Million dollar baby

Million dollar baby: A golpes con la vida

El vigésimoquinto largometraje dirigido por Eastwood (San Francisco, 1930) no tiene una historia especialmente novedosa. La diferencia con películas aparentemente similares como Rocky es que, esta vez, se trata de una camarera que ha rebasado los trein­ta la que lucha por hacer realidad un sue­ño, ser boxeadora profesional. Gracias a su em­pecinamiento consigue la aten­ción de Scrap (Morgan Freeman, con una locución narrativa de campanillas), un an­tiguo boxeador que ahora se encarga del man­tenimiento del gim­na­sio del gran Fran­kie (Clint Eastwood), entrenador de grandes figuras del boxeo que arras­tra la fama de ser persona indecisa.

La película comienza con una trama muy bien contada y magistralmente filmada de maestro-aprendiz, de forja de héroe deportivo, de ilusiones y esperanzas que reviven en la vejez y en el ocaso de la juventud. Ade­más está la sub­trama personal de Frankie -un irlandés du­ro y sentimental que lleva décadas acudiendo a misa a diario y buscando la paz de su conciencia-, que verá en la camarera que ha pasado la treintena la hija de la que lle­va años apartado. Maggie (una enorme Hi­lary Swank), por su parte, tiene también mu­chas heridas en su pasado familiar.

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La interpretación del incrustado relato sobre la eutanasia no es nada fácil y habría que matizar bastantes cosas, porque East­wood ma­tiza y es un gran director atraído por tremendas y fatalistas historias de purgatorio, discutibles en algunas de sus opciones pero, por lo general, poco banales o manipuladoras.

Al extraordinario aplomo del equipo técnico hay que añadir la maestría del experimentado reparto, en el que quizás se podían haber dibujado más y mejor algunas personalidades.

Million dollar baby ha obtenido recientemente cuatro Os­car: película, dirección (Eastwood), actriz (Swank) y actor secundario (Freeman).

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