Un asunto de familia: Koreeda, prodigioso equilibrista
· Un melodrama, una película que emociona, pero también Un asunto de familia es una historia que no vive ajena al mundo que la alumbra.
Fue el 14 de mayo pasado, a las 8:30 de la mañana. Entre la prensa especializada del Festival de Cannes había otras películas con más opciones de triunfo. Su director caía simpático, pero nunca había entregado obras mayores, lo que se conoce por una «película de festival». Por lo tanto, cabía dudar de las opciones, apostar unos francos en la quiniela no era un envite seguro.
Sin embargo, cuando se encendieron las luces de la Lumière, los ocupantes de sus dos mil trescientas butacas no tuvieron más remedio que asumir la incontestable realidad: era y sería la mejor película del Festival. A veces, una obra se muestra como incontestable. Las expectativas que despierta entre el público se ven tan superadas, que una vez vista la película nadie recuerda las ideas previas -prejuicios- que se había hecho sobre la misma.
Un asunto de familia no es una película difícil. Tiene cualidades para enamorar a cualquier tipo de público. No obstante, tampoco es una película cómoda o superficial. Es cine social y familiar al mismo tiempo. A la altura de Vive como quieras, de Capra. Aquella cinta clásica en 1938 enamoró a propios y extraños y ganó los Oscar más importantes. Su relato de la familia Sycamore era sano y majara, también lúcido y doliente al enfrentar al americano medio con los fantasmas de la Gran Depresión. Algo así propone la obra de Koreeda, contar lo pequeño para explicar lo grande -el Japón que no acaba de dejar atrás la depresión económica-.
Un melodrama, una película que emociona, pero también Un asunto de familia es una historia que no vive ajena al mundo que la alumbra. Sin desvelar argumentos de su trama -sorpresas de guion que hacen mucho más disfrutable el filme-, es interesante observar que el material de partida podría haber dado lugar a una crónica de sucesos sucia y despiadada. Si Koreeda elige otro camino no lo hace por debilidad, ciertamente el tercio final del filme golpea con una fuerza política como pocas películas recientes lo han hecho.
En Europa y EE.UU. ha brotado durante los últimos años un subgénero al cual se podría nombrar como «películas de la crisis». Quizás Un asunto de familia sea la obra maestra del ciclo, tal vez con Dos días, una noche, de los Dardenne, o Bacalaureat, de Mungiu. Con las dos la cinta de Koreeda comparte un origen similar, se trata de denunciar situaciones escandalosas, de flagrante injusticia.
Luminosa empatía
Como el Steinbeck de Las uvas de la ira, el director japonés se pone de parte de las víctimas de la crisis económica. Sin embargo, a diferencia del realismo socialista del autor norteamericano o del compromiso más o menos político de sus predecesores europeos, el autor de Nadie sabe no pacta con las formas ya conocidas de los lugares comunes.
Más allá de lo dramático de las circunstancias, Un asunto de familia es una película luminosa totalmente empática -y esto es lo excepcional-, no solo con sus personajes, sino también con sus espectadores. El director asume un punto de vista tan original para tratar el tema que, confiado en la potencia de su guion, pone todo su trabajo en construir una puesta en escena a la altura del material. Ajeno a las armas del neorrealismo, el naturalismo, o cualquier estética de la sordidez, Koreeda ejecuta el más difícil todavía. Sin proteger sus flancos se entrega a la celebración estética de un espacio y unos cuerpos cuya belleza emana de su dignidad. Es una estética de la verdad, sin duda un logro mayúsculo apoyado en un montaje preciso del propio director y una fotografía en 35 mm. que recuerda a los espectadores la potencia que sobre su psique sigue teniendo el soporte químico.
La decisión de rodar en cine es acertada porque se trata de dotar a los objetos, a la materia, de una condición espiritual. Por ejemplo, un objeto aparentemente despreciable: la ducha que hay en la casa donde se desarrolla la acción, una ducha construida con restos de azulejos, en un lavadero de fabricación y diseño dudoso, quizás producto de los robos de restos materiales de obras mal vigiladas… Sin embargo, lo que podría ser una estancia sórdida por su exposición de la pobreza familiar, se convierte en la última película de Koreeda en un espacio doméstico que el naturalismo describe con precisión, estancia necesaria en medio de la canícula tokiota, imprescindible por su función purificadora.
La hermosa ducha de derribo puede servir como metáfora de una película cuyo tema podría haber convocado una cinta sórdida y áspera; sin embargo el maestro de Tokio entrega una joya luminosa y colorida sin obviar los aspectos más espinosos de su relato.
¿Cómo lo ha conseguido? Se diría que Koreeda llevaba años refinando un estilo hasta alcanzar el grado de sofisticada sencillez de su última obra. Incluso su fallida incursión en el thriller, El tercer asesinato (2017), toma sentido al ver ahora esta Un asunto de familia. Había en aquella algunos planos que eran como un ensayo de esta última; también Después de la tormenta (2016), que a algunos molestó por su condición de obra de cámara, suponía un primer intento de modular el tono, prodigio de equilibrio entre sencillez y gravedad, que ha tenido en la ganadora de la Palma de Oro 2018 su perfecta plasmación.
Vale la pena considerar la maestría de quien a lo largo de los años sabe que sus películas no son todavía definitivas, y se atreve a tantear opciones con la promesa de un logro mayor. En una época de autores efímeros y one hit wonders aupados por premios y diritambos, la gestión que ha hecho Koreeda de su filmografía es digna de admirar. El reconocimiento ha llegado con oportunidad.
Un asunto de familia ha sido un éxito de taquilla en Japón (34 millones $) y China (14 millones $). En espera de que el Oscar corone la temporada, se adivina una carrera comercial espectacular para una cinta sin cgi, estrellas norteamericanas o escándalo. Triunfo crítico y éxito comercial, premio merecido a la humildad de un autor que nunca ha levantado la voz.
Ficha Técnica
- Dirección: Hirokazu Koreeda,
- Guion: Hirokazu Koreeda,
- Intérpretes: Mayu Matsuoka, Kirin Kiki, Sôsuke Ikematsu, Lily Franky, Moemi Katayama, Sakura Ando, Yôko Moriguchi,
- Montaje: Hirokazu Koreeda
- Fotografía: Ryûto Kondô
- Música: Haruomi Hosono
- Duración: 120 min.
- Público adecuado: +16 años
- Distribuidora: Golem
- Japón (Manbiki kazoku (Shoplifters)), 2018
- Estreno: 21.12.2018