Y el Oscar fue por fin para Scorsese

No ganó el mejor, pero sí el que había participado más veces. La Academia de Hollywood arriesgó el año pasado premiando una estupenda película –Crash– que, sin embargo, no acababa de encajar en el concepto de “oscarizable” (mucho más encajaba su gran adversaria, Brokeback Mountain). Volvió a arriesgar este año la Academia preparando una edición “de dulce”: cinco grandes películas absolutamente distintas entre sí.

Pero una cosa es el riesgo y otra el suicidio y, al final, los académicos debieron pensar que antes de premiar la película de un joven mexicano sobre la globalización, un drama bélico rodado en japonés, un filme sobre la muerte de Lady Di o una pequeña cinta que comenzó su andadura en los trasteros de Sundance más valía darle el oscar a Scorsese, que al fin y al cabo es uno de los suyos y al que además le habían dejado con la miel en los labios siete veces.

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Por eso, el Oscar a Scorsese (cantado desde que salieron con el sobre sus compañeros de generación Coppola, Spielberg y Lucas) se pareció más a un premio honorífico que a otra cosa. En la cuneta quedaban cuatro películas muy superiores al -conviene no olvidarlo- remake de película asiática. Un buen remake; entretenido, bien rodado y mejor interpretado pero de ahí a la mejor película del año… Además de los dos grandes Oscar -película y director-, Infiltrados ganó el premio al mejor guión adaptado y al mejor montaje.

Los perdedores

Entre las candidatas a mejor película, probablemente, el golpe más duro se lo haya llevado Babel que, después de la cosecha de Globos de Oro partía como una de las grandes favoritas y que ha acabado con un solo premio -mejor música- que suena casi a consolación. A la película de González Iñárritu quizás le ha perjudicado un cierto parecido con Crash, una dramática historia coral fragmentada.

Otra de las favoritas que sólo recogió un Oscar menor fue Cartas desde Iwo Jima, que se llevó el premio a los mejores efectos de sonido, pero en este caso la película de Eastwood -una segunda parte y rodada en japonés- partía con desventaja.

Menos traumático ha sido lo de Pequeña Miss Sunshine: cuando un matrimonio bien avenido de cineastas rueda una comedia indie con ocho millones de dólares no suele plantearse acabar con sus huesos en el teatro Kodak de Los Angeles (que es donde se ha celebrado este año la gala y donde ha acabado esta road movie después de una espectacular taquilla y un buen puñado de premios) dicho de otra forma: al pobre, lo que le den y le han dado bastante: dos merecidas estatuillas, por el guión original (el mismo que estuvo dando vueltas de productora en productora) y por la actuación de un secundario de lujo, Alan Arkin.

The Queen se llevó también un premio de interpretación. Un Oscar cantado para Helen Mirren. No hubo sorpresas y además Penélope nos lo había avisado -no os hagáis ilusiones-. De todas formas, la inglesa se llevó el premio pero para la española fueron los flash (nunca un simple vestido ha dado tanto que hablar).

Merecido premio para La vida de los otros

Lo de Babel y Penélope no fueron las únicas decepciones hispanas. El laberinto del fauno se fue sin premio a la mejor película extranjera que consiguió, la muy superior, La vida de los otros. La Academia, sin embargo, reconoció el poderío técnico del filme de Guillermo del Toro, que se llevó los galardones de fotografía, maquillaje y dirección artística.

Mejor suerte tuvieron los representantes afroamericanos: el veterano Forest Whitaker se llevó un merecido Oscar al mejor actor por El último rey de Escocia, mientras que la novata Jennifer Hudson ganaba la estatuilla como mejor actriz secundaria por Dreamgirls. El musical se llevó, además, el Oscar al mejor sonido.

Para rematar la faena, la Academia presentó dos toques ecológicos: premió el documental de Al Gore, Una verdad incómoda, y decidió dar el Oscar a la mejor película de animación a Happy feet, que desde siempre los pingüinos han contaminado menos que los coches de carreras.

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