· Películas de Frankenstein en el cine | El tema tratado ya se habló en la Metamorfosis de Ovidio o en el mito de Prometeo, alusiones literarias que se consideran una fuente de inspiración importante para la autora.
En un ambiente fantasmagórico y un halo de misterio se originó la creación de un personaje monstruoso, que se alojaba en la atormentada mente de una mujer marcada por las circunstancias vitales, que la llevó a desear un todo de la nada, a jugar a ser Dios y darle vida a un extraño ser con retazos de muerte humana.
Podemos decir que con esta obra se inaugura el subgénero de la ciencia ficción y que, aún hoy, se erige como uno de los grandes relatos de horror de todos los tiempos.


Nacida en 1818 y denominada Frankenstein, o el moderno Prometeo, surge por una apuesta con Lord Byron, una noche de junio en Ginebra, y utilizando como telón de fondo unos relatos de terror y una tormenta propia de la naturaleza dinámica de las obras del Romanticismo, tal como nos deja patente su artífice en el prólogo de la edición de 1831.
Nadie mejor que Mary Shelley para describir una criatura subhumana, inspirada en una pesadilla que tuvo a sus dieciocho años, diseñada con trozos de hombres por un estudiante de lo oculto llamado Victor Frankenstein.
La novela supuso todo un logro para una autora, de apenas veinte años, sumida en una historia macabra propia de su temperamento. Buena prueba de ello es que cuando muere su marido (el poeta romántico Percy B. Shelley) envuelve el corazón de este en una poesía y lo convierte en su compañero de viaje.
El recurso de la vida artificial pone de manifiesto el peso de la Revolución Industrial en esta época y la posibilidad de un final apocalíptico provocado por la transformación del hombre hacia un ser desconocido, cuya impronta puede desencadenar la tragedia.


El tema tratado ya se habló en la Metamorfosis de Ovidio o en el mito de Prometeo, alusiones literarias que se consideran una fuente de inspiración importante para la autora. La una, parte de la mitología griega, y la otra de los inicios del calendario cristiano, donde se hace referencia a la historia del titán Prometeo, el constructor de hombres, quien valiéndose del conocimiento y de la tecnología, aplicando técnicas escultóricas, es capaz de crear vida aunque esta insolencia no será entendida por los dioses y será condenado.
En lo referente a las versiones cinematográficas que se han realizado de esta brillante novela, hay un nexo común para la mayoría de ellas y es que el personaje ha superado exitosamente a la autora, pues esta pasa desapercibida ante tal engendro infame que siembra el terror en los espectadores, llenando por entero sus expectativas y de este modo olvidando a la creadora como en la propia historia en la que Victor se subordina a la bestia.
Aunque el expresionismo alemán se acercó al mito con la obra El Golem (1920), de Paul Wegener, no es hasta 1931 cuando hablamos de la primera versión llevada al cine de la mano del mismo director citado anteriormente, con el nombre de Dr. Frankenstein, donde se elige a Boris Karloff para interpretar a la criatura. La estética es recreada de forma similar a la apología degradante que impera en El gabinete del doctor Caligari (1920), de Robert Wiene.


Tras esta primera versión encontramos otras de menor envergadura, como La novia de Frankenstein (1935), de James Whale, Frankenstein y el hombre lobo (1943), de Ruy William Neill, La maldición de Frankenstein (1957), de Terence Fisher, La hija de Frankenstein (1958), de Richard E. Cuhna, Frankenstein 70 (1958), de Howard W. Koch, Frankenstein creó a la mujer (1967) y El horror de Frankenstein (1970), de Fisher ambas, de nuevo, La maldición de Frankenstein (1972), de Jesús Franco, o Frankenstein a la italiana (1975), de Armando Crispino.
Aquí me detengo para enfatizar la gran versión de Mel Brooks El jovencito Frankenstein (1974), en la que todos recordaremos esa imagen de un inolvidable Igor lleno de comicidad en todos sus ademanes, miradas y comentarios. O la versión del polifacético Kenneth Branagh, cuyo físico escultórico nos sorprendió en la versión de Frankenstein de Mary Shelley (1993), junto a la atenta mirada de De Niro. Sin olvidar aquella cinta, Remando al viento, de Gonzalo Suárez, en la que se nos mostraba los inicios del proceso de creación de los monstruos de la mente de Mary Shelley.


En la nueva entrega de Paul McGuigan (estreno en cines este viernes 15 de abril) se pone de manifiesto a un Igor maltratado psíquica y psicológicamente, entusiasta de la ciencia y la medicina, que ve la oportunidad de dar rienda suelta a sus malévolas intenciones, entablando amistad con el joven estudiante Victor Frankenstein.
Solo nos queda averiguar si esta última nos aportará una nueva visión de la majestuosa criatura que nos acompañó en los terrores de la infancia, o si por el contrario solo gozará de los encantos comerciales de ciertos personajes que poseen un alto reclamo publicitario.
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