El tercer asesinato: Para abismarse

· Para lograr que su relato subyugue, Koreeda rueda El tercer asesinato en cinemascope, porque los espacios son reducidos y quiere dejar aire al espectador para que respire en un relato ontológico que aborda lo universal con una particularización brillante.

Les copio las cuatro piadas de mi twitter profesional (lo de profesional es meramente descriptivo, solo hablo en él de mi trabajo en narrativa y cultura audiovisual) al salir de ver la película y llegar a la oficina. Ahí van de antiguo a moderno:

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  1. Lo de Koreeda en El tercer asesinato es arrebatador: un maestro en la cima de su arte. He salido temblando @GolemFilms la estrena el viernes.
  2. Lo digo mucho en seminarios, conferencias y clases. Koreeda es uno de los pocos grandes vivos y rodantes. Un genio de humildad conmovedora.
  3. Suzu Hirose tiene 19 años. Qué actriz. Nos hechizó en Nuestra hermana pequeña. En El tercer asesinato lo borda.
  4. Por cierto. El tercer asesinato es Koreeda puro. Absolutamente coherente con su filmografía precedente. Recuerden Air Doll y Nadie sabe.

Cuando alguien como Koreeda ser acerca a asuntos oscuros (presentes en esta película, como en la magistral Air Doll) lo hace como lo que es, un poeta formidable. La película que podría parecer un drama judicial (un robo con homicidio cometido por un reincidente que no parece tener demasiada complejidad para un experimentado abogado) esconde otra fascinante inmersión de Koreeda en el alma humana, en la que volvemos a comprobar que la influencia de Dostoievski en la narrativa es descomunal desde que en 1866 publicase esa novela por entregas titulada Crimen y castigo.

Detrás de la investigación de un crimen hay un acercamiento a la verdad, a la necesidad de verdad que anida en el ser humano, pero el ansia de justicia hace que en muchos tribunales la verdad no termine de aparecer. Y Koreeda pone su enorme talento al servicio de un relato bellísimo en el que siendo el juicio de un acusado de asesinato el pretendido clímax, el director japonés pone exquisito cuidado en no juzgar a los personajes para poner de manifiesto que la libertad puede ser usada de múltiples maneras, y siempre tiene consecuencias en la vida propia y en la ajena.

Para lograr que su relato (un relato largo de 124 minutos) subyugue, Koreeda rueda en cinemascope, porque los espacios son reducidos y quiere dejar aire al espectador para que respire en un relato ontológico. Y no renuncia a la iluminación natural, habitual en su cine, que crea unas penumbras vitales (especialmente en la oficina y en el apartamento del abogado) que son una muestra de la enorme potencia expresiva de un maestro del cine, que sabe que el scope supone muchos riesgos en cuanto al mantenimiento de la tensión narrativa. La música del italiano Ludovico Einaudi, incidental, comedidamente lírica, es muy adecuada.

Estamos acostumbrados porque es un director que lleva 10 años haciendo películas de gran valía, pero la construcción de los personajes es asombrosa, un delicado trabajo de orfebrería. La manera en que se relacionan es sencillamente inolvidable. Las secuencias del locutorio de la cárcel entre el abogado y su defendido entran a formar parte del material de cualquiera que quiera explicar cómo se escribe y se rueda una escena en que dos personajes conversan convirtiendo lo particular en universal.

Una película inmensa. La obra de un humanista que, con su arte, te inunda de bien, verdad y belleza.

Ficha Técnica

  • Montaje: Hirokazu Koreeda
  • Fotografía: Takimoto Mikiya
  • Música: Ludovico Einaudi
  • Duración: 124 min.
  • Público adecuado: +16 años (V-)
  • Distribuidora: Golem
  • Japón (Sando-me no satsujin), 2017
  • Estreno: 27.10.2017
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Reseña
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Profesor universitario de Narrativa Audiovisual, Historia del Cine y Apreciar la belleza. Escritor