· «Tuvimos un mes de ensayos, cosa inaudita en una película»
Uno de los puntos fuertes de El hombre de las mil caras es el desarrollo de personajes. ¿Cómo trabajan los actores con el director?
José Coronado / La exigencia de Alberto es tremenda, empezando por él mismo.
Carlos Santos / Tuvimos un mes de ensayos, cosa inaudita en una película. Trabajamos un mes a jornada completa, cinco, seis, siete horas. Hacíamos cada secuencia del orden de quince o veinte veces. Alberto te pone un guion delante con una serie de frases que te aprendes como siempre, pero cada una de esas frases puede tener quinientos matices diferentes. Cada secuencia tiene varios niveles de subtexto, de lecturas posibles.
J.C./ Nada es gratuito, todo está medido con relojería suiza. La verdad es que al terminar los ensayos podíamos haber hecho una película o una obra de teatro, porque íbamos cargados como no hemos ido nunca. Alberto usa este sistema también para ver si lo escrito con Rafa Cobos entra bien. Muchas secuencias se cambiaron durante ese mes, otras se borraron de un plumazo.
C.S./ En la primera conversación, Alberto nos avisó de que Rafa estaría en los ensayos, aunque luego en el rodaje desaparecería. Y allí estaba un día y otro con su ordenador, haciendo pequeñas reescrituras de guion, incluso rehaciendo escenas enteras. Casi siempre con nuestras aportaciones, que si tenían lógica no se cuestionaban, cosa inaudita también. El objetivo era que todo lo que estuviera en el guion se encarnara perfectamente, sin trabas.
Todos accedimos a nuestros personajes con prueba. Alberto se la hizo a treinta actores. Eso a mí me gusta porque te da una seguridad y una confianza tremendas
¿En qué momento contacta Alberto con vosotros?
J.C./ Todos accedimos a nuestros personajes con prueba. No fue eso de «Jose: que quiero que me hagas esto porque tienes buena pinta». Él quería ver una prueba y se la hizo a treinta actores. Eso a mí me gusta porque te da una seguridad y una confianza tremendas.
Carlos, tú has hecho mucha comedia y sin embargo con este personaje no caes en lo ridículo y risible. ¿Cómo consigues mantener el equilibrio?
J.C./ Lo que hace Carlos con el mundo interior de Roldán es fantástico.
C.S./ Desde el momento en que se incorpora al guion un narrador partícipe de la historia, como es el personaje de Jose, se plantea una distancia de lo narrado con la realidad. Ya lo dice Camoes al principio: «como toda historia real, contiene alguna verdad y muchas mentiras». Mi personaje es el único que empieza la película en lo más alto -con ese plano fantástico de Alberto y Alex Catalán saludando a unos guardias civiles en la cúspide del poder-, todo un director general de la Guardia Civil que acaba siendo un guiñapo manipulado y desintegrado por los tejemanejes de Paesa. Ese es el quid de la cuestión de la película: cómo Paesa es capaz de manipular a este señor para llevarlo a su terreno y acceder a lo que quiere, que es que es lo que quieren todos y cada uno de los personajes de esta película: la pasta; salvo el de Jose, que lo que quiere es aventura y por eso es el narrador. Todos van tras el botín y había que mostrar ese choque de trenes, porque este señor no solo había sido director general de la Guardia Civil, sino gobernador de Navarra en los años más duros de la lucha antiterrorista. Era un hueso duro de roer para Paesa. Es verdad que lo pilla en un momento de crisis, de miedo, de desconocimiento. Pero necesitamos ver que toda esa maraña intrincada de «el esclavo del esclavo» que urde Paesa alrededor de los 1.500 millones, incide en el personaje. Es muy significativo que la última vez que Roldán le llama por su nombre a Paesa es al final, cuando se despide de él y le dice: «Gracias por todo, Paco». Le ha derrotado. Paesa ha ganado, Roldán ha perdido. Había que dotar a ese personaje de carne, de hueso, de sangre, de piel, de alma. Y ver esa descomposición, y que el público se pusiera un poquito en sus zapatos.
Paesa es cinematográfico, es el pícaro por antonomasia. Y además, ha sentado bases. Es el maestro de todos los Bárcenas y Blesas que hoy siguen sus pasos
Ciertamente, El hombre de las mil caras tiene un protagonista principal, que es Paesa, pero vuestros personajes no se pueden considerar secundarios, sino casi coprotagonistas.
C.S./ Sí, somos los consortes de Paesa [risas]. Pero esta película no existiría si no existiera Paesa. Sin él, no hay una historia en los periódicos, ni cine.
J.C./ Paesa es cinematográfico, es el pícaro por antonomasia. Y además, ha sentado bases. Es el maestro de todos los Bárcenas y Blesas que hoy siguen sus pasos.
Sí, porque esto continúa…
J.C./ Sí, pero si te fijas, de una forma diferente. En esos tiempos a Paesa la gente lo admiraba y hoy día la gente está harta de estos tramposos. Yo creo que hemos dado un gran paso.
Jose, ¿cuánto hay de ficción y realidad en el personaje de Camoes?
J.C./ Es el personaje más ficcionado, sin duda. Se sabe que era piloto, amigo de Paesa, y que intervino con él, no solo en el periplo de Roldán sino en muchos más. Es el más humano y el que tiene que tener más cercanía con el espectador. Es el ciudadano de a pie, que invita a todos a ser Camoes y a codearse con el poder, con los que movían el mundo en ese momento, sin pertenecer a él. Y que al final fue, como todos los ciudadanos de a pie, ninguneado y olvidado en el ostracismo por el propio Paesa.
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