Palabras en las paredes del baño

Palabras en las paredes del baño: Original, fresca, verosímil

· Crítica de Palabras en las paredes del baño | Disponible en Amazon Prime Video.
· Ba­sada en una novela homónima, es una radiografía, bastante veraz, so­bre la enfermedad mental en los jó­venes y sus repercusiones en la fa­milia, el colegio y los amigos.

La dichosa pandemia ha modifica­do -mucho- nuestros hábitos de con­sumo cinematográfico y, más aún, los hábitos de distribución de las películas. Muchas distribuidoras si­guen reteniendo sus títulos importantes hasta que el virus escampe, otras han tirado por la calle de en me­dio estrenando en plataformas. Unas plataformas que siguen ganan­do protagonismo.

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El gran problema es que el volumen de películas estrenadas hace ca­si imposible separar el grano de la pa­ja, el título interesante del fallido. Y esto es lo que puede pasar con Pa­labras en las paredes del baño. El es­treno en el cada vez más abul­tado catálogo de Amazon Prime Vi­deo puede pasar desapercibido: una película más sobre un chico con pro­blemas e idilio adolescente. Y, sin embargo, la historia es algo más. Ba­sada en una novela homónima, es una radiografía, bastante veraz, so­bre la enfermedad mental en los jó­venes y sus repercusiones en la fa­milia, el colegio y los amigos. El pro­tagonista es un chico de 17 años con unas increíbles dotes para la co­cina que sufre una esquizofrenia bas­tante potente que le hace «convivir» con tres personajes producto de su alucinación. Su amistad con una chica brillante, el apoyo incondicional de su madre y la ayuda del ca­pellán del colegio católico donde es­tudia le ayudarán a lidiar con su en­fermedad.

La historia tiene tintes oscuros, pe­ro está contada con sentido del hu­mor y esperanza. No se ahorra al es­pectador la angustia de quienes su­fren la enfermedad en primera o tercera persona, pero se aportan cla­ves interesantes para integrar es­te sufrimiento en la vida y conseguir que ésta sea feliz. Y estas cla­ves no son otras que el cariño de­sinteresado de la familia, el valor insustituible de la amistad o el apo­yo de la religión (personificado en el casi siempre carismático Andy Gar­cía, al que hacía mucho que no veía­mos en la pantalla grande).

El tono indie de buena parte del lar­gometraje, el ori­ginal modo de re­flejar las alucinaciones y la natura­li­dad de las interpretaciones son otros valores cinematográficos de una película que no merecería quedarse abandonada en la esquina de un catálogo.