Tiburón. Parte 2: Guión y selección de actores

· Los productores habían acordado que Tiburón (1975) no tendría estrellas conocidas, algo que lue­go sería habitual en Spielberg.

Peter Benchley, el desconocido autor que en 1974 pu­­blicó la novela Tiburón, saltó repentinamente a la are­­na pública. Fue enaltecido por la crítica, que se dejó lle­­var por el efecto mediático de la novela, pero lo cierto es que nunca más llegaría a tener un éxito semejante. Sus novelas siguientes repetirían el esquema de una his­toria gore de muertes y dentelladas, en ambientes sub­­marinos y con la amenaza de un gran depredador: The Deep (Abismo, 1976), The Island (Isla, 1978) y Beast (La bestia, 1991). Tras intentar otras temáticas, que le fue­ron menos propicias, acabaría siendo un colaborador de National Geographic, convertido después a la ecología y -¡oh, paradoja!- a la protección y defensa de los ti­burones blancos.

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Antes de que llegara ese declive, en el verano de 1974 Ben­chley estaba en la cresta de la ola; y adelantándose a todos los estudios, los productores Richard D. Zanuck y David Brown compraron los derechos sobre la novela y vendieron el proyecto a la Universal; todo ello en un abrir y cerrar de ojos. Esta productora, para la que Spiel­berg había hecho ya sus dos primeras películas, im­puso en las negociaciones el nombre del director: un ci­neasta de probada virtud en el suspense y el ritmo cinematográfico, que parecía el ideal para un proyecto co­mo éste. Y así fue como el joven Steven consiguió el pro­yecto de su vida con tan solo veintisiete años.

El guión cinematográfico fue escrito por el propio autor de la novela y por Carl Gottlieb. Ambos guionistas aparecieron en alguna escena del filme: Benchley co­­mo entrevistador televisivo -en un papel relativamen­te importante- y Gottlieb como el editor del periódico lo­cal. Fue una manera de reconocer su labor en la escri­tu­ra del argumento.

Actores que inician su despegue

Todo parecía augurar una producción tranquila, pero pronto surgieron las contrariedades. La elección de los actores se convir­tió en el primer motivo de inquietudes. Charlton Hes­ton había mostrado su interés por interpretar el pa­pel de Brody, pero los productores habían acordado que la película no tendría estrellas conocidas (algo que lue­go sería habitual en Spielberg) y el ofrecimiento del ve­terano actor fue prontamente rechazado. El papel, tras dar varios tumbos, recayó finalmente en Roy Scheider. Lo paradójico del filme es que buena parte del casting sí alcanzó la fama después. Es el caso del pro­pio Scheider, que antes de esta cinta solo había rodado una película importante (Contra el imperio de la dro­ga, 1971) y que se hizo mundialmente conocido gracias a esta película y a la que le siguió: Marathon Man (1976). Lo mismo sucedió con Richard Dreyfuss, que te­nía entonces 27 años -los mismos que Spielberg– y se dio a conocer con Tiburón: dos años después llegaría el éxito definitivo con Encuentros en la tercera fase (1977) y el Oscar a la mejor interpretación por La chica del adiós (1977).

Caso distinto es el de Robert Shaw, actor ya consagrado que había hecho un gran papel en El golpe (1973) y que fue pescado “in extremis” tras el rechazo del veterano Sterling Hayden. Al parecer, este actor tenía pro­blemas con el fisco, y esto le impidió integrarse en la pelí­cula cuando ya estaba a punto de empezar el rodaje. Shaw tuvo entonces que improvisar su hosco personaje, un­ marino huraño cazador de tiburones; para ello, se ins­piró en un pescador americano, curtido por los años y­ los meses en alta mar, que encontró en la mis­ma isla don­de se filmaba la película.

La filmación fue larga y complicada. Se prolongó más de­ cinco meses (duración desorbitada para una producción mediana como aquella) por las inclemencias del tiem­po, por la afluencia de curiosos y turistas y por los pro­­blemas con los tiburones mecánicos creados por el estudio. Para colmo de males, casi al final del rodaje se pro­­dujo una deserción masiva del equipo técnico que hubo de ser sustituido sobre la marcha. A pesar de todas es­tas dificultades, el entusiasmo del joven director por su­ proyecto y su habilidad para el manejo de muñecos ar­ticulados -lo cual prefigura su futura afición a los efec­tos especiales- fueron capaces de mantener la pe­lí­cu­­la a flote incluso en momentos en que ya todos la da­ban por­ perdida.

Tiburón (1975) // Steven Spielberg (parte 1)

Tiburón (1975) // Steven Spielberg (parte 3)

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