Asfixia

Nueve años después del estreno de El club de la lucha, otra novela del transgresor Chuck Palahniuk es llevada al cine. Clark Gregg hace un buen trabajo en su opera prima que traslada las señas de identidad del escritor estadounidense a la pantalla, pero se echa mucho de menos la fuerza visual y narrativa que imprimió David Fincher a la anterior adaptación.

Victor Mancini (Sam Rockwell) se debate en la vida entre su trabajo como figurante en un parque temático de carácter histórico, su curiosa afición a estafar a ricachones en restaurantes fingiendo que se está ahogando con la comida y su adicción al sexo. El resto de su tiempo lo dedica a cuidar de su vieja madre (Anjelica Huston), una actriz venida a menos que está internada en un hospital por demencia. A Victor, sin embargo, no le preocupa la salud de su progenitora, sino que no se muera sin que antes le desvele la identidad del padre que les abandonó.

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Con tales ingredientes parece que estamos avocados sin remedio a una comedia negra, y Asfixia lo es en gran parte, y como tal llega a funcionar a ratos. El problema es que Gregg se empeña constantemente en que su película tenga más miga y peso dramático del que merecen los personajes y las situaciones que nos presenta (la explotación de los traumas creados por la complicada relación materno-filial por medio de flashbacks resulta especialmente cansina). Casi le hubiéramos agradecido más que hubiera optado únicamente por ofrecernos un divertimento burdo, zafio e irreverente, pero divertimento al fin y al cabo.

La transgresión gratuita también se digiere mejor con el gran Sam Rockwell (Confesiones de una mente peligrosa), un actor que parece nacido para este tipo de papeles, y una Anjelica Huston que afortunadamente demuestra que le queda mucho más que dar al cine y a la vida que su personaje.