Estreno de Encanto: el Realismo Mágico en el cine
Los colombianos están de enhorabuena con el nuevo estreno de Disney, el próximo 26 de noviembre: Encanto. En unos días llegará esta película de animación, que muestra un relato al más puro estilo de Cien años de soledad, obra maestra del Nobel Gabriel García Márquez.
La historia se cierne en torno a un lugar recóndito en las montañas, donde una chica llamada Maribel busca su sitio entre los miembros de una familia peculiar, en la que todos poseen poderes menos ella.
El Realismo Mágico es la corriente encargada de acompañar las hazañas de nuestra protagonista que, como buena heroína Disney, intentará salvar a los suyos desde una modesta posición de humana, falta de supremacía.
Esta tendencia tiene sus orígenes en el escritor Alejo Carpentier, en esa época denominada como boom hispanoamericano. En esta, la realidad y lo sobrenatural se mezclan, para someter al lector a un procedimiento de inmersión mental, en el que las ideas van a la deriva de un sin fin de emociones adversas y el entendimiento se une a la sinrazón.
Uno de los cauces más recurrentes para transmitir todas estas historias contadas en los libros es el cine. Además, consigue llegar a un público más amplio y, de esta forma, ha creado a su vez nuevos títulos, siguiendo esta senda narrativa.
Algunas veces la magia ha surgido entre fogones, y gracias a diferentes elaboraciones culinarias se han modificado comportamientos humanos y quebrantado emociones, como en la obra maestra de Laura Esquivel Como agua para chocolate, que mostró el amor de Tita y Pedro desde la perspectiva de Alfonso Arau (1992). Curioso momento el del banquete de bodas de su hermana Rosaura y cómo los comensales dan rienda suelta a sus pasiones, tras probar la tarta nupcial.
En Chocolat (1999), Joanne Harris utiliza el chocolate como medio para desinhibir el comportamiento de diferentes personajes de un pueblo, encorsetado en ideales, donde los conceptos de amor, respeto y perdón se ven sometidos a la aprobación de un caciquismo desorbitado. La dulce Juliette Binoche (una enigmática repostera) y su hija serán las responsables de poner fin a esta situación.
También, otras recetas se cocinan en la casa de una estirpe de brujas, cuya maldición las condena a permanecer solas el resto de su vida, sin poder materializar el amor verdadero. Nicole Kidman y Sandra Bullock dan vida a Sally y Gilliam en Prácticamente magia, escrita por Alice Hoffman (1998).
Dos grandes obras de la literatura hispanoamericana se dan cita en este desfile de historias marcadas por elementos irracionales, mezclados con la realidad, como una sinfonía perfecta. La primera es Pedro Páramo, de Juan Rulfo, bajo la adaptación cinematográfica (1967) del propio Carlos Fuentes, pero aunque la novela fue todo un referente, su homónima no tuvo mucho éxito en el celuloide.
Por otro lado ocurre el efecto contrario con la primera obra de Isabel Allende, La casa de los espíritus (1999), ya que el espectador se adentra en cada uno de los rincones de ese hogar donde transcurre la vida de una familia de clase alta, cuya matriarca (Meryl Streep) posee poderes paranormales. Como telón de fondo, se pone de manifiesto un marco de tensiones sociales del que formó parte activa su tío, Salvador Allende.
Otra forma de transmitir sentimientos envueltos en un contexto mágico se da cita en las obras que recorren la vida de su protagonista, sin intentar buscar coherencia a secuencias que se escapan a nuestra lógica. En este sentido, encontramos el relato que extrae David Fincher de la obra que escribiese F. Scott Fitzgerald en 1922, donde la vida de Brad Pitt transcurre en sentido inverso: El curioso caso de Benjamin Button.
En 2003, Tim Burton realiza un gran trabajo al recrear la vida de Edward Blomm, mediante una serie de historias rocambolescas que le cuenta a su hijo. El escepticismo de este pierde toda fuerza en el lecho de muerte de su padre, ya que comienzan a desfilar todos los fantásticos personajes de quien narraba peripecias y consigue un clímax enternecedor, poniendo el broche final a Big Fish, escrita por Daniel Wallace, en 1998.
El tiempo es un elemento recurrente en toda esta encrucijada y en ocasiones da lugar a situaciones prodigiosas, como las que acontecían entre los reclusos de una cárcel de Louisiana, mientras esperaban el momento de ser ejecutados. Me refiero a La milla verde (1996), escrita por Stephen King, en la que se mostraba a un enternecedor Michael Clarke Duncan, entusiasmado con el ratoncillo que se escondía entre los rincones de las celdas.
El tiempo, que se nos escapa de las manos, en ocasiones, gracias al cine podemos ponerlo a nuestro servicio, como hacía Domhnall Gleeson en Una cuestión de tiempo (2013) para solucionar conflictos propios del devenir de la vida.
Directores de renombre cuentan sus historias bajo el halo del Realismo Mágico, pero no parten de una novela previa, sino que se nutren de un guion cinematográfico. Woody Allen lo hizo en La rosa púrpura del Cairo o Medianoche en París, y el mexicano Guillermo del Toro con La forma del agua (2017) y El espinazo del diablo (2001), como tantos otros que han logrado conjugar lo real y la ilusión mediante una técnica narrativa impecable.
Cuando llegue noviembre y el estreno de Encanto, disfrutaremos de esas historias y tradiciones colombianas que hacen volar la imaginación, igual que las mariposas amarillas de Gabo.