Becket

Becket: Mejor guión adaptado

Lo más sobresaliente de Becket es sin du­da el duelo interpretativo entre Burton y O’Toole.

Resulta casi imposible visitar la ca­tedral de Canterbury sin rememorar en el atrio del templo, hoy sim­bólicamente representada por una cruz en forma de espada, la es­cena del asesinato de Thomas Be­cket con el rostro de Richard Bur­ton.

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La vida del canciller, amigo del rey Enrique II de Inglaterra, y arzobispo, llevada al cine por el ac­tor y director Peter Glenville, y adap­tada fielmente de la obra teatral de Jean Anouilh, Becket o el Honor de Dios (1959), es una superproducción cinematográfica y un inolvidable drama histórico de gran hondura antropológica.

Contó con un presupuesto de tres mi­llones de dólares y fue rodada en 70 mm. con todo lujo de me­dios que logran recrear la época me­dieval en los escenarios naturales ingle­ses de Bamburg Beach, Bam­burg Castle y Alnwich Castle y en los Shepperton Studios.

Pero lo más sobresaliente es sin du­da el duelo interpretativo entre Burton y O’Toole, dos personajes en contraposición alrededor de los cua­les giran in crescendo el resto de conflictos entre Francia e Inglaterra, la Corona y la Iglesia, etc. La pe­lícula arranca con un flashback en el que el rey acude a hacer penitencia ante la tumba del obispo muer­to.

Los sagaces y ágiles diálogos le va­lieron el Oscar al mejor guión adap­tado, el único tras doce nominaciones. Los Globos de Oro habían re­conocido a Becket como Mejor pe­lícula así como a uno de sus actores protagonistas, Peter O’Toole. Y en casa, los BAFTA también le ha­bían hecho justicia, premiando la mejor dirección de arte británica, la fotografía y el mejor vestuario.