10 grandes películas de cine negro
Con un estilo visual muy potente, las películas de cine negro se convirtieron desde sus inicios en una auténtica referencia para los amantes del séptimo arte, principalmente en los años 40 y 50 en EE.UU. Para visitar o revisitar este género, os proponemos esta lista con 10 clásicos de indudable valor.
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M, el vampiro de Düsseldorf (M) Fritz Lang (1931)
Con el habitual tono propio del expresionismo alemán de Lang, nos encontramos en la ciudad alemana de Düsseldorf, donde se ha desatado el pánico ante la aparición de un asesino en serie de niñas. La policía quiere capturarlo con redadas continuadas mientras unos honrados ladrones deciden atraparle para robar sin que la policía les estorbe. Lee aquí la crítica.
Perdición (Double indemnity) Billy Wilder (1944)
Repleta de suspense, tono existencial y diálogos inteligentes, Wilder nos sitúa en Los Angeles, donde un agente de seguros (Fred MacMurray) y una cliente (Barbara Stanwyck) traman el asesinato del esposo de ésta para cobrar un cuantioso y falso seguro de accidentes.
Laura Otto Preminger (1944)
Una mujer ha sido asesinada en su apartamento de Nueva York. El detective encargado del caso sospecha del novio de la víctima y de un vanidoso escritor, Waldo Lydecker. Lo que ocurre con esta adaptación de la novela de Vera Caspary es algo asombroso por la claridad expositiva que logra Preminger en un relato a todas luces complicado, muy complicado. Lee aquí la crítica.
El sueño eterno (The Big Sleep) Howard Hawks (1946)
Hawks llevó al cine la mejor historia de Raymond Chandler, el número uno de la novela negra con permiso de Hammett. El detective privado Marlowe es contratado por el general Sternwood para aclarar la súbita desaparición del marido de su hija mayor. La investigación remueve la basura. Bogart y Bacall volvieron a coincidir después de haberse gustado y de gustar a todo el planeta en Tener y no tener.
Tourneur logró una de las cimas del cine negro con esta magnética historia rodada con un aplomo que aún sorprende a día de hoy. Jeff Bailey, un antiguo detective, lleva una vida tranquila y sencilla en su gasolinera. Inesperadamente, recibe la visita de un viejo conocido que le anuncia que el jefe quiere verlo. Bailey se ve entonces obligado a contarle a su novia su turbio pasado.
Una banda de criminales asalta un tren y liquida a los maquinistas, llevándose una gran suma de dinero. El jefe de la banda es un tipo astuto que planea librarse entregándose a la policía. Cinta de enorme energía de Walsh, tensada hasta la incomodidad para mostrar a un delincuente paranoico. Lee aquí la crítica.
Los sobornados (The Big Heat) Fritz Lang (1953)
Una de las cimas del cine negro, estrenada en el año 1953. Un sargento de la policía de Nueva York investiga el suicidio de uno de sus superiores. Una turbia trama de corrupción se va destapando. Hay muchos expertos que piensan que el Lang americano es mejor que el alemán. No sé si mejor, pero desde luego es igualmente valioso. Lee aquí la crítica.
Atraco perfecto (The Killing) Stanley Kubrick (1956)
Kubrick dio muestras de su talento en esta película, en la que ya está presente un virtuosismo visual marcado por su especial atención al detalle. Una banda de delincuentes prepara un golpe para quedarse con la recaudación de un hipódromo en un día de carreras. El atraco se desarrolla según lo previsto, pero los problemas se presentan con el reparto del botín. Lee aquí la crítica.
Sed de mal (Touch of Evil) Orson Welles (1958)
Un agente de la policía de narcóticos (Charlton Heston) llega a la frontera mexicana justo en el momento en que explota una bomba. Rápidamente se hace cargo de la investigación contando con la colaboración de Quinlan (Welles), el jefe de la policía local. Si en una infinidad de cintas el eje central del relato es el protagonista, en Sed de mal es Quinlan, el antagonista, el personaje con más relieve, con más recorrido. Lee aquí la crítica.
La modernidad de esta película no es óbice para darle categoría de clásico. John Rooney, anciano jefe de un clan mafioso, tiene un hombre de confianza, Sullivan, al que trata como al hijo que le hubiera gustado tener. Los celos de Connor, hijo de Rooney, desencadenan el drama. Sam Mendes deja hacer al brillante Hall, que nos ofrece una imaginería del nivel de otras de sus obras maestras como A sangre fría y Dos hombres y un destino. Lee aquí la crítica.
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