acudía al Teatro Capitol, en Cardiff, dos veces al día y los domingos una vez. Comía en el restaurante del cine, veía la proyección de la tarde, salía a tomar el té y volvía para la función de la noche. Después de la visita número cincuenta y siete, la gerencia del teatro le dio un pase gratis para las futuras funciones. Su nombre era Myra Franklin y su mayor felicidad le llegó en 1966, el día en que fue presentada a la autora del libro. En esa ocasión dijo que la película le había enseñado que el amor es lo más importante en el mundo. Cuando le preguntaron por qué veía la cinta tan a menudo, simplemente contestó: “Porque me hace sentir feliz”.
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