Predators

Predators: Al rico remake

Predators comienza en picado: con una serie de sujetos cayendo en paracaídas en una selva amazónica. No saben dónde están, cuándo están, ni por qué están ahí; no recuerdan qué pasó ni cómo acabaron flotando en un paracaídas; tampoco se conocen, pero tienen algo en común: todos son asesinos profesionales. Poco a poco descubrirán que no están solos, sufrirán el ataque de extraños animales, y también se darán cuenta de que los observan para cazarlos. Todo es fácil de adivinar, salvo un detalle que no debo decir, se supone que es la gran sorpresa del filme.

Recientemente hemos podido apreciar diversos remakes de clásicos del cine de terror o de ciencia ficción. No se han presentado como una secuela más, sino como una versión modernizada del original. Algunos han resultado ser una grata sorpresa; la mayoría, una decepción. El caso presente pertenece al segundo grupo. Los predators de Nimród Antal recuerdan al primero, aquel que sucumbió a manos de Arnold Schwarzenegger, en que la localización es una selva, y en que estos humanos son de armas tomar y están dispuestos a cazar, y no sólo a ser cazados. Y ahí termina todo parecido con el original.

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Hay poco suspense, poco terror, poca ciencia ficción en esta curiosa entrega de Predators, la más floja de la serie. Un Adrien Brody nada carismático -está en horas bajas este actor- por decisión del guionista se convierte en líder del grupo, y con sus maravillosas deducciones suprime el poco suspense y la escasa tensión que el director había dado a la película. Sólo queda por saber si se enamorará de la chica… Para acompañar con palomitas una tarde de verano.