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Titanic (1997), de James Cameron (parte 9). Un estreno con retraso

La angustia de Cameron era comprensible. La película iba a costar 200 millones de dólares, un 66% más, y ya era conocida como la Waterworld de 1997

Titanic (1997)

Titanic (1997), de James Cameron (parte 9): Fin del rodaje y postproducción

Titanic (1997) | Cameron se concedió algunos cameos en la película. Al más puro estilo Hitchcock, le vemos en un par de ve­ces durante la cinta: en el muelle de Southampton, es el hombre al que están limpiando la barba de piojos; y poco antes de que Murdoch dispare, está en cubierta jun­to a Fabrizio, esperando subir a un bote. Además, son sus manos -y no las de DiCaprio– las que realizan los dibujos a carboncillo de Rose, tumbada en el sofá imperial. De hecho, se nota que esas manos están más limpias y cui­dadas que las del tosco Jack.

Entrenamiento de los extras

El punto más novedoso de la producción fue tal vez el tratamiento dado a los extras. En vez de contratar nue­vos figurantes cada vez que se rodaba una secuencia, y tener que ajustar de nuevo los trajes de época, adies­trarles en el comportamiento, etc., la coordinadora de ex­tras Lynne Hockney decidió fichar a un grupo de 150 “ex­pertos” para toda la producción. En tres grupos de 50, recibieron un mini-curso de 3 horas sobre las formas so­ciales de 1912. Hockney llegó a producir un vídeo ti­tu­lado “Etiqueta del Titanic: Guía del pasajero” que se pro­yectó ininterrumpidamente en los monitores de los ca­merinos. El empleo de un grupo reducido de extras pa­ra todas las escenas de masas tuvo, sin embargo, el in­conveniente de que algunos finos observadores han des­cubierto a una misma persona cayendo del barco varias veces, o a un mismo figurante paseando en la misma se­cuencia en varias direcciones.

Al final de la producción, el retraso era considerable, y en las últimas dos semanas se trabajó a un ritmo fre­né­tico, con el director chillando a cada toma y empal­man­do quince días de trabajo, sin descansar sábados ni do­mingos. Para compensar, Cameron quiso tener un detalle, y la última noche, después de filmar las escenas de Nue­va Escocia, obsequió con una cena a todo el equi­po. Unos bromistas introdujeron PCP en la salsa que se sirvió con las almejas, y más de ochenta personas ca­ye­ron en­fermas; algunas tuvieron que ser hospitalizadas con fuer­tes dolores e incluso alucinaciones. El actor Bill Pax­ton, uno de los secundarios más relevantes de la cin­ta, estuvo indispuesto las dos semanas siguientes. Afirmó que había sufrido más en ese tiempo que en los sie­te meses de rodaje.

Pugna por una canción


La producción terminó el 22 de marzo de 1997, tras 160 días de filmación (23 más de lo previsto inicialmente). De forma inmediata, James Cameron se puso a editar la película con el montador Conrad Buff. Hasta do­ce, catorce e incluso dieciséis horas diarias se pasaron en la moviola para dar forma y unidad a las 288 horas de filmación: más de 430 kilómetros de celuloide. Trata­ban de ganar tiempo y poder así estrenar en la fecha anun­ciada: el 4 de julio, día de la Independencia. Los eje­cutivos de la Fox y de la Paramount vigilaban de cerca el trabajo de Cameron para asegurarse de que la cinta pu­diera estar lista para esa fecha.

A principios de abril, y a la vista del retraso acumula­do, comunicaron a los propietarios de los cines que una fe­cha más adecuada para el estreno podía ser el 18 de ju­lio; y, una semana después, señalaron que tal vez el 25. Pero Harrison Ford, que estrenaba ese día su Air Force One y había hecho varias películas para la Paramount, presionó a los directivos de esta compañía para que retrasaran la fecha al menos otra semana más; y, en la tesitura de que Ford no volviera a trabajar con ellos, no tuvieron más remedio que ceder: el estreno se demoraba ya hasta al 1 de agosto. Mientras, Variety había publicado un artículo irónico, comentando la sensación de “pro­gresivo hundimiento” que se cernía sobre Titanic.

La angustia que sentía Cameron en esos momentos es difícil de comprender. La película iba a costar al final 200 millones de dólares, un 66% más de lo presupuestado, y era ya conocida como “la Waterworld de 1997”. Ser la producción más cara de la historia no le beneficiaba en absoluto, sobre todo en un año en el que habían triun­fado películas de presupuesto medio como Shine o El paciente inglés. En un gesto de dignidad, y al verse cercado por una posible hecatombe, Cameron comunicó a la Fox que rechazaba los ocho millones de su salario co­mo director y su porcentaje de beneficios sobre la recaudación. Pero la Fox no aceptó ese gesto.

El 23 de mayo estuvo completa la primera edición de la película, tras dos meses de intenso trabajo. Mientras tan­to, dieciocho casas especializadas habían empezado a elaborar los 550 efectos especiales de la cinta, pero era evi­dente que no iban a terminar antes de septiembre; así es que la Paramount comunicó ya oficialmente que Ti­tanic se estrenaría en Navidad.

Desde hacía varios meses, se habían tomado también de­cisiones sobre la banda sonora. En un principio, James Cameron quería contar con Enya, e incluso pensó en utilizar parte de su música para el tráiler promocio­nal. Pero Enya declinó la oferta, y el director, para sorpresa de muchos, ofreció ese trabajo a James Horner. Éste había hecho para Cameron la banda sonora de Aliens (1986), pero las tensiones entre uno y otro ha­bían sido tan duras -tuvieron que crear buena parte de la música en solo dos semanas- que Horner acabó ago­tado y pensó que nunca más trabajarían juntos. De he­cho, Cameron había buscado a otros compositores pa­ra sus siguientes películas: Alan Silvestri para Abyss y Brad Fiedel para Terminator 2 y Mentiras arriesgadas. Sin embargo, Cameron quedó tan impresionado del trabajo de Horner en Braveheart (1995) que decidió olvidar su anterior experiencia. El compositor se reunió con él a principios de febrero, y conocedor de las preferencias musicales de Cameron, decidió componer la música al estilo de Enya. De hecho, algunos críticos han señalado la gran se­mejanza de esta banda sonora con algunas canciones famosas de Enya; en particular, el tema principal de Un horizonte muy lejano (1992).

Titanic (1997), de James Cameron (parte 1)

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