Cars

Cars: Motor diésel

Lo nuevo de Pixar es un paso atrás. Lo siento, pero sí, lo es. El guión de Cars es malito, y ocurre lo que nunca había ocurrido en una peli de Lasseter: te aburres, te desenganchas, pierdes el interés. El mensaje de Cars es muy saludable como todos los de Pixar, pero mucho menos sutil que otras veces.

Es fundamentalmente un problema de historia: las carreras de coches en pista pueden despertar pasión y delirio en Estados Unidos, pero en otros sitios del mundo el asunto nos toca un pie… La estructura de la historia está muy vista, y a los protagonistas les falta carisma. Las tramas y los conflictos carecen de la chispeante inventiva de genialidades como Toy story, Monstruos, Buscando a Nemo y Los increíbles. Le falta a Cars algo que te­nían todas las demás películas que acabo de citar: momentos en los que perdías pie ante una creatividad deslumbrante, ese abrumado y desalentado Mr. Increíble atendiendo a la anciana en la aseguradora, por poner un ejemplo…

La animación de Cars es deliciosa, los fon­dos son colosales, el diseño de personajes te funde los plomos, y hay secuencias que entrarán en la historia del cine de dibus, pero los 121 minutos pesan muchísimo y deberían ser los 90 de reglamento. En fin, ya nos gustaría a nosotros dar pasos en falso como La­sseter. Qué gran tipo.