Ciudad de Dios: 120 destinos fatales

El caos social, la criminalidad y su precoz aprendizaje campan en los suburbios del «Planeta Brasil». Ciudad de Dios es un barrio del infierno. Allí los niños crecen entre el rencor, el odio y la miseria. Apenas tienen la oportunidad de elegir, pues son arrastrados por la ley del más fuerte, recién estrenado su uso de razón. La violencia no puede acabar sino en un enorme charco de sangre. ¿Qué hay del temor? El miedo es inexistente; el miedo no es más que un obstáculo que les impedirá continuar en la vida. El significado de la palabra pérdida no tiene lugar entre sus valores.

Fernando Meirelles irrumpe en pantalla con una realidad impactante, reflejo de la marginación de las favelas de Río de Janeiro. El director se topó con la novela de Paulo Lins, basada en un hecho real, y no dudó en trasladarla al celuloide con bastante fidelidad, a pesar de la abundancia de personajes y de una casi infinita variedad de tramas. En el largometraje (130 minutos) se conserva la estructura del libro en tres partes, pero corresponden a períodos temporales y no a personajes.

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Durante los años 60, 70 y 80, el narrador cuenta tres historias que reflejan «viajes» al crimen organizado. La intensidad del terror progresa con el descubrimiento del narcotráfico como inmediata salida de la pobreza. Buscapé nos muestra la pesadilla que intenta esquivar. Demasiado vulnerable para ser un criminal. Sabe que es tan difícil mantenerse en la otra línea, la de la honestidad, que se agarra a un sueño: ser fotógrafo. ¿Lo conseguirá?

La película logra una clamorosa autenticidad que se debe, en gran medida, a las interpretaciones de los actores no profesionales, seleccionados en los lugares de Río donde se rueda la película. Magnífica y muy violenta, es un film con aire documental, altamente comprometido. Denuncia la carencia de moral en un entorno de locura permanente. El ritmo ágil del inicio pisa el acelerador y colisiona al final contra un espectador en tensión.

La voz en off del narrador, la fotografía excepcional de César Charlone, que dispara flashes inundando el largometraje de color en consonancia con la música de Antonio Pinto (samba, funk y pop), junto a la libertad progresiva del montaje de Daniel Rezende, realzan el diseño arquitectónico de Ciudad de Dios.

Heredera de Estación Central de Brasil (Walter Salles, 1998), Ciudad de Dios pone muy alto el nivel del cine brasileño, al que representará en la lucha por el Oscar.

Esperanza Moya

Ficha Técnica

  • Argumento: sobre la novela de Paulo Lins
  • Fotografía: César Charlone
  • País: Brasil
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