Bohemian Rhapsody: Freddie y Farrokh, personaje y persona
La excelente música de Queen, y las meritorias interpretaciones de Rami Malek (Freddie Mercury) y Gwilym Lee (Brian May) en Bohemian Rhapsody, tienen el atractivo de mostrar al energético, vital y carismático cantante de Queen, pero, ¿fue feliz? Morir joven, ser un artista de primera línea y tener millones de fans, es la cara de una moneda que también tuvo su cruz.
Un joven inmigrante tanzano intenta adaptarse al Londres de finales de los sesenta, vive en una familia religiosa cuyo padre parece tener muy claro el estilo de vida que debería llevar su hijo. Dos mundos contrapuestos si los entendemos de forma dialéctica; dos vidas complementarias y llamadas a integrarse si consideramos que, además del personaje (Freddie) había una persona (Farrokh) libre y responsable.
El carismático cantante y talentoso compositor, se aúna con una persona cariñosa y familiar que necesita el afecto de los demás para evitar la soledad, y quizá lo busca de manera confusa en el desenfreno y las experiencias novedosas.
Farrokh Bulsara es un joven que anhela triunfar, destacar por su talento y que, por encima de todo, ansiaba ser querido y reconocido, como cualquier persona desea que se le acepte incondicionalmente, que en el hogar se le aplauda por el mero hecho de ser y no por lo que consigue.
Esa «necesidad» de triunfar y de buscar la excitación constante, podría esconder el miedo al abismo de la cruz de la moneda, a la soledad y a una vida sin aceptación personal. En apenas dos escenas a lo largo de la película, y es un reproche que le han hecho bastantes conocedores de la vida y la obra del músico, se ofrece una explicación, una causa y un efecto: la relación con su padre. Podría ser un tópico freudiano, pero la realidad es que todos, hasta alguien tan exitoso como el cantante de Queen, necesitamos a nuestro padre para un saludable desarrollo de la identidad.
Este aparece en Bohemian Rhapsody distante, con miradas de reproche y críticas veladas, e intenta que Farrokh lleve una vida buena, para que sea feliz. Sin embargo, cada vuelta de tuerca le separa de su hijo que toma su propio camino, quizá en una búsqueda de su propia identidad, la cual sí encuentra en el desarrollo de su faceta profesional como músico, pero se le queda incompleta en la promoción de su persona.
Por esta carencia en las relaciones familiares, vemos a Mercury sintiéndose abatidamente solo, necesitado de comprobar el cariño de los demás, y muchas veces triste. Cuanta más tristeza, más cuesta abajo y sin frenos, y cuanto más desenfreno, más solo, cada vez más y más desconectado de sí mismo, más conectado a su personaje.
Pero la tristeza puede ser muy útil, hace reflexionar sobre nuestras circunstancias, y a Freddie le ayudó a reencontrarse con Farrokh hacia el final de su vida, acercándose a su familia y amigos, y dar así su mejor versión como personaje en el escenario y como persona en su vida privada, de forma que consiguió reparar algunos vínculos de apego que serenaron esa constante inseguridad.
¿Fue feliz? Parece que Freddie Mercury tuvo una vida feliz en la que estuvo triste mucho tiempo, además, el cariño de las personas cercanas y del público le hicieron mejor persona.
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